Después
de la misa. Y a continuación almuerza con los obispos portugueses
El
papa Francisco al concluir la santa misa de canonización de santa Jacinta y san
Francisco Marto, bendijo a los enfermos presentes y entregó un regalo a la Casa
“Nossa Senhora do Carmo” donde a las 12:30 almorzó con los obispos de Portugal.
A
los enfermos el Pontífice les dijo “el Señor nos precede siempre: cuando
atravesamos por alguna cruz, él ya ha pasado antes. En su Pasión, cargó con
nuestros sufrimientos. Jesús sabe lo que significa el sufrimiento, nos
comprende, nos consuela y nos da fuerza, como hizo con san Francisco Marto y
santa Jacinta, y con los santos de todas las épocas y lugares. Pienso en el
apóstol Pedro, en cómo la Iglesia entera rezaba por él mientras estaba
encadenado en la prisión de Jerusalén. Y el Señor lo consoló.
Este
es el misterio de la Iglesia: la Iglesia pide al Señor que consuele a los
afligidos y él los consuela, incluso de manera oculta; los consuela en la
intimidad del corazón y les consuela dándoles fortaleza.
Queridos
peregrinos, ante nuestros ojos tenemos a Jesús invisible pero presente en la
Eucaristía, así como tenemos a Jesús oculto pero presente en las llagas de
nuestros hermanos y hermanas enfermos y atribulados.
En
el altar, adoramos la carne de Jesús; en ellos, descubrimos las llagas de
Jesús. El cristiano adora a Jesús, el cristiano busca a Jesús, el cristiano
sabe reconocer las llagas de Jesús.
Hoy,
la Virgen María nos repite a todos nosotros la pregunta que hizo, hace cien
años, a los pastorcillos: «¿Queréis ofreceros a Dios?». La respuesta: «¡Sí,
queremos!», nos ofrece la oportunidad de entender e imitar su vida. Ellos la
vivieron con todo lo que conlleva de alegría y sufrimiento, en una actitud de
ofrecimiento al Señor.
Queridos
enfermos, vivan vuestra vida como una gracia y digan a Nuestra Señora, como los
pastorcillos, que desean ofrecerse a Dios con todo el corazón.
No
se consideren solamente como unos destinatarios de la solidaridad caritativa,
sino partícipes a pleno título de la vida y misión de la Iglesia. Vuestra
presencia silenciosa, pero más elocuente que muchas palabras, vuestra oración,
el ofrecimiento diario de vuestros sufrimientos, en unión con los de Jesús
crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y hasta alegre
de vuestra condición son un recurso espiritual, un patrimonio para toda
comunidad cristiana.
No
tengan vergüenza de ser un tesoro valioso de la Iglesia. Jesús va a pasar cerca
de vosotros en el Santísimo Sacramento para manifestaros su cercanía y su amor.
Confíenle vuestro dolor, vuestros sufrimientos, vuestro cansancio. Cuenten con
la oración de la Iglesia que, por vosotros y con vosotros, se eleva al cielo
desde todas partes. Dios es Padre y nunca los olvida”.
Fuente:
Zenit