El capítulo general de la orden se realiza del 11 al 25 de junio
en Roma
Los
participantes en el XXXII Capítulo General de la Congregación de la
Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo (Resurreccionistas), en curso en Roma
del 11 al 25 de junio de 2017 y cuyo tema es “Testigos de la presencia del
Señor resucitado: De la comunidad al mundo”, han sido recibidos este sábado por
el papa Francisco en el Vaticano.
Así
en la Sala del Consistorio, en el Palacio Apostólico, el Pontífice articuló sus
palabras en tres puntos:
Primero:
“Testigos de la presencia del Señor resucitado” y les propuso como icono a
Maria Magdalena, que después de encontrar a Jesús resucitado, lo anuncia a los
otros discípulos. Y ser hombres que “saben cómo proclamar, con la audacia que
viene del Espíritu, que Cristo está vivo y es el Señor”.
El
segundo punto fue “de la comunidad al mundo”, salir a llevar la Buena Nueva de
la Resurrección, asumiendo los riesgos y expresarla en la vida fraterna en
comunidad. Ser constructores de “comunidades” evangélicas y no meros
“consumidores” de ellas.
Y
tercero: la luz del misterio pascual devuelve una “esperanza fiable”. Tener el
valor de “bajar a nuestros sepulcros personales y comunitarios”, y ver “cómo
Jesús es capaz de resucitarnos de ellos”.
Publicamos
a continuación el discurso que el Santo Padre ha pronunciado en el curso del
encuentro:
«Queridos
hermanos,
Os
acojo con alegría con ocasión de vuestro capítulo general. Doy las
gracias al Superior General sus palabras; y, a través de vosotros, saludo
a todos los hermanos presentes en quince países de cuatro continentes.
Hijos espirituales de Bogdan Janski, apóstol de los emigrados polacos en Francia durante el siglo XIX, habéis nacido para dar testimonio de que la resurrección de Cristo es el fundamento de la vida cristiana, para anunciar la necesidad de una resurrección personal y apoyar a la comunidad en su misión al servicio del Reino de Dios. En estrecha relación con el carisma del Instituto, habéis elegido para este capítulo el tema “Testigos de la presencia del Señor resucitado: de la comunidad al mundo.” Me gustaríar eflexionar sobre tres expresiones.
Hijos espirituales de Bogdan Janski, apóstol de los emigrados polacos en Francia durante el siglo XIX, habéis nacido para dar testimonio de que la resurrección de Cristo es el fundamento de la vida cristiana, para anunciar la necesidad de una resurrección personal y apoyar a la comunidad en su misión al servicio del Reino de Dios. En estrecha relación con el carisma del Instituto, habéis elegido para este capítulo el tema “Testigos de la presencia del Señor resucitado: de la comunidad al mundo.” Me gustaríar eflexionar sobre tres expresiones.
1. Testigos
de la presencia del Señor resucitado: Es decir, misioneros, apóstoles del
Viviente. Por eso os propongo como icono a Maria Magdalena, la
apóstola de los apóstoles, que en la mañana de Pascua, después de encontrar a
Jesús resucitado, lo anuncia a los otros discípulos. Buscaba a Jesús
muerto y lo encuentra vivo. Y esa es la alegre Buena Nueva que lleva
a los demás: Cristo está vivo y tiene el poder para vencer la muerte y darnos
la vida eterna.
A
partir de aquí se deriva una primera reflexión: La nostalgia de un pasado
que ha podido ser fructífero en vocaciones y obras grandiosas no os debe
impedir ver la vida que el Señor hace brotar a vuestro lado en el momento
presente. No seáis hombres nostálgicos, sino hombres que, movidos por la fe en
el Dios de la historia y de la vida, anuncian la llegada del alba, incluso en
la oscuridad de la noche (Is 21, 11 a 12).
Hombres
contemplativos que, con los ojos del corazón fijos en el Señor, saben ver
lo que otros no ven, impedidos por las preocupaciones de este mundo; hombres
que saben cómo proclamar, con la audacia que viene del Espíritu, que Cristo
está vivo y es el Señor.
Una
segunda consideración es la siguiente: María Magdalena y las otras van al
sepulcro (cf. Lc 24, 1 a 8) son mujeres “en salida”: abandonan su
“nido” y se ponen en camino, saben arriesgarse. El Espíritu os llama, también a
vosotros, Hermanos de la Resurrección a ser hombres en camino, un
Instituto “en salida” hacia las periferias humanas, allí donde es necesario llevar
la luz del Evangelio.
