14.12.16

LA LEY MORAL (Final)

Ley Moral es el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que, con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural

5 LA LEY DIVINO-POSITIVA

Es la ley que procediendo de la libre voluntad de Dios legislador, es comunicada al hombre por medio de una revelación divina.

Su conveniencia se pone de manifiesto al considerar dos cosas:

a) Todos los hombres tienen la ley natural impresa en sus corazones, de manera que pueden conocer con la razón sus principios más básicos. Sin embargo, el pecado original y los pecados personales con frecuencia oscurecen su conocimiento, por lo que Dios ha querido revelarnos su Voluntad, de modo que todos los hombres pudieran conocer lo que debían hacer para agradarle con mayor facilidad, con firme certeza y sin ningún error.


    Así, Dios no se contentó con grabar su ley en la naturaleza humana, sino que además la manifestó al hombre claramente: en el Monte Sinaí, cuando ya el pueblo elegido había salido de Egipto, Dios reveló a Moisés los diez mandamientos. Los mandamientos nos señalan de manera cierta y segura el camino de la felicidad en esta vida y la otra. En ellos nos dice Dios lo que es bueno y lo que es malo, lo que es verdadero y lo que es falso, lo que le agrada y lo que le desagrada.

b) El hombre está destinado a un fin sobrenatural, y para dirigirse a él debe cumplir también -con ayuda de la gracia- otros preceptos, además de los naturales. Por eso Jesucristo llevó a la perfección la ley que Dios dictó a Moisés en el Sinaí, al ponerse a Sí mismo como modelo y camino para alcanzar ese fin al que nos llama.

     Esa perfección que Cristo ha traído a la tierra se contiene sobre todo en el mandamiento nuevo del amor: en primer lugar, el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas; y en segundo término, el amor a los demás como Él nos ha amado.

Vemos, por tanto, que de hecho Dios nos ha revelado leyes en tres periodos de la historia:

1) a los Patriarcas, desde Adán hasta Moisés;

2) al pueblo elegido, con aquellas leyes recogidas en algunos libros del Antiguo Testamento;

3) en el Nuevo Testamento, que contiene la ley evangélica.

Algunas leyes positivas de los dos primeros periodos fueron después abolidas por el mismo Dios ya que eran meramente circunstanciales, mientras que la ley evangélica es definitiva, y aunque fue dada inmediatamente para los cristianos, incumbe de modo cierto a todos los hombres.

Por ejemplo, las leyes judiciales y ceremoniales dadas a los israelitas durante su éxodo nómada por el desierto eran prescripciones para ese pueblo en esas circunstancias. El precepto de la caridad enseñado por Jesucristo, sin embargo, es para todo hombre de todo lugar y época.

6 LAS LEYES HUMANAS

Son, como ya quedó dicho, las dictadas por la legítima autoridad -ya eclesiástica, ya civil-, en el orden al bien común.

Que la legítima autoridad tenga verdadera potestad dentro de su específica competencia para dar leyes que obliguen, no es posible ponerlo en duda: surge la misma naturaleza de la sociedad humana, que exige la dirección y el control de algunas leyes (cfr. Rom. 13, 1ss.; Hechos 5, 29).

De suyo, pues, es obligatoria ante Dios toda ley humana legítima y justa; es decir, toda ley que:

a) se ordene al bien común;

b) sea promulgada por la legítima autoridad y dentro de sus atribuciones;

c) sea buena en sí misma y en sus circunstancias;

d) se imponga a los súbditos obligados a ella en las debidas proporciones.
Sin embargo, cuando la ley es injusta porque fallen algunas de estas condiciones, no obliga, y en ocasiones puede ser incluso obligatorio desobedecerla abiertamente.

La ley injusta, al no tener la rectitud necesaria y esencial a toda ley, ya no es ley, porque contradice al bien divino. Es necesario, pues, distinguir entre legalidad y legitimidad. No es suficiente que una norma sea dictada dentro del legal establecido y por las autoridades competentes para que deba ser obedecida: es preciso que se acomode de una manera estricta a los principios de la ley natural y de la ley divino-positiva. Aquellas condiciones garantizan su legalidad formal, pero esta última es la que proporciona la legitimidad intrínseca.

Por tanto, si una ley civil se opone manifiestamente a la ley natural, o a la ley divino-positiva, o a la ley eclesiástica, no obliga, siendo en cambio obligatorio desobedecerla por tratarse de una ley injusta, que atenta al bien común.

Por: Ricardo Sada y Alfonso Monroy


Fuente: http://encuentra.com/ 
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