¿Por qué
dijo Jesús que no vino a traer paz, sino espada? Descúbrelo
En primer lugar hay que tener en cuenta
que Jesús no vino al mundo para establecer una paz mundial a la fuerza sino que vino principalmente a redimir al
ser humano enfrentándose a las tinieblas y vencerlas en la cruz; por tanto todo
aquel que lo siga y guarde su palabra necesariamente se estaría enfrentando
también a las tinieblas, y no
podría haber paz porque estaríamos en guerra contra las fuerzas satánicas que
están operando por un tiempo en esta tierra (Ef 6, 12)
En
segundo lugar porque la manera de hablar de Jesús, el divino maestro, es
difícil, muchas veces elevada, hecho
que algunos entienden y otros no, unos acogen y otros no. Y claro que su
mensaje tenía que ser difícil pues Él no enseñaba cosas de este mundo, enseñaba
cosas sobrenaturales; se encarnó para revelarnos verdades sublimes que la
inteligencia humana por sí sola no lograría entender y que el lenguaje humano
nunca podrá expresar.
Así se lo dice Jesús a Nicodemo: “En
verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos
testimonio de lo que hemos visto… Si al deciros cosas de la tierra, no creéis,
¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el
que bajó del cielo, el Hijo del hombre” (Jn 3, 11-13). Estas cosas ‘del cielo’
son las que Jesús da a conocer a los que lo aceptan, a sus amigos: “A vosotros
os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer” (Jn 15, 15).
En
tercer lugar porque el lenguaje de Jesús es duro, contundente y tajante; su
doctrina es dura: “Después de haberlo oído, muchos de sus
discípulos dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? Sabiendo
Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os
escandaliza?” (Jn 6, 60-61). Hecho por el cual muchos lo abandonaron
y lo abandonan (Jn 6, 66). Jesús además exige compromiso y fidelidad radical
(Mt 5, 37).
En
cuarto lugar Jesús al decir que no ha venido a traer la paz sino la espada (Mt
10, 34) está diciendo que ha traído su palabra, la palabra que divide: “Y tomad la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios” (Ef 6, 17). La palabra de Dios es como una espada
de dos filos (Hb 4, 12) que penetra hasta partir el alma y el espíritu y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón; por esa razón él dijo
que no había venido a traer paz sino su Palabra que penetra y deja al
descubierto los pensamientos y las intenciones verdaderas.
En
quinto lugar, Jesús cuando habla de la división que genera su mensaje en una
familia o sociedad, habla con conocimiento de causa pues Él es el primero a
experimentar rechazo entre los suyos. En el
evangelio podemos encontrar que Jesucristo pasó situaciones similares con su
propia familia. Sus propios parientes no creían en Él (Jn 7, 5), no creían
en lo que Jesús era ni en lo que Él enseñaba; y esto tuvo que traer dentro del núcleo
familiar de Jesucristo disensión y desacuerdos. Jesucristo tuvo que vivir
conflictos familiares por sus declaraciones ya que su Palabra enfrentaba al
mundo señalando el pecado y la hipocresía del sistema religioso de su tiempo.
En
sexto lugar porque Jesús, con su mensaje, exige tomar partido en un sentido o
en otro (Mt 12, 30. Mc 9, 40). Todos aquellos que
se confrontan con Jesucristo deben necesariamente tomar una posición, no pueden
permanecer indiferentes porque Jesús no es un hombre cualquiera, es el hijo de
Dios. Ni siquiera los nexos familiares, que son tan fuertes, van a resistir la
fuerza de división que implica la relación con Jesucristo. Jesús no deja
indiferente a nadie porque Él no es una teoría, una idea, una fantasía, un
cuento sino que involucra a toda persona en su totalidad. Seguir a Jesús, que se hace con absoluta libertad, no es
cuestión de pasividad o neutralidad; si fuera así no habría conflicto alguno
por su causa.
En
séptimo lugar lo que hace que Jesús sea causa de división es la verdad. Ante la
verdad es necesario tomar posición. No se puede aceptar la verdad a medias. O
se la acepta o se la rechaza, no queda otra posibilidad. Jesús, de manera
inevitable, anuncia la verdad, aunque sea incómoda; a Él no le interesa halagar los oídos de
sus oyentes sino hacer la voluntad del Padre del cielo (Jn 6, 38). Jesús, que
es más que un profeta, no anuncia lo que los hombres quieren oír, no busca
complacer a la mayoría, su
mensaje no coincide con el consenso de los hombres. Jesucristo anunció la
verdad salvífica aunque le costara la vida (Jn 8, 40. Lc 6, 22-26).
La
verdad no es negociable. No se puede renunciar a la verdad por el simple
mantenimiento de una armonía. No se puede pactar un compromiso a costa de la
verdad; y esto divide. Aceptar a Jesús nos lleva a ir contra
corriente, a ser presencia contestataria en medio de la propia familia y de la
sociedad. El seguimiento de Cristo puede suponer en el cristiano sufrimientos,
incomodidades, enemistades; “pero el que persevere hasta el final,
ese será salvo” (Mt 24, 13).
En
octavo lugar, creer en Jesucristo trae divisiones ya que su mensaje confronta
el pecado y las leyes puestas por el hombre. Jesús dice que no había venido para
establecer paz en el mundo sino divisiones, pleitos y dificultades porque su
predicación descubre el pecado quitando la paz especial de todos aquellos que
quieren vivir su vida según sus propias leyes y no las de Dios.
En
noveno lugar la paz que Cristo es y que Cristo quiere dar para que reine en
este mundo, no es la paz según los esquemas humanos. Jesús dijo: ·La paz os dejo, mi paz os
doy; pero no os la doy como la da el mundo” (Jn 14, 27). Jesús habla de la paz
que Él trae, de una paz que no coincide con el concepto de paz que ofrece el
mundo. Jesús trae una paz que va en contra del concepto erróneo que de ésta
tiene el mundo.
En
décimo lugar tenemos la cruz, la cruz también divide. La cruz siempre trazará
una línea que divide a unos hombres de otros. Esa línea contrapone a dos clases de
hombres. Porque la cruz se contrapone abiertamente a los principios del mundo. El cristiano que quiere actuar en
fidelidad real a Cristo se esforzará con valentía a ser auténtico; y esto no lo
acepta la mentalidad del mundo que odia lo que no es suyo (Jn 15, 19), como tampoco lo acepta quien se quiera
adecuar al mismo aunque se confiese cristiano.
HENRY VARGAS HOLGUÍN
Fuente:
Aleteia