Homilía ayer en Casa Santa Marta
“Compasión”, “acercarse”,
“devolver”.
En la Misa matutina en Casa Santa Marta, el Papa
Francisco reza para que el Señor nos dé “la gracia” de tener compasión “ante
tanta gente que sufre”, de acercarnos y de llevar a estas
personas de la mano al lugar “de dignidad que Dios quiere para ellos”.
Tomando ocasión del evangelio
del día, la resurrección del hijo de la viuda de Naím, el Papa explica que en
el Antiguo Testamento los “más pobres que los esclavos” eran las
viudas, los huérfanos, los extranjeros, los forasteros. E
invita a “cuidarles”, para hacer que se inserten en la sociedad. Jesús es capaz
de “ver los detalles” porque “mira con el corazón”,
tiene compasión.
“La compasión es un sentimiento que implica,
es un sentimiento del corazón,
de las entrañas, implica todo. No es lo mismo que la “pena”, o de … “¡que
lástima, pobre gente!”: no, no es lo mismo. La compasión implica. Es “sufrir
con”. Esto es la compasión. El Señor se implica con una viuda y con un huérfano
… Pero dí, tienes toda esa gente, ¿por qué no les hablas? Deja … la vida es así
… son tragedias que pasan … No. Para Él era más importante esa viuda y ese
huérfano muerto, que la muchedumbre a la que estaba hablando y que le seguía.
¿Por qué? Porque su corazón, sus entrañas, se conmovieron. El Señor, con su
compasión, se implicó en este caso. Tuvo compasión”.
La compasión, por tanto, empuja
a “acercarse”, observa el Papa: se pueden ver muchas cosas, pero no acercarse a
ellas.
“Acercarse y tocar la realidad. Tocar,
no mirar desde lejos. Tuvo compasión – primera palabra – se
acercó – segunda palabra. Después hace el milagro. Y Jesús no dice: ‘Hasta
pronto, yo sigo mi camino’: no. Toma al muchacho, ¿y qué dice? ‘Lo devolvió a
su madre’: devolver, la tercera palabra. Jesús hace milagros para devolver,
para poner en su lugar a las personas. Es lo que hizo con la redención. Tuvo
compasión – Dios tuvo compasión – se acercó a nosotros en su Hijo, y nos
devolvió a todos la dignidad de hijos de Dios. Nos recreó a todos”.
Exhorta a “hacer lo mismo”,
tomar ejemplo de Cristo, acercarse a los necesitados, no ayudarles “desde
lejos”, porque está sucio, “no se ducha”, “apesta”.
“Muchas veces vemos los telediarios, o las
portadas de los periódicos, las tragedias … mira, en ese
país los niños no tienen de comer, en ese país los niños son soldados, en ese país
las mujeres son esclavizadas, en ese país… ¡qué calamidad! Pobre gente … Vuelvo
página y paso al folletín, a la telenovela que va después. Y
esto no es cristiano. Y la pregunta que yo haría ahora, también a mí: “¿Soy
capaz de tener compasión? ¿De rezar? Cuando veo estas cosas,
que me las traen a casa a través de los medios… ¿se conmueven las entrañas? ¿El
corazón sufre con esa gente, o siento pena, digo ‘pobre gente’, y así …? Y si
no sientes compasión, pide la gracia: ‘Señor, dame la gracia de la compasión’
Con la “oración de
intercesión”, con nuestro “trabajo” de cristianos, debemos ser capaces de
ayudar a la gente que sufre, para que “venga devuelta a la sociedad”, a la
“vida familiar”, del trabajo; en resumen: a la “vida cotidiana”.
Radio
Vaticano
Fuente:
Aleteia