Al
concluir su visita invita a “ejercitar la fuerza suave de la oración con la que
se pueden también detener las guerras y obtener la paz”
Con
una misa presidida por el santo padre Francisco en una explanada de la costa de
Génova, concluyó la visita apostólica de 12 horas en la ciudad portuaria.
Vistiendo
paramentos crema con los bordes dorados y endosando el palio, el Santo Padre se
dirigió a los varios miles de personas allí reunidos en esta zona del puerto.
El
altar puesto en el centro de una construcción de fondo blanco, enarbolaba una
hermosa cruz de madera y plata, como de plata era el altar.
“Recordemos
de echar cada día el ancla en Cristo”, dijo el Papa en su homilía, “Jesús es
nuestro abogado” debemos llevarle las situaciones y las dificultades”. Invitó a
rezar para llevar todo a Dios, a confiarle el mundo, porque “la oración es
intercesión, non es tranquilidad, es caridad”. Invitó así a ponerse en juego
para interceder “los unos por los otros”, sin cansarnos porque “es nuestra
primera responsabilidad”; “es nuestra primera misión”.
No
gritar con más fuerza según la lógica de este mundo. Dijo, sino “ejercitar la
fuerza suave de la oración con la que se pueden también detener las guerras y
obtener la paz”.
“El
Señor envía a los suyos a anunciarlo con la fuerza del Espíritu”. El Señor nos
quiere en salida, libres de la tentación de contentarnos cuando estamos bien.
“Nuestra identidad es ir en el mundo con el Señor”. “Pongámonos en juego, con
coraje, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir”, dijo. Y concluyó
exhortando: “Que el Señor sea el coraje de nuestro caminar”.
SERGIO MORA
Fuente:
Zenit