"Lo que me piden es que Cáritas siga siendo lo que ha sido hasta ahora. Que sea, como dice el Papa, la institución del amor de la Iglesia, la caricia de la Iglesia a su pueblo, la caricia de la madre Iglesia a sus hijos, la ternura y la cercanía… "
Después
de un exdirector de la Policía, Rafael del Río, llega a la presidencia de
Cáritas Española un teniente general en la reserva. Manuel Bretón (Madrid,
1946) es un hombre de carácter afable y un currículum impresionante.
Fue
secretario personal del rey Juan Carlos I y jefe de gabinete de dos ministros
de distinto signo político, Federico Trillo y José Bono, además de agregado
militar en varias embajadas, una intensa vida profesional por la que «puedo
decir que me ha tocado la lotería».
¿Qué
se lleva Bretón de todas estas experiencias? «Estar cerca de grandes personas
–responde– te hace crecer y desarrollarte más y mejor, y yo he tenido la enorme
suerte de estar prácticamente toda mi vida junto a muchas de ellas, empezando
por mi familia, mis padres, mi hermana, mi mujer, mis hijos, ahora mis nietos…
Y también mis jefes me han enriquecido mucho».
Cáritas insiste siempre
en que es 100 % Iglesia, pero es también, de algún modo, una plataforma para el
encuentro con personas y organizaciones de todas las ideologías que valoran
mucho su trabajo.
Es
verdad. La capacidad de Cáritas como instrumento de evangelización social debe
casi todo a su presencia junto a las personas que están en los márgenes de la
sociedad, a su respuesta ante las situaciones de mayor precariedad… No se trata
de sacar músculo, pero sí es cierto que el trabajo diario de esos miles de
voluntarios y trabajadores con los más abandonados nos dan credibilidad.
Ha pasado ya un tiempo
prudencial desde su nombramiento, en febrero. ¿Cuáles son sus prioridades?
Las
prioridades están marcadas por nuestros obispos y por los órganos confederados
de Cáritas. Hay fundamentalmente tres estrategias marcadas: la opción por un
modelo de economía solidaria –en el que estamos trabajando muy en conciencia y
que centró nuestro Congreso sobre Teología de la Caridad celebrado en mayo en
Santiago–, la respuesta a los retos de la inmigración –uno de los temas que
ahora más nos preocupan– y la sostenibilidad medioambiental y el cuidado de la
Creación, como nos marca el Papa en la Laudato si.
¿Cuáles son hoy las
necesidades más urgentes en la sociedad española a las que debe atender
Cáritas?
La
Fundación Foessa y otros órganos de Cáritas nos dan una visión muy cercana y
real de lo que está pasando en la sociedad, lo que nos sirve para movernos en
una dirección o en otra, siempre con el objetivo de llegar al más necesitado.
Esa es nuestra señal de identidad. Pero esto no quita para que se nos permita
seguir soñando. Decía Rosalía de Castro que «infeliz es el que vive sin soñar».
Y yo no estoy dispuesto a vivir sin soñar. Quiero seguir soñando con que seamos
capaces de ilusionar a nuestra sociedad para que de verdad crea que el mundo
puede ser distinto y darle las claves para conseguirlo.
¿Qué indicaciones le han
dado los obispos?
Lo
que me piden es que Cáritas siga siendo lo que ha sido hasta ahora. Que sea,
como dice el Papa, la institución del amor de la Iglesia, la caricia de la
Iglesia a su pueblo, la caricia de la madre Iglesia a sus hijos, la ternura y
la cercanía… Con esto puede resumirse qué es lo que quieren los obispos.
¿Dónde está el
equilibrio entre una organización que cuenta con unos 85.000 voluntarios de muy
diverso origen, y al mismo tiempo ha avanzado hacia la especialización en
diversas áreas?
