Se nota
en las casas, en las familias, en el barrio...
Cuando una persona adora a Jesús en
la Eucaristía cambia esa persona y cambia su entorno, cuando se abre una
capilla de adoración perpetua se transforma el barrio, lentamente: es lo que
Isabel Puig llama el “efecto mariposa”.
¿Que quién es Isabel Puig? Es una
madre de familia numerosa que colabora desde hace algo más de un año en la
coordinación de los turnos de una capilla de adoración perpetua en
Badalona (una ciudad cercana a Barcelona, en España) y ahora está participando
en la apertura de otra capilla de adoración perpetua en
Barcelona, concretamente en el Real Monasterio de Santa Isabel,
donde Regnum Christi gestiona un centro escolar.
“El Señor actúa en el barrio, en las
almas, en todo el entorno”, relata Isabel a Religión en Libertad, y recuerda que en Badalona “hemos visto que las personas encuentran paz,
los adoradores encuentran mayor serenidad para afrontar su vida y las heridas
del corazón se van curando al acudir a ver a Jesús…”.
“Si los adoradores están mejor todo
el entorno lo va notando -asegura Isabel-. Se nota en las casas, en las
familias, la gente tiene claras sus prioridades, esto tiene también un efecto
inmediato en los amigos y podemos prestar una mayor ayuda a los que tenemos
cerca”.
Este cambio se produce lentamente
pero es constante porque en las personas la presencia del Señor hace
maravillas. Isabel cuenta que “hemos visto cambios de vida muy radicales que se
sustentan en esa hora de adoración”.
“Personas con dependencias, con
problemas familiares graves que lo sobrellevan gracias a apoyarse en el Señor
esa hora. También matrimonios en dificultad que vienen uno o los dos y gente
que se cura, sobre todo de enfermedades del alma. Ves cómo evolucionan, cómo
ganan en aceptación. Hay mucha alegría entre los adoradores, una alegría
profunda”.
Isabel afirma que muchas personas no
practicantes que acuden a la capilla de Badalona porque allí encuentran paz,
silencio, un espacio acogedor y acaban siendo asiduos en la oración.
Algunos adoradores confiesan que no
van a misa con regularidad pero se ponen delante del Señor. “Algo les dirá Él
para que quieran volver cada semana, es un espacio de libertad total”.
Un ejemplo de este “efecto mariposa”
podría encontrarse en Ciudad Juárez, donde la adoración hizo descender el
índice de homicidios de 3.766 en el año 2010 a 265 en 2015, según Patricio
Hileman, sacerdote dedicado a crear capillas de adoración por toda América
Latina, quien asegura que “cuando una parroquia adora a Dios día y noche,
la ciudad es transformada”.
Fuente: ReL