Advierte de la
tentación de construir una Iglesia autorreferencial que lleva al triunfalismo y
al rigorismo
El
papa Francisco responde ex imo corde, a las 23 preguntas que la
periodista Stefania Falasca le hace en una entrevista publicada hoy por el
cotidiano Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana. Esta entrevista más que
las otras revela el pensamiento profundo del Papa, muchas veces disminuidos por
simples slogans, sobre temas fundamentales como el ecumenismo, la
misericordia y la herencia del Concilio Vaticano II.
Durante
la misma, Francisco traza un primer balance del Jubileo de la Misericordia que
termina este domingo 20, y sobre el cual asegura “no hice ningún plan, me he
dejado llevar por el Espíritu”. No habían proyectos preestablecidos detrás del
mismo, sino la esperanza de “que muchas personas hayan descubierto que son muy
queridas por Jesús y se hayan dejado abrazar por Él”. Porque “la
misericordia es el nombre de Dios y también su debilidad, su punto débil”.
Da
valor adjunto al coloquio, la amistad que relaciona al Papa con su
interlocutora, iniciada cuando era cardenal en Buenos Aires y a quien el Papa
llamó por teléfono poco después de su elección.
El
Santo Padre en la primera pregunta añade que “este Año Santo de la Misericordia
es un proceso que ha madurado en el tiempo, desde el Concilio…”.
Y que
“La Iglesia existe solamente como un instrumento para comunicar a los hombres
el designio misericordioso de Dios”, sin quedarse en la lógica “del blanco o
del negro”. Pues como dicen los historiadores, “un Concilio para ser asimilado
bien por el cuerpo de la Iglesia necesita un siglo” y “estamos a mitad”.
Explica
también su esfuerzo ecuménico, que “se hace siguiendo a Cristo”, no con
proyectos o acuerdos. Y sobre las acusaciones de protestantización de la
Iglesia Católica, de quienes expresan ‘dudas’ sobre la Amoris
Laetitia señala: “No me quitan el sueño, prosigo en el camino de mis
antecesores.
Sobre
las opiniones hay que distinguir siempre con qué espíritu vienen hechas”.
Si las críticas “no son hechas con mal espíritu, incluso ayudan a
caminar”, en cambio otras veces se ve enseguida que quieren justificar
posiciones ya tomadas”. Se ve también que “ciertos rigorismos nacen por una
carencia, por querer esconder dentro de una armadura la propia insatisfacción”.
“La
Iglesia y el evangelio no son un camino de ideas”, afirma el Santo Padre. El
ecumenismo ha madurado en el tiempo y viene desde lejos. “No he dado
ninguna aceleración. En la medida en que vamos adelante el camino parece volverse
más veloz”, asegura.
“El
camino del Concilio va adelante y se intensifica”, asegura Francisco y que en
estos encuentros se siente la fraternidad. Todos: Kirill, Hieronymos, Tawadros,
Daniel de Rumania, Ilia y naturalmente Bartolomé, con quien comparte la mayor
cercanía espiritual y con quien cumplió el viaje a Lesbos en medio a los
‘descartados’ y refugiados.
Un
ecumenismo por lo tanto de pequeños gestos pero que es siempre un don de Dios.
Y sobre el viaje a Suecia por los 500 años de la Reforma señala que este
permitió “una purificación de la memoria” de Lutero que “quería hacer una
reforma como una medicina” pero que “se mezcló con los intereses políticos del
tiempo y se terminó con el cuius regio eius religio, que llevaba a
seguir la conversión religiosa de quien tenía el poder”.
Con
los luteranos, indica el Santo Padre, hay un trabajo que realizar en favor
de los pobres mientras se espera que se esclarezcan temas teológicos. “Y
si servimos a los pobres juntos, quiere decir que nosotros los cristianos
estamos unidos al tocar las llagas de Cristo”. Además “descubrimos que estamos
unidos también en nuestra misión común de predicar el
evangelio”. Francisco señala así que “todo tipo de proselitismo entre los
cristianos es pecaminoso”, porque como decía Benedicto XVI, “La Iglesia no crece
nunca por el proselitismo sino por atracción”.
A
continuación el papa Francisco profundiza sobre oro tema, el
verdadero “cáncer” en la Iglesia, que es “alabarse los unos a los otros”. Y
quien “cultiva y alimenta su hambre de dominio y de afirmarse tiene una
enfermedad espiritual porque cree que la Iglesia sea una realidad humana
autosuficiente, en donde todo se mueve según las lógicas de la ambición y del
poder”.
O
sea la tentación de construir una Iglesia autorreferencial, de mirar demasiado
a sí misma, como si creyera tener luz propia. “Por eso los Padres de la
Iglesia hablaban de un mysterium lunae”, o sea que la Iglesia es
como la luna, “da luz pero no billa por su luz propia”, y cuando “en cambio de
mirar a Cristo se mira mucho a sí misma, aparecen también las divisiones”. Esto
“sucedió después del primer milenio. Mirar a Cristo nos libera de esta
costumbre y también de la tentación del triunfalismo y del rigorismo”. “Y nos
hace caminar juntos en el camino de la docilidad al Espíritu Santo, lo que nos
lleva a la unidad”.
Es
un camino que requiere paciencia porque hay que “cuidar lo que ya existe,
que es más de lo que nos divide”.
SALVATORE
CERNUZIO
Fuente: Zenit