La diferencia substancial
con el Cristo de los Evangelios es su consideración de Hijo Encarnado de Dios
¿Aparece
Jesús en el Corán? ¿Por qué? ¿Quién es para los musulmanes? Es muy
frecuente que los cristianos hayamos oído hablar de la aceptación y respeto de
la figura de Jesús por parte de la tradición musulmana. De su aparición en el
texto sagrado junto a figuras que forman parte también de la tradición judía y
cristiana.
Sin
embargo, no resulta frecuente que en la práctica sepamos precisar dónde están
los límites a estas semejanzas. Aquí presentamos un perfil sencillo de la
figura de Jesús en el Corán, sus similitudes y diferencias con el Jesús de los
Evangelios.
El
Corán va a presentar la figura de Isa (Jesús) como alguien respetado y
venerado. Concebido por María (Mariam) sin intervención de hombre (Qur. 3, 42).
En once ocasiones encontraremos este rasgo para describir a Jesús: “el Cristo
hijo de María”. Este “niño purísimo” enseñará el Libro y la Sabiduría, la Torá
y el Evangelio (Qur. 3, 48).
En
este sentido, algunos autores subrayan que Mahoma construyó una imagen de Jesús
coherente con lo ya escrito por el Corán respecto a los profetas bíblicos.
Aunque se aparta de los aspectos sustanciales del Jesús de los Evangelios.
A
Jesús se le presenta como un “auténtico musulmán”: enseña el monoteísmo
absoluto, la sumisión a Dios y todos los preceptos del Islam. Se subrayan
en él cualidades ciertamente sorprendentes, como que empezó a hablar
milagrosamente nada más nacer para defender a su madre, denostada por no estar
casada. Éste y otros episodios milagrosos están tomados de los Evangelios
canónicos y apócrifos: curación de ciegos, leprosos, insuflar vida en seres
inanimados o resurrección de muertos. Sólo a Jesús se le atribuye en dos
ocasiones un verbo exclusivamente aplicado al acto de Dios 177 veces: “crear”.
Por
este motivo, los musulmanes le consideran uno de los más grandes
mensajeros de Dios. Un enviado a recordar a los israelitas el mensaje
divino y a cuyo alrededor pueden encontrarse seguidores (ansar). Al igual que
otros profetas, Jesús no fue reconocido por la gente de su tiempo y sus
enseñanzas serían rechazadas, acusando sus actos de “magia manifiesta”
(Qur. 5, 110; 6, 7; 10, 76, 11, 10).
Asimismo,
el Corán niega la crucifixión de Jesús y por tanto, su muerte. Fue elevado por
Dios y regresará el día de la Resurrección (Qur. 4, 156).
La
diferencia substancial con el Cristo de los Evangelios es su consideración de
Hijo Encarnado de Dios. Un Dios Uno y Trino, que lo envió para ser salvación de
los hombres. Esta propuesta cristiana no es compatible con el Dios Único (en
tanto que no se reconoce la Trinidad) de los musulmanes y la consideración de
Jesús como profeta del Islam. Y es aquí donde no puede obviarse la diferencia
primera y más importante respecto su figura.
Jesús
es presentado en el Corán como el más grande y santo de los profetas: siervo de
Dios, Señal de la Hora, espíritu de Dios, espíritu de Santidad… pero no es Dios
mismo. Para los musulmanes es “palabra” de Dios en cuanto que su nacimiento fue
fruto de su mandato. Es “espíritu” de Dios porque es puro al nacer sin
intervención humana. Es “señal” en tanto que su concepción virginal prueba el
poder de Dios. Los milagros, son igualmente considerados como demostraciones
del poder de Dios, pero no como prueba de divinidad de quien los realiza.
Finalmente, puede
afirmarse que para los musulmanes no hay filiación divina en Jesús. Al igual
que Mahoma, Jesús no vino a cimentar una nueva religión, sino a confirmar y
renovar el mensaje de Dios (Qur. 3, 50). Un hombre asistido por Dios e incluso
arrebatado por cierta “locura espiritual”. Rasgo este último que, según los
musulmanes, pudo llevar a confundir a los cristianos al atribuirle cualidades
divinas.
MARÍA
ANGELES CORPAS
Fuente:
Aleteia