Dividió sus importantes riquezas en dos partes: la mitad la repartió a los pobres, y la otra mitad la dio al Sr. Obispo para que hiciera un fondo para costear los estudios a seminaristas pobres
Nació
en Sigmaringa, Alemania, en 1577.
Tenía
una inteligencia muy vivaz y fue enviado a estudiar a la Universidad de
Friburgo, donde obtuvo doctorado en ambos derechos, y luego llegó a ser
profesor muy estimado de filosofía y letras. Durante seis años fue encargado de
la educación de varios jóvenes de las familias principales de Suabia
(Alemania), a los cuales llevó por varios países de Europa para que conocieran
la cultura y el modo de ser de las diversas naciones.
Sus
alumnos se quedaban admirados del continuo buen ejemplo de su profesor en el
cual no podían encontrar ni una palabra ni un acto que no fueran de buen
ejemplo. Lo que los otros gastaban en chucherías él lo gastaba en dar limosnas.
Como
abogado, Fidel se dedicó a defender gratuitamente a los pobres que no tenían
con qué costearse un defensor. Su generosidad era tan grande que la gente lo
llamaba "El abogado de los pobres". Ya desde muy joven renunciaba a
conseguir y estrenar trajes nuevos y el dinero que con eso ahorraba lo repartía
entre las gentes más necesitadas. Jamás en su vida de estudiante ni en sus años
de profesional tomó licor, ni nadie lo vio en reuniones mundanas o que
ofrecieran peligro para la virtud. Sus compañeros de abogacía se admiraban de
que este sabio doctor nunca empleaba palabras ofensivas en los pleitos que sostenía
(y sus contrarios sí las usaban y muy terribles).
Un
día el abogado contrario a un pleito, le ofreció en secreto una gran cantidad
de dinero, con tal de que arreglaran los dos en privado y se le diera la
victoria al rico que había cometido la injusticia. Fidel se quedó aterrado al
constatar lo fácil que es para un abogado el prestarse a trampas y vender su
alma a Satanás por unas monedas como lo hizo Judas. Y dispuso dejar la abogacía
y entrar de religioso capuchino. Tenía 35 años.
Dividió
sus importantes riquezas en dos partes: la mitad la repartió a los pobres, y la
otra mitad la dio al Sr. Obispo para que hiciera un fondo para costear los
estudios a seminaristas pobres.
Con
razón le pusieron después esta leyenda debajo de su retrato:
¡Santo
es Fidel, y fue abogado!,
Obra del poder Divino.
Mucho le costó ser capuchino
y morir después martirizado.
Obra del poder Divino.
Mucho le costó ser capuchino
y morir después martirizado.
Habiendo
sido tan rico y tan lleno de comodidades se fue a vivir como el más humilde y
pobre fraile capuchino. Le pedía constantemente a Dios que lo librara de la
tibieza (ese vicio que lo hace a uno vivir sin fervor, ni frío ni caliente,
descuidado en sus deberes religiosos y flojo para hacer obras buenas) y le
suplicaba a Nuestro Señor que no lo dejara perder el tiempo en inutilidades y
que lo empleara hasta lo máximo en propagar el Reino de Dios. L
e
gustaba repetir la famosa frase de San Bernardo: "Sería una
vergüenza que habiendo sido coronado de espinas mi Capitán Jesucristo, en
cambio yo que soy su soldado, viviera entre comodidades y sin hacer
sacrificios".
En
Friburgo consiguió la conversión de muchos protestantes. Y la gente se quedó
admirada cuando llegó la peste del cólera, pues se dedicaba de día y de noche a
asistir gratuitamente a todos los enfermos que podía. Su austeridad o dominio
de sí mismo, era impresionante. Su fervor en la oración y en la Santa Misa conmovía
a los que lo acompañaban. Las gentes veían en su persona a una superioridad
interior que les impresionaba.
Su predicación conseguía grandes frutos porque
era sencilla, clara, fácil, práctica, suave y amable, pero acompañada por la
unción o fuerza de conmover que proviene de quien antes de predicar reza mucho
por sus oyentes y después de la predicación sigue orando por ellos. Era tal el
atractivo de sus sermones que hasta los mismos herejes iban a escucharlo. Pero
este atractivo fue el que llenó de envidia y rabia a sus opositores y los llevó
a escogerlo a él, entre todos los compañeros de misión, para martirizarlo.
Hay
algo que a los santos les falla de manera impresionante, es la "prudencia
simplemente humana", ese andar haciendo cálculos para no excederse en
desgastarse por el Reino de Dios. Los santos no se miden. Ellos se enamoran de
Cristo y de su religión y no andan dedicándose a darse a cuenta gotas, sino que
se entregan totalmente a la misión que Dios les ha confiado. Y esto le sucedió
a Fidel. Cada poco le llegaban tarjetas como esta: "Recuerde que está
predicando en tierras donde hay muchos protestantes, evangélicos, calvinistas y
demás herejes. No hable tan claro en favor de la religión católica, si es que
quiere seguir comiendo tranquilamente su sopa entre nosotros".
