Religioso
Capuchino, 2 de junio
Martirologio Romano: En Nicosia, en
Sicilia, san Félix (Jacobo) Amoroso, religioso, que después de haber sido
rechazado durante diez años, finalmente ingresó en la Orden de los Hermanos
Menores Capuchinos, desempeñando humildísimos oficios con sencillez e inocencia
de corazón (1787).
Fecha de canonización: 23 de octubre de 2005 por el Papa Benedicto XVI.
Etimológicamente: Félix = Aquel que se considera Feliz o afortunado, es de origen latino.
Breve
Biografía
Nació
el año 1715 en Nicosia (Sicilia), en el seno de una familia humilde y muy
religiosa. Pronto tuvo que trabajar en el oficio de su difunto padre, que era
zapatero, para subvenir a los suyos. Tras recibir varias negativas, consiguió
ser admitido en la Orden capuchina. Hecha la profesión, lo enviaron al convento
de su pueblo, donde por espacio de más de cuarenta años ejerció el oficio de
limosnero, desarrollando un intenso apostolado popular e itinerante, entre
gentes de todas las clases. Era analfabeto, pero tenía la ciencia de la caridad
y de la humildad. Sus mayores devociones fueron la pasión de Cristo, la
Eucaristía y la Virgen de los Dolores. Realizó siempre trabajos humildes y
destacó por su obediencia y paciencia, espíritu de sacrificio y amor a los
niños y a los pobres y enfermos. Murió el 31 de mayo de 1787 en Nicosia. Lo
canonizó Benedicto XVI el año 2005, y su fiesta se celebra el 1 de junio.
San Félix (en el siglo, Filippo Giacomo Amoroso) nació en Nicosia el 5 de noviembre de 1715. Su padre era zapatero remendón y él mismo trabajó desde joven en una zapatería. Muy piadoso y religioso desde su infancia, aspiraba a la vida religiosa y, cuando murieron sus padres, acudió a los capuchinos solicitando el ingreso, pero no fue admitido. Perseveró en su pretensión durante años hasta que fue admitido en 1743 en el convento de Mistretta, donde hizo la profesión religiosa como hermano lego y tomó el nombre de fray Félix de Nicosia.
Enviado al convento de Nicosia, acompañó primero al hermano limosnero por las calles de la ciudad y luego fue hortelano, cocinero, zapatero, enfermero, portero y sobre todo, durante más de cuarenta años, limosnero, oficio éste que le permitió ponerse en contacto con mucha gente a la que edificó e hizo mucho bien. Su exquisita espiritualidad y grandes virtudes, como la humildad, la mansedumbre, la caridad, atrajeron hacia él la atención de los fieles, que se encomendaban a sus oraciones y decían recibir de Dios por medio de ellas grandes favores, incluso milagros. El guardián del convento sometió muchas veces a prueba su obediencia y humildad, comprobando que fray Félix era en efecto tan santo como parecía. Llevaba una vida austerísima, con grandes ayunos y mortificaciones. Devotísimo de la eucaristía, se pasaba no pocas horas de la noche ante el sagrario, y era asimismo muy fervorosa su devoción a la Virgen María.
Lleno de méritos murió en su convento de Nicosia el 31 de mayo de 1787. Fue beatificado por el papa León XIII el 12 de febrero de 1888, y canonizado por el papa Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005.
San Félix (en el siglo, Filippo Giacomo Amoroso) nació en Nicosia el 5 de noviembre de 1715. Su padre era zapatero remendón y él mismo trabajó desde joven en una zapatería. Muy piadoso y religioso desde su infancia, aspiraba a la vida religiosa y, cuando murieron sus padres, acudió a los capuchinos solicitando el ingreso, pero no fue admitido. Perseveró en su pretensión durante años hasta que fue admitido en 1743 en el convento de Mistretta, donde hizo la profesión religiosa como hermano lego y tomó el nombre de fray Félix de Nicosia.
Enviado al convento de Nicosia, acompañó primero al hermano limosnero por las calles de la ciudad y luego fue hortelano, cocinero, zapatero, enfermero, portero y sobre todo, durante más de cuarenta años, limosnero, oficio éste que le permitió ponerse en contacto con mucha gente a la que edificó e hizo mucho bien. Su exquisita espiritualidad y grandes virtudes, como la humildad, la mansedumbre, la caridad, atrajeron hacia él la atención de los fieles, que se encomendaban a sus oraciones y decían recibir de Dios por medio de ellas grandes favores, incluso milagros. El guardián del convento sometió muchas veces a prueba su obediencia y humildad, comprobando que fray Félix era en efecto tan santo como parecía. Llevaba una vida austerísima, con grandes ayunos y mortificaciones. Devotísimo de la eucaristía, se pasaba no pocas horas de la noche ante el sagrario, y era asimismo muy fervorosa su devoción a la Virgen María.
Lleno de méritos murió en su convento de Nicosia el 31 de mayo de 1787. Fue beatificado por el papa León XIII el 12 de febrero de 1888, y canonizado por el papa Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005.