Así actúa la
gracia, la alegría y el perdón en la vida del que se confiesa
Se ha celebrado
en Madrid el I Congreso sobre la Misericordia. Una de las ponencias ha sido
sobre la confesión, sacramento de misericordia que fue impartida por Manuel
González López Corps, doctor en Sagrada Liturgia y profesor de la Universidad
de San Dámaso en Madrid.
En el programa
radiofónico El Espejo han aprovechado
la ocasión para preguntarle algunas cosas básicas del sacramento de la
penitencia. ¿Qué es? ¿Por qué confesarse? ¿Cómo debe ser un buen confesor?
¿Cómo se hace una buena confesión? ¿Por qué hay que contarle los pecados a un
cura?
Para Manuel
González López Corps, la clave está en las últimas frases de la confesión. El
sacerdote dice: “Dar gracias al Señor porque es bueno” y el penitente contesta:
“Porque es eterna su misericordia”.
¿Qué es la
confesión y porqué hay que confesarse?
Hay que
confesarse porque hay que manifestar las maravillas de Dios. La
confesión, antes de ser de nuestros pecados, es una confesión de lo que Dios
hace en nosotros a pesar del pecado.
La confesión es
siempre una confesión de fe, una confesión de alabanza, de gratuidad, por eso
es que el sacramento de la misericordia, el sacramento de la reconciliación o
de la confesión acaba siempre con esta frase: “Dar gracias al Señor porque es
bueno” y el penitente dice: “Porque es eterna su misericordia”.
Por eso
tenemos que confesarnos, porque necesitamos expresar ante Dios, ante la
Iglesia y ante el mundo que somos pecadores pero que el Espíritu Santo nos
santifica.
¿Y porqué no
puedo confesarme directamente con Dios? ¿Si Dios es el que perdona, por qué
tengo que contarle mis pecados a un cura? ¿Qué pasa si no se los cuento?
Es muy
sencillo. En primer lugar: Todos los días hay que hacer examen de conciencia.
Todos los días hay que pedir perdón. El pedir perdón o las obras de penitencia
son actos personales, pero la confesión es un sacramento. El perdón de Dios se
llama Jesucristo y Jesucristo históricamente se continúa en un cuerpo que es la
Iglesia.
Por eso cuando
un cristiano peca, no solamente está pecando en un aspecto personal o
individual sino que también está dañando la santidad de la Iglesia, está
haciendo que el mundo sea peor de lo que es. La confesión es la
manifestación pública, concreta y tiene también que autoescucharse que ha hecho
mal para no volver a hacerlo.
Hay una
dimensión dialogal en la Iglesia que es la que concede el perdón y la gracia,
para que esa Iglesia le reinserte en la comunidad de la que se ha marchado por
el pecado.
Todos los días
hay que hacer examen de conciencia, todos los días hay que hacer obras de
penitencia y misericordia, pero también hay que celebrar sacramentalmente el
perdón porque es lo que Cristo nos ha enseñado. Es la seguridad y la certeza de
que el perdón se ha conseguido como gracia.
En este año
jubilar de la Misericordia hay muchísimas fotos bonitas del papa Francisco. Hay
una que a mí me llama especialmente la atención. El Papa confesando a un joven
en San Pedro. La alegría captada por la cámara, la sonrisa del Papa.
Normalmente pensamos en el confesor como alguien muy serio, casi que nos está
regañando…
Hay un gesto
precioso, que a veces no se hace con especial sensibilidad o expresividad que
es el imponer las manos. No hay mayor alegría que imponer las manos. Al imponer las manos sobre el penitente, o al menos la derecha, se
está comunicando la sombra del espíritu. El espíritu siempre tiene un don que
es la alegría.
El hecho de
imponer las manos siempre, lo vemos en la Eucaristía al ponernos de rodillas,
es porque el cura está comunicando la sombra el espíritu. Esa sombra que nos
reconcilia, que nos comunica su fuerza. Por eso el confesor no existe sino para
comunicar la gracia, la alegría, el perdón. El confesor es un juez, es un
médico, pero sobre todo es un cura.
Ya que estás
hablando del confesor. ¿Algunos consejos para ser un buen confesor?
Primero: Estar
presente. Lo primero es estar disponible. Segundo: ser un hombre de
escucha. La mayoría de los curas lo son. Hombres que sean maestros de
espíritu. En definitiva lo nuestro es enseñar sobre Dios.
Por último: Comunicación
de gracia. El sacramento es un acontecimiento. Ya de por sí difícil y duro
confesar los pecados: uno peca contra el quinto, contra el sexto… Ahí no están
para regañarles sino para decirles: Dios te perdona pero tú no peques más. Es
la palabra de Cristo. El cura, el presbítero es un icono del Espíritu Santo.
Ahora le toca
el turno a los que van a confesarse, a los penitentes. ¿Qué consejos les darías
para hacer una buena confesión?
Primero leer la
Palabra de Dios. La Palabra de Dios es fundamental. Sin la Palabra de Dios no
vamos a descubrir nunca que somos pecadores. En segundo lugar: Tener propósito
de la enmienda. Es decir, querer cambiar. En la vida hay que plantearse: quiero
cambiar, quiero dar un volantazo a mi vida. Después celebrar ese perdón y
realizar obras de misericordia. Una vida nueva.
Lo que se llama
la confesión de la vida, que la vida sea elocuente, que la gente note que me he
encontrado con Cristo en el sacramento de la reconciliación. Sacramento
significa signo sagrado. Que seamos signos ante el mundo de que queremos ser
diferentes.
ALVARO REAL
Fuente: Aleteia