Pero
él seguía incansable enseñando el Catecismo Católico y previniendo a sus
oyentes contra el peligro de las sectas de evangélicos y demás protestantes.
Tenía que prevenir a sus ovejas contra los lobos que acaban con las devociones
católicas.
Al
saber en Roma los grandes éxitos del padre Fidel que con sus predicaciones
convertía a tantos protestantes, lo nombraron jefe de un grupo de misioneros
que tenían que ir a predicar en Suiza. Lo enviaba la Sagrada Congregación para
la Propagación de la fe.
En
la ceremonia con la cual lo despedían solemnemente al empezar su viaje hacia
Suiza, Fidel dijo en un sermón: "Presiento que voy a ser asesinado, pero
si me matan, aceptaré con alegría la muerte por amor a Jesucristo y la
consideraré como una enorme gracia y una preferencia de Nuestro Señor.
Pocos
días antes de ser martirizado, al escribir una carta a su lejano superior,
terminaba así su escrito: "Su amigo Fidel que muy pronto será pasto de
gusanos".
Al
llegar a Suiza empezó a oír rumores de que se planeaba asesinarlo porque los
protestantes tenían gran temor de que muchos de sus adeptos se pasaran al
catolicismo al oírlo predicar. Al escuchar estas noticias se preparó para la
muerte pasando varias noches en oración ante el Santísimo Sacramento, y
dedicando varias horas del día a orar, arrodillado ante un crucifijo. La
santidad de su vida lo tenía ya bien preparado para ser martirizado.
El
domingo 24 de abril, se levantó muy temprano, se confesó y después de rezar
varios salmos se fue al templo de Seewis, donde un numeroso grupo de
protestantes se había reunido con el pretexto de que querían escucharlo, pero
con el fin de acabar con él. Al subir al sitio del predicador, encontró allí un
papel que decía: "Este será su último sermón. Hoy predicará por
última vez". Se armó de valor y empezó entusiasta su predicación.
El tema
de su sermón fue esta frase de San Pablo: "Una sola fe, un solo
Señor, un solo bautismo" (EF. 4,5) y explicó brillantemente cómo la
verdadera fe es la que enseñan los católicos, y el único Señor es Jesucristo y
que no hay varios bautismos como enseñan los protestantes que mandan rebautizar
a la gente. Aquellos herejes temblaban de furia en su interior, y uno de los
oyentes le disparó un tiro, pero equivocó la puntería. Fidel bajó del sitio
desde donde predicaba y sintiendo que le llegaba el fin, se arrodilló por unos
momentos ante una imagen de la Sma. Virgen. Quedó como en éxtasis por unos minutos,
y luego salió por una pequeña puerta por la sacristía detrás del templo.
Los
herejes lo siguieron a través del pueblo gritándole: "Renuncie a lo
que dijo hoy en el sermón o lo matamos". Él les respondió
valientemente: "He venido para predicar la verdadera fe, y no para
aceptar falsas creencias. Jamás renunciaré a la fe de mis antepasados
católicos." Aquel grupo de herejes, dirigidos por un pastor
protestante, le gritaba: "O acepta nuestras ideas o lo matamos".
El les contestó: "Ustedes verán lo que hacen. Yo me pongo en manos de
Dios y bajo la protección de la Virgen Santísima. Pero piensen bien lo que van
a hacer, no sea que después tengan que arrepentirse muy amargamente".
Entonces lo atacaron con palos y machetes y lo derribaron por el suelo, entre
un charco de sangre. Poco antes de morir alcanzó a decir: "Padre,
perdónalos". Era el 24 de abril del año 1622.
Dios
demostró la santidad de su mártir, obrando maravillosos milagros junto a su
sepulcro. Y el primer milagro fue que aquel pastor protestante que acompañaba a
los asaltantes, se convirtió al catolicismo y dejó sus errores.
El
Papa Benedicto XIV lo declaró santo en 1746.
San
Fidel mártir: te encomendamos nuestros países tan plagados de ideas ajenas al
Evangelio que le van quitando la devoción a nuestra gente y la van llevando al
indiferentismo y a la herejía. Haz que a ejemplo tuyo se levanten por todas
partes apóstoles Católicos valerosos y santos que prevengan al pueblo y no lo
dejen caer en las garras de lobos que asaltan al verdadero rebaño del Señor.
Si
el grano de trigo cae a tierra y muere, produce mucho fruto. (Jesucristo).
Fuente: EWTN






