Palabras
durante el rezo del Ángelus
“Jesús
nos recuerda que su vía es la vía del amor, y no hay verdadero amor sin el
sacrificio de sí. Estamos llamados a no dejarnos absorber por la visión de este
mundo, sino a ser siempre más conscientes de la necesidad y de la fatiga para
nosotros cristianos de caminar contra corriente y en salida”, lo dijo el Papa
Francisco antes de rezar la oración mariana del Ángelus del primer domingo de
septiembre.
En
su alocución del Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre
retomó el pasaje del Evangelio de Mateo (Mt 16,21-27) en el que se narra la
confesión de Pedro, la “roca”, dijo el Papa, sobre la cual Jesús quiere
construir su Iglesia.
“Hoy,
en fuerte contraste – agregó el Pontífice – Mateo nos muestra la reacción del
mismo Pedro cuando Jesús revela a sus discípulos que en Jerusalén deberá
sufrir, ser asesinado y resucitar”. La reacción y las palabras de Pedro son
contestadas por el Maestro, señaló el Papa, y aquel que un momento antes, era
una “piedra” sólida para que Jesús pudiera construir sobre ella su comunidad,
enseguida se convierte en un obstáculo, una piedra de obstáculo en el camino
del Mesías.
El
Maestro dirigiéndose a todos aquellos que lo seguían, subrayó el Pontífice,
presenta con claridad la vía a seguir: “El que quiera venir detrás de mí, que
renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. “Siempre, incluso hoy –
afirmó el Obispo de Roma – la tentación es aquella de querer seguir a
un Cristo sin cruz, es más, de enseñar nosotros a Dios el camino justo. Pero
Jesús – precisó el Papa – nos recuerda que su vía es la vía del amor, y no hay
verdadero amor sin el sacrificio de sí”.
Pero
la propuesta de Jesús no se queda ahí, el Maestro, agregó el Santo Padre,
completa su propuesta con palabras que expresan sabiduría y desafían la
mentalidad y los comportamientos egocéntricos: “Él que quiera salvar su vida,
la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”. “En esta
paradoja – señaló el Papa Francisco – está contenida la regla de oro que Dios
ha inscrito en la naturaleza humana creada en Cristo: la regla que sólo el amor
da sentido y felicidad a la vida”.
Antes
de rezar a la Madre de Dios, el Papa Francisco recordó que en la celebración de
la Eucaristía revivimos el misterio de la cruz y que “cada vez que participamos
en la Santa Misa, el amor de Cristo crucificado y resucitado se comunica a
nosotros como alimento y bebida, para que podamos seguirlo a Él en el camino de
cada día, en el concreto servicio a los hermanos”.
Artículo
originalmente publicado por Radio Vaticano
Fuente: Aleteia