Ella ha descubierto su vocación en la
Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria” (Ef 1,6)
Martirologio Romano: En Dijon, en Francia,
Santa Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen, de la Orden de las
Carmelitas Descalzas, que desde niña anheló buscar en lo profundo de su corazón
el conocimiento y la contemplación de la Trinidad, y afligida por muchos
sufrimientos, todavía joven continuó caminando, como siempre había soñado,
«hacia el amor, hacia la luz y hacia la vida». († 1906)
Etimológicamente: Isabel = "juramento de
Dios". Viene de la lengua hebrea.
Fecha de beatificación: 25 de noviembre de
1984, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de octubre de
2016, por S.S. Francisco
Breve Biografía
Una mañana del 18 de Julio de 1880 nace en
un campo militar de Avor, cerca de Bourges (Francia). Su familia está inquieta
porque los médicos han dicho que el bebé no podrá salvar su vida. María
Rolland, su mamá, espera su primera hija. Todos rezan y se ofrecen misas por la
nueva criatura. En contra de todos los pronósticos la niña llega a este mundo “muy
hermosa y vivaracha”. Cuatro días después, el 22 de julio, es bautizada con el
nombre de Isabel Josefina.
La señora Catez se ha dado cuenta del
talento musical de su hija. La inscribe en el Conservatorio a los siete años.
Isabel pasa muchas horas en el piano. No va a la escuela porque las
instituciones del estado son demasiado laicas, en cambio recibirá la formación
más elemental en casa.
El 19 de abril de 1891 es la Primera
Comunión. Sus cartas nos revelan la experiencia de ser amada y darse. “Este
gran día nos hemos dado por completo el uno al otro” (C 178). Gozo, alegría,
saciedad, plenitud, belleza, música interior…son las realidades que siente en
su corazón.
También los santos tienen vacaciones.
Estamos en el verano de 1894, las Catez marchan a Carlipa, allí visitan a sus
tías. Isabel siempre recodará el espectáculo cósmico de los Pirineos:”¿Te
acuerdas de nuestros paseos por la sierra durante la noche, a la luz de la
luna, mientras escuchábamos las alegres campanadas? ¡Oh, tía, qué bello estaba
el valle a la luz de las estrellas, esa inmensidad, ese infinito, todo me
hablaba de Dios” (C 139).
Así era Isabel humana y divina, centrada
en el interior y viviendo las alegrías de la vida. Con frecuencia participaba
en veladas y bailes que organizaban las familias militares. En estos lugares la
joven Isabel quiere ser como el sol que irradia su luz.
El 2 de agosto de 1901 entra en el Carmelo.
Una vida dedicada por entero a la oración. Una comunidad de hermanas que viven
el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el uso de las cosas y en el trato
con las personas. Un ideal apostólico que amplía sus horizontes al mundo
entero. El Epistolario refleja de una forma maravillosa sus primeras
impresiones. “No encuentro palabras para expresar mi dicha”, “aquí ya no hay
nada, sólo Él…Se le encuentra en todas partes, lo mismo en la colada que en la
oración” (C 91).
El 11 de enero de 1903, domingo y fiesta
de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana de Dijon, Isabel pronuncia sus
votos religiosos. Se siente invadida por Dios, por su abundante gracia, un
derroche.
Sus experiencias religiosas son
alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar privilegiado
en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo, a quien
llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido una
influencia considerable en el camino de la unión con Dios.
El año 1904 es muy significativo. El 21 de
noviembre Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la noche redacta una oración,
que es expresión de su entrega al Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dice así:
“¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila,
como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni
hacerme salir de vos, ¡mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más
en profundidad de vuestro misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro
cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí
jamás solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe,
en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora”.
Ella ha descubierto su vocación en la
Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria” (Ef 1,6). Hasta tal punto que
esta mística francesa lo toma como un nombre simbólico, laudem gloriae,
“alabanza de gloria”.
Los días 7 y 8 de noviembre está en
silencio. Las últimas palabras que le oyeron sus hermanas de comunidad fueron:
“Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”. En el amanecer del 9 de noviembre de 1906,
deja de respirar, la ciudad de Dijon está tranquila. Las que estaban allí
presentes se dan cuenta que Isabel ha emprendido el viaje a la Trinidad que
tanto amó en la tierra y como un profeta nos llama a cada uno a disfrutar de su
Presencia en lo cotidiano de la vida.
