¡Si no pertenecen al texto
original!
Debo
confesar que me inquieta que casi todos los evangelios en la Eucaristía inicien
con la frase “en aquellos tiempos”. Pareciera que la frase inicial
pretende hacer énfasis en hechos ya acaecidos, del pasado. ¿Es que la Palabra
de Dios no es eterna e inmutable? Y, en tanto eterna e inmutable ¿permanente y
actual? ¿Por qué la insistencia litúrgica de que la proclamación deba iniciar
con la frase “en aquellos tiempos” que, por otra parte, en ocasiones no se
encuentra inserta en el texto bíblico que se proclama? Gracias de antemano por
responder a mi inquietud.
Las
palabras “en aquellos tiempos”, con que suele encabezarse el Evangelio que se
lee en la liturgia no pertenecen al texto original. Son un añadido, una
especie de cláusula de estilo para encabezar el texto, que no tiene más fin que
el introducir el texto de forma elegante.
Se
pregunta si no relativiza el contenido, de forma que haría alusión a hechos
pasados, mientras que la palabra de Dios es eterna e inmutable. Lo cierto es
que el Evangelio hace verdaderamente alusión a hechos del pasado, con o
sin ese añadido. Pero voy a profundizar un poco en la cuestión, pues en el
fondo alude a la persona de Jesucristo.
La
Palabra de Dios eterna e inmutable es el Verbo divino, la segunda persona de la
Santísima Trinidad (Verbo viene del latín verbum, que significa
“palabra”). Pero resulta que el Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros (Jn 1, 14). La Encarnación supone la entrada de Dios en el
tiempo, y con él en la historia humana, donde hay un pasado, un presente y un
futuro.
San
Juan lo narra como un hecho pasado –habitó-, con razón porque así es. La
Revelación divina, que culmina con la persona de Jesucristo, tiene un valor
perenne, pero a la vez se ha realizado en la historia, en un tiempo
determinado. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, tal es el
misterio de Cristo, revelado y realizado en la historia según un plan (nº
1066).
Así, la
existencia de Cristo es actual y durará por siempre, pero su existencia en
carne mortal fue limitada en el tiempo, y sucedió hace veinte siglos. Es, pues,
un hecho del pasado. Los evangelios narran precisamente esos años, los más
importantes de la historia humana. Por tanto, narran hechos del pasado, aunque
el mensaje que transmiten tenga valor universal.
Cualquier
homilía lleva implícito este carácter: el ser una palabra pronunciada en
el pasado, y el que tiene una vigencia actual. Es frecuente, por ejemplo, que
comiencen con una frase parecida a “¿qué nos dicen estas palabras?”.
Desde
hace unos siglos, un ataque frecuente a la fe cristiana consiste precisamente
en negar o poner en duda la historicidad de lo narrado en la Escritura e
incluso de la persona misma de Jesucristo. Si no correspondieran a sucesos
históricos, entonces serían una ficción (algunos hablan de “mitificación”), y
ya no tendrían el valor que tienen.
Por
eso, aunque las palabras “en aquellos tiempos” no pretendan ser más que una
introducción al texto, no vienen nada mal: diciendo que sucedió en el pasado,
lo que están diciendo a la vez es que sucedió realmente, que no nos lo
hemos inventado.
Julio De La
Vega-Hazas
Fuente:
Aleteia