El
equilibrio está en no perder nunca de vista el objetivo de nuestra misión y
visión, desde la opción evangélica y la preferencia de la Iglesia por los
pobres. Todos los agentes de Cáritas, sean trabajadores remunerados o
voluntarios en las calles, estamos llamados a dar esa respuesta con calidad y
con profesionalidad. Los pobres se merecen lo mejor de nosotros. No podemos
ofrecerles soluciones improvisadas o simplemente buenas intenciones. Debemos
ser profesionales. Como recordaba Benedicto XVI en Caritas in veritate, la
calidad es una exigencia en el servicio prestado por las organizaciones
caritativas de la Iglesia. Cáritas ha dado un gran paso desde hace unos años.
Hoy no encuentras más que a verdaderos profesionales en montones de temas.
¿Y dónde está el
equilibrio entre una organización que trabaja a pie de parroquia y de barrio,
pero que al mismo tiempo ha adquirido un nítido discurso político, sin
rehuir cuestiones internacionales de actualidad como la reforma laboral a los
refugiados o el cambio climático?
En
la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la acción local necesita tener
como referente una concepción global sobre las raíces de los problemas, conocer
las causas de la precariedad o de la desprotección de derechos. Actuar
localmente pero pensar global. Sin este binomio no podemos cambiar las
estructuras que generan la pobreza. Y por esto Cáritas debe actuar en estos dos
niveles.
Un discurso más político
genera siempre críticas e incomprensiones…
Es
un tema que nos surge casi a diario en las decisiones que tenemos que tomar.
Pero la proximidad a la realidad social hace, creo yo, que en el entramado
dirigente se entienda que nuestra preocupación es solo mejorar la sociedad. Por
ejemplo, las diez propuestas que presentó Cáritas a los partidos en las últimas
elecciones fueron en general muy bien acogidas.
Usted fue el primer
director de la Cáritas Castrense, erigida hace tres años. ¿Cómo se involucró en
el proyecto?
De
forma sencilla y natural, en un momento en que dejaba de tener
responsabilidades profesionales, y con una ilusión tremenda de seguir
trabajando en el servicio a los demás, como había hecho durante muchos años. Vi
que se me abría esa maravillosa oportunidad, ofrecí mis servicios a mi amigo
Rafael del Río [entonces presidente de Cáritas] y a Juan del Río [el arzobispo
castrense], al que me une una gran amistad y tenía en ese momento la idea en la
cabeza de crear una Cáritas en su diócesis, que abarca a los militares, a la
Guardia Civil, a la Policía… Nos pusimos manos a la obra y yo creo que hoy
Cáritas Castrense es una maravillosa realidad.
El Corpus es también el
Día de la Caridad. La campaña institucional de Cáritas lleva por lema Llamados
a ser comunidad. ¿Qué significa este acento?
El
día del Corpus es un momento privilegiado en nuestra campaña institucional, y
en esta ocasión nos invita a poner el foco de atención en la dimensión
comunitaria como eje de nuestro trabajo al servicio del Reino de Dios. Creemos
que es urgente el redescubrimiento de esta dimensión para superar el
individualismo, que como nos dijo el cardenal Tagle [presidente de Caritas
Internationalis] en Santiago de Compostela es una de las causas de la
desaparición del ser humano. Por eso no nos debemos dejar arrastrar por esa
cultura
¿Y en el conjunto de la
sociedad? ¿Echa usted en falta un mayor impulso al voluntariado, de modo que
los jóvenes incorporen a su formación una mayor sensibilidad hacia las
necesidades de los demás y de su entorno?
Es
una gran preocupación nuestra: involucrar a los jóvenes en el trabajo de
Cáritas junto a las personas que viven la injusticia y la pobreza. Yo creo que
no existe un proyecto de vida más ilusionante para un joven que intentar
cambiar el mundo. Y muchas Cáritas diocesanas están trabajando mucho en el
rejuvenecimiento del voluntariado, acercándose también a jóvenes que no están
excesivamente ligados a la Iglesia, pero que ven en Cáritas un actor
fundamental en nuestra sociedad. Se trabaja en esa línea, tanto a nivel
universitario como a nivel escolar. O ahora en verano con campos de trabajo y
con el impulso al voluntariado internacional.
R.B.
Fuente:
Alfa y Omega