Les llama
a ser buscadores del rostro de Dios allí donde se encuentra: no en las
tumbas – “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (V. 5) -, sino
donde Él vive: en la comunidad y en la misión.
2. De
la comunidad al mundo. Como los discípulos de Emaús, dejad que os alcance el
Resucitado, sea individualmente que como comunidad, especialmente a lo largo de
los caminos de la decepción y el abandono (cf. Lc 24, 11ss). Y este
encuentro os hará correr de nuevo, llenos de alegría y sin demora, a la
comunidad, y de ella a todo el mundo para anunciar: “¡Verdaderamente el Señor
ha resucitado!” (V. 34).
Los
que creen en el Resucitado tienen el coraje de “salir” a llevar la Buena Nueva
de la Resurrección, asumiendo los riesgos del testimonio, como hicieron los
apóstoles. ¡Cuántos esperan esta alegre noticia! No podemos privarles de ella.
Si la resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza y el tesoro más preciado,
¿Cómo no podemos correr a anunciarlo a los demás?
Y
una forma concreta de expresarla es la vida fraterna en comunidad. Se
trata de acoger a los hermanos que el Señor nos da: no a los que elegimos
nosotros, a los que el Señor nos da. Puesto que Cristo ha resucitado ya no se
nos permite, como dice el Apóstol Pablo, mirar a los otros a la manera
humana (cf. 2 Co 5, 16). Los vemos y los acogemos como un regalo del Señor. El
otro es un regalo que no puede ser manipulado o despreciado; un regalo para
recibirlo con respeto, porque en él, sobre todo si es débil y frágil, sale a mi
encuentro Cristo.
Os
exhorto a ser constructores de “comunidades” evangélicas y no meros
“consumidores” de ellas; a asumir la vida fraterna en la comunidad
como la primera forma de evangelización. Las comunidades estén abiertas a
la misión y huyan de la referencia a sí mismas, que lleva a la
muerte. Que los problemas – siempre los hay – no os ahoguen;
cultivad, en cambio, “la mística del encuentro” y buscad, junto con los
hermanos que el Señor os ha dado e iluminados” por la relación de amor que
recorre las tres Personas Divinas” el camino y el método para ir adelante (cf.
Carta apostólica
A
todos los consagrados, 21 de noviembre de 2014, I, 2). En una sociedad que
tiende a nivelar y uniformar, donde la injusticia contrapone y divide, en un
mundo desgarrado y agresivo ¡no dejés que falte el testimonio de la vida
fraterna en comunidad!
3. Profetas
de la alegría y la esperanza pascual. El Señor resucitado ha derramado
sobre sus discípulos dos formas de consuelo: la alegría interior y la luz del
misterio pascual. La alegría de reconocer la presencia del Resucitado os
introduce en su Persona y en su voluntad: por eso lleva a la misión.
Por
otro lado, la luz del misterio pascual devuelve la esperanza, una “esperanza
fiable”, como dijo el Papa Benedicto XVI (Enc. Spe salvi, 2).
Resucitados para resucitar, liberados para liberar, generados a nueva vida para
generar nueva vida en todos los que encontramos en nuestro camino. Esta es
vuestra vocación y la misión de los Hermanos de la Resurrección.
“¿Por
qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24 ,5). Que en
vuestros corazones resuene constantemente esta palabra. Os ayudará a salir de
los momentos de tristeza y os abrirá a horizontes de alegría y esperanza.
Hará
revertir las piedras de los sepulcros y os dará las fuerzas para anunciar la
Buena Noticia en esta cultura tantas veces marcada por la muerte. Si tenemos el
valor de bajar a nuestros sepulcros personales y comunitarios, veremos cómo
Jesús es capaz de resucitarnos de ellos. Y redescubriremos así la alegría, la
felicidad y la pasión de los primeros momentos de nuestro darnos.
Queridos
hermanos, concluyo recordando lo que tantas veces he dicho a los consagrados
especialmente durante el Año de la Vida Consagrada: mirar al pasado con
gratitud, vivir el presente con pasión, abrazar el futuro con esperanza.
Recuerdo grato del pasado: no arqueología, porque el carisma es siempre
una fuente de agua viva, no una botella de agua destilada. Pasión para mantener
siempre vivo y joven el primer amor, que es Jesús. Esperanza: sabiendo que
Jesús está con nosotros y guía nuestros pasos como ha guiado los pasos de
nuestros fundadores.
María,
que de manera singular vivió y vive el misterio de la resurrección de su Hijo,
vele como una madre vuestro camino. Os acompañe también mi bendición. Y,
por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias».
Fuente:
Zenit