El milagro para la beatificación
Un primer milagro obtenido por
intercesión de Sor Isabel se verificó el 17 de febrero de 1984. Fue la curación
milagrosa de Fray Jean Chanut, un monje de la abadía cisterciense, por entonces
maestro de novicios. Tenía 31 años de edad en 1938 y sufría de tuberculosis
renal. A pesar de la extracción de un riñón, la enfermedad se extendió por todo
el tracto urogenital. Fray Jean sufría mucho, estaba incapacitado para
continuar con sus oficios dentro de la comunidad y todo parecía indicar que el
único desenlace sería la muerte.
Sin embargo, en enero de 1943, siguiendo
el consejo de un padre predicador, la comunidad cisterciense comenzó una novena
de oración, confiando en la intercesión de Sor Isabel. Concluida la novena el
Fray Chanut recuperó las fuerzas y pudo reanudar rápidamente la plena observancia
de la Regla, las vigilias y los ayunos severos propios del estilo de vida
cisterciense. Las pruebas de laboratorio que se le realizaron, demostraron la
milagrosa desaparición de la enfermedad. Fray Chanut más tarde fue abad del
monasterio y murió en África en 1980. Este milagro permitió la beatificación de
Sor Isabel el 25 de noviembre de 1984.
Aquí la historia del milagro aprobado para
su canonización
El milagro obrado por Dios por la
intercesión de la beata Isabel de la Trinidad fue la sanación de la señorita
Marie-Paul Stevens, profesora de religión en el Instituto de los Hermanos
Maristas de Malmedy (Bélgica).
Marie-Paul en el mes de mayo de 1997 comenzó
a experimentar dificultad para articular las palabras y problemas en la
salivación. Unas semanas después, una amiga doctora en medicina le aconsejó
realizarse algunos exámenes clínicos.
"La resonancia magnética reveló la
existencia de una segunda lesión cerebral. Después, durante una larga consulta,
el médico internista me indicó que mis días estaban contados". Más de
quince años después, Marie-Paul Stevens no sólo está viva, sino que está
completamente saludable.
Fue en esa consulta cuando se enteró de
que había contraido la enfermedad de Sjögren [1] que gradualmente va
golpeando su organismo. Durante la enfermedad, muchas personas
hicieron la novena a Sor Isabel de la Trinidad pidiendo su sanación. Por
sugerencia de distintos médicos, inició la quimioterapía de la que no obtuvo
ningún resultado. La situción empeoraba y se temía la muerte. Por eso, decidió
viajar a Flavignerot, cerca de Dijon, para agradecer a Sor Isabel el haberla
sostenido durante el tiempo de la enfermedad.
No hace falta decir que un viaje de ese
tipo, para una paciente que sufría de atrofia muscular, incontinencia y que no
sabía que podría comer en el camino... era todo menos aconsejable.
Llegaron a su destino el 2 de abril de
2002, Marie-Paul lo recuerda así: "al llegar allí, acudí
directamente a la capilla. Sólo pude decir gracias a Isabel que me había
conducido en esta loca aventura de encuentro con Cristo. Entonces, volví al
parqueadero para esperar a mis amigos que me acompañaban en ese viaje, empecé a
levantar los brazos al aire, sentí la necesidad de ir al baño, me di cuenta de
que todo había cambiado".
De repente y ante el asombro de sus amigos
exclamó llena de alegría: “¡No tengo ningún mal!”. Podemos imaginar la
sorpresa de sus familiares, amigos, pero en particular de los médicos.
"Primero dijeron que era el resultado de un choque emocional. Pero luego
se dieron cuenta que ya no tenía ningún rastro de la enfermedad".
El viernes 4 de marzo de 2016 el Papa
Francisco autorizó la promulgación del decreto mediante el cual se reconoce
este milagro.
ORACIÓN
Oh Dios, rico en
misericordia,
que descubriste a
Santa Isabel de la
Trinidad
el misterio de tu
presencia secreta
en el alma del justo
e hiciste de ella
una adoradora en
espíritu y verdad,
concédenos, por su
intercesión,
que también nosotros,
permaneciendo en el amor
de Cristo,
merezcamos ser
transformados
en templos del Espíritu
Santo de amor,
para alabanza de tu
gloria.
Por Cristo nuestro
Señor.
Amén.
| Fuente:
isabeldelatrinidad.com/Catholic.net






