Comentario de la parábola
de la onceava hora
“Con
esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor
del Padre, que es gratuito y generoso”, explica el Papa Francisco que ha
comentado la parábola de los obreros de la onceava hora antes del ángelus de
este domingo 24 de septiembre de 2017, desde la ventana del despacho del
palacio apostólico del Vaticano que da a la plaza San Pedro.
Palabras del Papa
Francisco antes del ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
la página del evangelio de hoy (Mt 20, 16-16), encontramos la parábola de los
obreros llamados cada día, que Jesús cuenta para comunicar dos aspectos del
Reino de Dios: el primero, que Dios quiere llamar a todos a trabajar
en su Reino; y segundo, que al final quiere dar a todos la misma
recompensa es decir la salvación, la vida eterna.
El
patrón de una viña, que representa a Dios, sale al alba y recluta a un grupo de
trabajadores, acordando con ellos el salario de un denario para toda la jornada
– era un salario justo – y después vuelve a salir en las siguientes horas,
cinco veces en ese día, hasta la tarde, para reclutar a otros obreros que los
ve desocupadas. Al final de la jornada, el patrón ordena que se pague un
denario a cada uno, incluso a aquellos que habían trabajado pocas horas.
Naturalmente, los jornaleros contratados a primera hora se lamentan, porque se
ven pagados de la misma manera que aquellos que han trabajado menos. Pero el
patrón les recuerda que han recibido lo que habían acordado, si después él
quiere ser generoso con los demás, ellos no tienen por qué ser envidiosos.
En
realidad, esta “injusticia”-entre comillas- del patrón, sirve para provocar, en
quien escucha la parábola, un salto de nivel, porque aquí, Jesús no quiere
hablar del problema del trabajo y del salario justo, no, quiere hablar del
Reino de Dios!
Y
el mensaje es el siguiente: en el Reino de Dios, no existen desocupados,
todos están llamados a hacer su parte y para todos al final habrá una
recompensa que viene de la justicia divina, no humana – para nuestra
suerte – es decir la salvación que Jesucristo nos ha adquirido con su
muerte y resurrección. Una salvación que no es merecida, sino regalada, la
salvación es gratuita, de manera que “los últimos serán los primeros y los
primeros, los últimos” (Mt 20,16).
Con
esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor
del Padre, que es, gratuito y generoso. Se trata de dejarse maravillar y
fascinar por los “pensamientos” y por “los caminos” de Dios que, como nos
recuerda el profeta Isaías, no son nuestros pensamientos, no son nuestros
caminos (Is 55, 8). Los pensamientos humanos a menudo están marcados por
egoísmos y por intereses personales, y nuestros senderos estrechos y tortuosos
no son comparables con los caminos amplios y rectos del Señor. Él usa
misericordia, no os olvidéis, usa misericordia, perdona largamente,
ampliamente, está lleno de generosidad y de bondad, que vuelca sobre cada uno
de nosotros, abre a todos el territorio ilimitado de su amor y de su gracia,
que solo pueden dar al corazón humano la plenitud de la alegría.
Jesús
quiere hacernos contemplar la mirada de este patrón: la mirada con la
cual ve a cada uno de los obreros en espera del trabajo y los llama a ir a su
viña. Es una mirada llena de atención, de benevolencia; es una mirada que
llama, que invita a levantarse, a ponerse en marcha, porque él quiere la vida
para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, comprometida, salvada del
vacío y de la inercia. Dios que no excluye a nadie y quiere que cada
uno alcance su plenitud. Este es el amor de nuestro Dios, de nuestro Dios
que es Padre.
Que
la Santísima Virgen María nos ayude a acoger en nuestra vida la lógica del amor
que nos libera de la presunción de merecer la recompensa de Dios y del juicio
negativo de los otros.
©
Traducción de Raquel Anillo
Fuente: Zenit