Afirmó que “para los
cristianos, la paz es un don del Señor”, y manifestó “la viva convicción de que
toda expresión religiosa está llamada a promover la paz”
El
Papa Francisco condenó el uso del nombre de Dios por parte de los terroristas y
alentó a los líderes del mundo a hacer frente a esta “locura homicida”. Así lo indicó el
Pontífice ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa
Sede al comienzo del nuevo año 2017 en su tradicional discurso
sobre el estado del mundo.
Representantes
diplomáticos de los 128 Estados con relaciones diplomáticas con la Santa Sede,
se reunieron con el Pontífice en la Sala Regia del Palacio Apostólico del
Vaticano.
El
Santo Padre dedicó su discurso dirigido a los embajadores a reflexionar sobre
el tema de la seguridad y la paz.
El
Papa recordó que, cien años después de la Primera Guerra Mundial, “muchas zonas
del mundo pueden decir que se han beneficiado de prolongados períodos de paz”.
Sin embargo, al mismo tiempo, “millones de personas viven hoy en medio de
conflictos insensatos”.
El
Papa recordó y lamentó las situaciones de violencia, guerra, hambre y desestabilidad
en diferentes partes del planeta, en concreto habló de Siria, Irak, Yemen,
Libia, Sudán, Sudán del Sur, República Centroafricana, Myanmar, o República
Democrática del Congo, países azotados por guerras y violencias sectarias.
También
pidió abrir caminos de diálogo en Venezuela para hacer frente a la crisis
política, social y económica que afecta a la población, y un nuevo esfuerzo
para que se reanude el diálogo entre israelíes y palestinos.
Para
el Pontífice, es prioritario un mayor esfuerzo en el control del tráfico de
armas, responsable de muchos de los conflictos que azotan a la población
mundial.
Al
mismo tiempo, reconoció los importantes pasos hacia la reconciliación que se
han dado en otros lugares del planeta. En concreto citó el acercamiento entre
Cuba y Estados Unidos, o los esfuerzos para poner fin al conflicto que desde
hace años golpea a Colombia.
Condena al terrorismo
El
Papa Francisco condenó la utilización del nombre de Dios para justificar la
violencia y el asesinato: “se trata de una locura homicida que usa el nombre de
Dios para sembrar muerte, intentando afirmar una voluntad de dominio y de
poder”.
Afirmó
que “para los cristianos, la paz es un don del Señor”, y manifestó “la viva
convicción de que toda expresión religiosa está llamada a promover la paz”.
El
Pontífice lamentó la utilización que algunos grupos terroristas hacen del
sentimiento religioso para extender sus objetivos criminales:
“desgraciadamente, somos conscientes de que todavía hoy, la experiencia
religiosa, en lugar de abrirnos a los demás, puede ser utilizada a veces como
pretexto para cerrazones, marginaciones y violencias. Me refiero en particular
al terrorismo de matriz fundamentalista, que en el año pasado ha segado la vida de
numerosas víctimas en todo el mundo”.
En
este contexto, el Santo Padre realizó un llamado concreto a todas las
autoridades religiosas del mundo, “para que unidos reafirmen con fuerza que
nunca se puede matar en nombre de Dios”.
Además,
añadió: “El terrorismo fundamentalista es fruto de una grave miseria
espiritual, vinculada también a menudo a una considerable pobreza social. Sólo
podrá ser plenamente vencido con la acción común de los líderes religiosos y
políticos”.
Migrantes y refugiados
Por
otra parte, llamó a una cultura de misericordia que favorezca un mayor
compromiso con los que se ven obligados a huir de sus hogares: “No se puede de
ningún modo reducir la actual crisis dramática a un simple recuento numérico.
Los inmigrantes son personas con nombres, historias y familias”.
“Es
necesario un compromiso común en favor de los inmigrantes, los refugiados y los
desplazados, que haga posible el darles una acogida digna”. El Papa recordó el
derecho de cada hombre a emigrar, pero también la importancia de que los
inmigrantes se integren “en los tejidos sociales en los que se insertan, sin
que éstos sientan amenazada su seguridad, su identidad cultural y sus propios
equilibrios políticos y sociales”.
