Gregor
Mendel no sospechaba que el oficio de jardinero que aprendió de sus padres le
permitiría realizar un extraordinario descubrimiento en la historia de la
ciencia
Johann
Mendel nació el 20 de julio de 1822 en Heinzendorf, Republica Checa, en ese
entonces provincia austríaca. En 1843 ingresó en el monasterio agustino de
Königskloster, cercano a Brünn y sede de clérigos ilustrados, en donde adoptó
el nombre de Gregor y fue ordenado sacerdote en 1847.
Residió
en la abadía de Santo Tomás (Brünn) y, para poder seguir la carrera docente fue
enviado a Viena, donde se doctoró en Matemáticas y Ciencias (1851).
Su
monasterio estaba dedicado a la enseñanza de la ciencia y a la
investigación científica.
De
sus padres había aprendido el oficio de jardinero, y lo que el monje no
sospechaba era que esa pequeña enseñanza marcaría su vida y supondría un
extraordinario descubrimiento en la historia de la ciencia.
Por
aquel entonces, la Teoría de la Evolución de Charles Darwin se
encontraba ampliamente difundida, pero no carecía de detractores.
Uno
de los argumentos más contundentes en contra de los postulados de Darwin (quien
nunca conoció los postulados de Mendel) consistía en que el naturalista inglés
nunca había sido capaz de explicar cómo se generaban los cambios de una
generación a la siguiente, ni cómo se transmitían los rasgos de padres a hijos.
En
1856 Gregor Mendel se propuso resolver este misterio, y para ello comenzó a
experimentar con un tipo de arveja, la Pisum sativum, la cual es
fácil de cultivar, se reproduce rápidamente y tiene diferencias muy marcadas
entre sí. Durante ocho años se dedicaría a realizar cruces entre estas
plantas y a registrar sus descubrimientos.
Los
hallazgos de Mendel a partir de esta experiencia fueron sorprendentes. Descubrió
que lo que él llamaba los “elementos” y “factores hereditarios” o “caracteres”
(lo que actualmente se conoce como “genes”) se transmitían de una generación a
otra a través de un mecanismo que era capaz de ser estudiado y calculable
matemáticamente, y que la herencia de caracteres seguía ciertas normas, y
no se trataba de algo aleatorio.
Con
base en sus investigaciones, formuló sus tres leyes de la herencia, conocidas
en la actualidad como leyes mendelianas.
Estas
leyes postulaban lo siguiente:
Según
la primera, cuando se cruzan dos variedades puras de una misma especie, los
descendientes son todos iguales; la segunda afirma que, al cruzar entre sí los
híbridos de la segunda generación, los descendientes se dividen en cuatro partes,
de las cuales tres heredan el llamado carácter dominante y una el recesivo; por
último, la tercera ley concluye que, en el caso de que las dos variedades de
partida difieran entre sí en dos o más caracteres, cada uno de ellos se
transmite con independencia de los demás.
La
primera ley de Mendel es denominada ley de los caracteres dominantes o
de la uniformidad de los híbridos de la primera generación filial. Que sobre
una cualidad específica (Ej: textura de las arvejas) existe un tipo que
predomina sobre el otro (Ej: si se cruzan arvejas lisas con arvejas rugosas, en
la siguiente generación serán todas lisas), a lo que llama respectivamente
caracteres “dominantes” y “recesivos”.
Segunda
ley o principio de la segregación: “Ciertos individuos son capaces
de transmitir un carácter aunque en ellos no se manifieste”. Que los caracteres
dominantes y recesivos se podían manifestar si se cruzaban especies híbridas,
en una proporción 3:1.
Tercera
ley o principio de la combinación independiente: Los factores hereditarios
para cualidades distintas se heredan de manera independiente (Ej: la textura y
el color de la arveja no influyen una sobre la otra, sino que se manifiestan de
formas independientes).
Mendel
presentó sus trabajos en las reuniones de la Sociedad de Historia Natural de
Brünn el 8 de febrero y el 8 de marzo de 1865, y los publicó posteriormente
como Experimentos sobre hibridación de plantas (Versuche über
Plflanzenhybriden) en 1866 en las actas de la Sociedad.
Sus
resultados fueron ignorados por completo y no valorados por lo que tuvieron que
transcurrir más de 30 años para que fueran reconocidos y entendidos.
No
obstante, Gregor Mendel siempre mantuvo la esperanza de que algún día sus
trabajos obtendrían el reconocimiento que merecían; se cuenta que una vez dijo
a sus amigos la frase Meine Zeit wird schon kommen (“Ya
llegará mi tiempo”).
Sus
últimos años de vida estuvieron marcados por toda clase de acontecimientos,
positivos y negativos, los cuales pusieron a prueba la fe del monje.
En
1868 fue nombrado abad del monasterio, tras lo cual debió abandonar
definitivamente la investigación científica.
A
pesar de sus deseos de seguir investigando, Mendel optó por priorizar su
vocación monástica, y tras varios años de intensa oración, aquejado tanto por
las crisis raciales en Austria como por una nefritis crónica que se había
agudizado en el tiempo, falleció el 6 de enero de 1884 en Brünn.
Científicos
posteriores se encargaron de reivindicar el hombre de Gregor Mendel.
H.
de Vries, C. E. Correns y E. Tschernack von Seysenegg, después de
haber revisado la mayor parte de la literatura existente sobre herencia,
atribuyeron a Mendel la autoría de estos descubrimientos en el año 1900.
Actualmente
se conoce a Gregor Mendel como el Padre de la Nueva Ciencia de la Genética.
Claudia
Cruzat
Artículo
originalmente publicado por Centro de Estudios Católicos
Fuente: Aleteia