Lo
que Jesús prohibió fue el uso indebido de ese título
Fray
William Saunders –quien escribe regularmente una columna de preguntas y
respuestas en el Arlington Catholic Herald de Virginia,
Estados Unidos—ha recibido una pregunta de un amigo de la Iglesia Bautista en
la que le inquiere por qué se le llama “padre” al sacerdote de la Iglesia
católica, cuando Jesús dejó dicho que no llamáramos así a nadie en la tierra.
Fray
William, quien ejerce su ministerio en la Parroquia Nuestra Señora de la
Esperanza en Potomac Falls y es profesor de catequesis y teología en la Escuela
de Graduados Notre Dame de Alejandría, recuerda que esa cita viene de Mateo
23,9 y que, tomada literalmente, hace sentido, puesto que en ese pasaje Nuestro
Señor dijo que no llamemos “Padre” a nadie entre nosotros. Parecería,
en efecto, que Jesús lo prohíbe.
Sin
embargo, aclara Fray William, quien escribió un libro titulado Straight
Answers (Respuestas Directs, disponible en el Pauline Book
and Media Center de Arlington, Virginia) debemos recordar el contexto del
pasaje, puesto que Jesús se está dirigiendo a la hipocresía de los escribas y
los fariseos.
“Nuestro
Señor los castiga, básicamente, por no dar un buen ejemplo; por crear cargas
espirituales onerosas para otros con sus diversas reglas y regulaciones; por
ser altaneros en el ejercicio de su oficio y por promocionarse buscando lugares
de honor, buscando señales de respeto y usando símbolos ostentosos”, escribe
Fray William.
En
otras palabras, tomando en cuenta el texto, el contexto y el sentido, Jesús
está reprendiendo a los escribas y fariseos, haciendo ver que nadie
debe tomar el lugar, ni usurpar los privilegios y el respeto que pertenece al
Padre celestial.
Además, Jesús
usó el título de “padre” para nombrar a varios personajes en sus parábolas,
por ejemplo, en la parábola de epulón y Lázaro, o en la parábola del hijo
pródigo.
“Dada
la forma en que usó el título de padre en tantas enseñanzas,
incluso cuando repitió el cuarto mandamiento, Nuestro Señor no tenía la
intención de prohibir llamar a un padre con el título de padre; más
bien, prohibió el uso indebido del título”, esclarece el religioso
estadounidense en su blog de preguntas y respuestas.
Desde
luego, usamos el título de padre o de maestro apara denominar a nuestro padre
biológico masculino, a quienes nos enseñan, y, en el sentido religioso, a
aquellos que sirven al Señor y representan Su autoridad.
Nadie debe enaltecerse
Ahora
bien, dice Fray William, “como maestro, padre y especialmente sacerdote, se
debe ser consciente de ejercer (la responsabilidad del título) diligentemente,
humildemente y con valentía; usar esta autoridad para el engrandecimiento
personal es pura hipocresía. Jesús dijo al final de este pasaje: ‘El que se
enaltece será humillado, pero el que se humilla será exaltado’”.
Desde
los tiempos más tempranos de la Iglesia católica, enseña el articulista, hemos
utilizado el título de “Padre” para los líderes religiosos. Hasta
aproximadamente el año 400, un obispo fue llamado “padre” (“papá”); este título
se restringió solamente a dirigirse al obispo de Roma, sucesor de
San Pedro.
En
una fase temprana de su gobierno, san Benito otorgó el título de “padre” a
los confesores espirituales, ya que eran los guardianes de las
almas. Por otra parte, la palabra “abad“, que denota el líder en la fe
de la comunidad monástica, se deriva de la palabra abba, la palabra
en arameo hebraica para nombrar al padre, pero en el sentido muy familiar de
“papá”.
Más
tarde, en la Edad Media, el término “padre” se usó para dirigirse a los frailes
mendicantes -como los franciscanos y los dominicos- ya que, por su
predicación y por sus obras de caridad, cuidaban las necesidades espirituales y
físicas de todos los hijos de Dios.
En
los tiempos más modernos, los jefes de las comunidades religiosas masculinas o
incluso los que participan en los concilios ecuménicos, como
el Vaticano II, reciben el título de “padre”. En el mundo anglosajón, se ha
convertido en costumbre dirigirse a todos los sacerdotes como “Padre”.
“En
una nota más personal, el título para mí es muy desafiante. Como
sacerdote, “Padre” me recuerda que el Señor me confía una grave
responsabilidad: su pueblo fiel. Así como un padre debe nutrir,
instruir, desafiar, corregir, perdonar, escuchar y sostener a sus hijos, así
debe hacerlo un sacerdote para con sus hijos espirituales”, escribe Fray
William.
Recuerda
que el sacerdote debe satisfacer especialmente las necesidades espirituales de
los que le son confiadas, proporcionándoles el alimento de Nuestro Señor a
través de los sacramentos. Debe predicar el Evangelio con fervor y convicción
de acuerdo con la mente de la Iglesia, desafiando a todos a continuar en ese
camino de conversión que conduce a la santidad.
Los
sacerdotes deben corregir a los que se han equivocado, pero con misericordia y
compasión. “En el mismo espíritu que el padre con el hijo pródigo, el sacerdote
debe reconciliar a los pecadores que se han extraviado para buscar un camino de
regreso a Dios”, dice Fray William.
Fray
William Saunders termina diciendo en su blog del Arlington Catholic
Herald: “Todos debemos orar por nuestros sacerdotes, especialmente por los
que sirven en nuestras propias parroquias y los recién ordenados en nuestras
diócesis, para que, por la gracia de Dios, puedan esforzarse por cumplir la
responsabilidad de ser Padres”.
Jaime Septién
Fuente: Aleteia