“Los
mismos inmigrantes no deben olvidar que tienen el deber de respetar las leyes,
la cultura y las tradiciones de los países que los acogen”, indicó.
El
Obispo de Roma llamó a una mayor implicación de la comunidad internacional en
la solución de la crisis migratoria, porque “el problema de la inmigración es
un tema que no puede dejar indiferentes a algunos países mientras que otros
sobrellevan, a menudo con un esfuerzo considerable y graves dificultades, el
compromiso humanitario de hacer frente a una emergencia que no parece tener
fin. Todos deberían sentirse constructores y corresponsables del bien común
internacional”.
En
concreto, tuvo palabras de agradecimiento para Italia, Alemania, Grecia y
Suecia por su generosa acogida de los refugiados, sin olvidar a otros países europeos,
o de Oriente Medio, como Líbano, Jordania y Turquía.
Infancia
Otro
punto destacado por el Papa en su discurso fue el de la infancia y los jóvenes.
El Pontífice exhortó a reducir la pobreza que afecta, de forma especial a los
niños, muchos de los cuales “aún sufren por causa de una pobreza endémica y
viven en situaciones de inseguridad alimentaria, más bien de hambre”.
Denunció
la ávida explotación de los recursos naturales por parte de unos pocos,
“desperdiciándose cada día enormes cantidades de alimentos” e hizo hincapié en
la obligación que tienen las autoridades públicas de estimular y fomentar el
desarrollo “creando las condiciones para una distribución más equitativa de los
recursos e incentivando oportunidades de trabajo, sobre todo para los más
jóvenes”.
“Los
niños y los jóvenes son el futuro, se trabaja y se construye para ellos. No
podemos descuidarlos y olvidarlos egoístamente”.
Por
esta razón, prosiguió, “como he advertido recientemente en una carta enviada a
todos los obispos, considero prioritaria la defensa de los niños, cuya
inocencia ha sido frecuentemente rota bajo el peso de la explotación, del
trabajo clandestino y esclavo, de la prostitución o de los abusos de los
adultos, de los pandilleros y de los mercaderes de muerte”.
Francisco
tuvo unas palabras de recuerdo para “los chicos y chicas que sufren las
consecuencias del terrible conflicto en Siria, privados de la alegría de la
infancia y de la juventud: desde la posibilidad de jugar libremente a la
oportunidad de ir a la escuela. A ellos, y a todo el querido pueblo sirio,
dirijo constantemente mi pensamiento”.
Paz: don, desafío y
compromiso
En
su discurso, el Santo Padre resaltó que “la paz es un don, un desafío y un
compromiso. Un don porque brota del corazón de Dios; un desafío, porque es un
bien que no se da nunca por descontado y debe ser conquistado continuamente; un
compromiso, ya que requiere el trabajo apasionado de toda persona de buena
voluntad para buscarla y construirla”.
“No
existe, por tanto, la verdadera paz si no se parte de una visión del hombre que
sepa promover su desarrollo integral, teniendo en cuenta su dignidad
trascendente, ya que «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz», como
recordaba el Beato Pablo VI. Por tanto, este es mi deseo para el próximo año:
que crezcan en nuestros países y sus pueblos las oportunidades para trabajar
juntos y construir una paz verdadera”.
El
Pontífice indicó que “la Santa Sede, y en particular la Secretaría de Estado,
estarán siempre dispuestas a cooperar con todos los que trabajan para poner fin
a los conflictos abiertos y para dar apoyo y esperanza a las poblaciones que
sufren”.
“En
la liturgia pronunciamos el saludo ‘la paz esté con vosotros’. Con esta
expresión, prenda de abundantes bendiciones divinas, les renuevo a ustedes,
distinguidos miembros del cuerpo diplomático, a sus familias, a los países que
representan, mis mejores deseos para el Año Nuevo”, concluyó.
Fuente:
ACI Prensa