No
te dejes engañar por sucedáneos del amor
El
consumidor busca en el anaquel del supermercado chocolate para alimento de sus
hijos. Escoge un envase del producto con un atractivo diseño que pregona sus
bondades nutricionales con letras ostentosamente visibles. Ya en casa, se
sorprende leyendo las letras pequeñas de la etiqueta que dicen: producto con
sabor a chocolate, colorante artificial, saborizante artificial, conservadores
etc. etc…, más supuestas vitaminas agregadas. El producto en cuestión es
un sucedáneo que es cualquier otra cosa menos chocolate.
Es
así que exponen su salud quienes consumen, voluntariamente o no, productos
imitación, que a través de un atractivo empaque exaltan más el placer del
sabor artificiosamente logrado que su verdadero valor nutricional.
Ahora
imaginemos (lo cual resulta lamentablemente real) que alguien buscando
contraer matrimonio, encuentre quien le prometa lo que resultarán ser falsas
cualidades ocultas en un atractivo empaque, cuyas letras diminutas en la
etiqueta digan: producto con sabor a matrimonio con un contenido tal de
saborizantes, colorantes, vitaminas, calorías, grasas. Con argumentos que
intentan convencer sobre sus cualidades para sustituir plenamente la esencia
del matrimonio.
Pareciera
que el amor conyugal y la dignidad de la persona se pudieran fabricar
artificialmente, haciendo resaltar solo los sentimientos sensibles sobre
el amor reflexivo, como en el caso de ciertos productos, el sabor sobre el
valor nutricional.
Para
evitar caer en ese engaño, el consumidor prudente y bien informado, leerá con
mucho cuidado la etiqueta para cerciorarse de que su contenido no es un
sucedáneo del amor pleno y total que identifica al verdadero amor conyugal, y
que es lo único que puede reflejar y garantizar los bienes del matrimonio: la
ayuda mutua, la procreación y educación de los hijos.
Como
el varón y la mujer, en virtud de su valor y significado como personas, solo
son adecuadamente amadas cuando el amor hacia ellas es pleno y total, entonces
el contenido deberá ser:
Fidelidad al ciento por
ciento.
Un
amor solo puede ser pleno y total si se es fiel, sobre todo excluyendo
relaciones con terceros. Una fidelidad labrada a canto por voluntades que
no aceptan un corazón partido, porque se saben capaces de dar el suyo por
entero.
Porque
el amor verdadero que va de la entera persona del uno a la entera persona del otro,
puede exigir y esperar este amor único.
Las
imitaciones de fidelidad están en boga pero nada duele y daña más que la
traición hacia quien se implicó verdaderamente en el amor para darse del todo…
nada más injusto y nada más estúpido por quien no es capaz de valorar esa
entrega y esa confianza.
Los
defectos, los errores y tropiezos de otra índole pueden sanar por la entrega
del otro para hacer prevalecer el amor. Pero cuando la confianza y la
entrega del otro se pierden, la menor de las heridas puede quedar abierta hasta
infectarse en maloliente gangrena. En el matrimonio la infidelidad tiene el
rostro de la muerte.
Un amor para toda la vida.
Un
amor solo puede ser pleno y total si por él se compromete toda la vida al
margen del curso que habrán de tomar los acontecimientos futuros. Al construir
su propia historia, el amor verdadero confía, no teme a lo incierto y es capaz
de ver en las pruebas, que seguramente vendrán, el crisol en que se habrá de
purificar las deudas de amor contraídas.
En
el amor falsificado, el rechazo del compromiso perpetuo es señal de un
amor insuficiente, inmaduro, degradado. Quien no quiere comprometerse para toda
la vida no ofrece el verdadero amor conyugal, lo que ofrece es un sucedáneo que
ofende al otro por grave injusticia.
En
esa clase de amor solo se quiere por lo que se recibe, mientras que en el
auténtico amor la persona se implica en todo su ser para hacer feliz al otro.
Apertura a la vida
Para
que el amor sea pleno y total es necesario amar al otro no rechazando sino
aceptando positivamente lo que ofrece el rasgo primario de la estructura de su
persona, en cuanto que se es varón y mujer, es decir, la capacidad de ser padre
o ser madre. No se puede decir que se ama total y plenamente al varón o la
mujer si a la vez se rechaza en todo o en parte, su fecundidad potencial.
Un
amor falsificado tiene un componente de egoísmo por el que no es capaz de aceptar
la persona del hijo como el mayor de los dones. Se trata de una falsa copia que cambia
los hijos que generosa y responsablemente podría tener por lo que estima su
seguridad; una casa más confortable; cambiar de coche; un cuenta
bancaria; viajes… no ve en los hijos la encarnación de su amor, porque
este comienza y termina en sí mismo.
La
fidelidad, la perpetuidad del amor y la apertura a la vida, hacen del
consentimiento un compromiso indisoluble del que es capaz la naturaleza del
hombre, para su propio perfeccionamiento y desarrollo al darse a los demás.
Sin
embargo, entre la naturaleza del hombre y el compromiso interviene la libertad,
y cuando esta es pobremente utilizada, lo que está llamado a ser, puede no ser,
porque hay quienes eligen falsificar el amor, y quienes conscientemente lo
aceptan atentando contra su propia dignidad.
Por Orfa Astorga de Lira
Fuente: Aleteia