Necesitamos incorporar
gradualmente estos hábitos en nuestras vidas para asegurar el éxito
Aproximadamente
al mismo tiempo que descubrí que necesitaba un retiro anual para rejuvenecer mi
vida de oración, me topé con un artículo del padre John McCloskey llamado “Los
siete hábitos diarios de la gente santa y apostólica”. Me impactó y me dio el
empujón y la motivación para comprometerme a la oración diaria. Supe que debía
incorporar más la oración en mi vida diaria, pero no sabía cómo.
Los
siete hábitos diarios de la gente santa y apostólica fueron la clave para que
yo me abriera a un nuevo mundo de oración.
Sin
embargo, los siete hábitos que el padre McCloskey sugiere pueden ser
desalentadores a veces. Es por eso que les sugiero comenzar con cuatro hábitos
diarios que considero que todo cristiano necesita para adaptarse a vivir bajo
la sombra de Dios.
Recuerda,
Roma no fue conquistada en un día; necesitamos incorporar gradualmente estos
hábitos en nuestras vidas para asegurar el éxito. He aquí los esenciales:
Ofrecimiento
de las mañanas
15 Minutos de lectura espiritual
15 Minutos de oración mental
Examen de conciencia por las noches
15 Minutos de lectura espiritual
15 Minutos de oración mental
Examen de conciencia por las noches
Estos
hábitos (junto con los tres adicionales que mencionaré más adelante) buscan
profundizar nuestra relación con Dios. Esta relación, de la misma manera que
cualquier amistad o matrimonio, sufrirá si no se fortalece con momentos de
conversación regular. Nunca hubiese podido casarme con mi esposa, si no le
hubiese hablado. Es simplemente sentido común, si quieres llegar a conocer a
alguien, debes pasar tiempo con él o ella.
Lo mismo sucede con Dios
Si
queremos crecer en nuestra relación con Dios, debemos dedicar tiempo
regularmente a conversar con Él. Cuando lleguemos las puertas del paraíso
Celestial, queremos que nuestra experiencia sea una reunión entre viejos amigos
y no un encuentro entre extraños.
¿Qué
significan cada uno de estos hábitos? Examinemos cada uno de ellos:
1.- Ofrecimiento de las
Mañanas
El
padre McCloskey describe el ofrecimiento de la mañana como “arrodillarse y usar
tus propias palabras, o una fórmula, para ofrecer el día que está por comenzar
para la gloria de Dios”. Puedes escoger la oración de ofrecimiento que quieras.
Yo personalmente uso el “Serviam” en cuanto me despierto. Es sencilla pero muy
poderosa.
Una
oración de ofrecimiento muy popular es la de Santa Teresa de Lisieux:
“Dios
mío, te ofrezco todas las acciones que hoy realice por las intenciones del
Sagrado Corazón y para su gloria. Quiero santificar los latidos de mi corazón,
mis pensamiento y mis obras más sencillas uniéndolo todo a Sus méritos
infinitos, y reparar mis faltas arrojándolas al horno ardiente de Su amor
misericordioso.
Dios
mío, te pido para mí y para todos mis seres queridos la gracia de cumplir con
toda perfección Tu voluntad y aceptar por Tu amor las alegrías y lo
sufrimientos de esta vida pasajera, para que un día podamos reunirnos en el
cielo por toda la eternidad. Amén”.
Al
realizar una oración de ofrecimiento en la mañana, le dedicas el resto del día
a Dios; lo que te prepara a la vez para enfrentar cualquier cosa que se venga
ese día.
2.- 15 Minutos de lectura
espiritual
Esto
es “unos pocos minutos de lectura sistemática del Nuevo Testamento para
identificarnos a nosotros mismos con las palabras y acciones de nuestro
Salvador, y el resto del tiempo dedicarlo a la lectura de un libro clásico de
espiritualidad Católica – preferiblemente recomendado por tu consejero
espiritual. Como decía San Josemaría Escrivá:
“No
descuides tu lectura espiritual. La lectura ha formado muchos santos” (El
Camino, 116).
Una
manera de cumplir con esto es leer la lectura del Evangelio del día y luego
encontrar un libro espiritual que te ayudará a crecer en tu relación con Dios.
3.- 15 Minutos de oración
mental
La
oración mental es muy sencilla, aunque no se da sin distracciones. Consiste en
un momento “corazón a corazón” con Dios, dejando tiempo para hablar y escuchar.
Dios está extremadamente interesado en qué te perturba y qué sucede en tu vida.
De forma similar a como un padre se interesa en el día de sus hijos después de
la escuela. Dios quiere conocer (aunque Él ya conoce) todo acerca de tu vida.
La
razón por la que Él quiere conocer tus más profundos deseos es porque eso te
atrae hacia Él. Como en cualquier relación, cuando le revelas a otra persona
tus sentimientos empiezas a compartir este lazo invisible que puede durar toda
una vida.
4.- Examen de conciencia
por las noches
El
padre McCloskey explica cómo hacer un examen de conciencia antes de ir a la
cama:
–
Te sientas, llamas al Espíritu Santo para que te ilumine y repasas por algunos
minutos tu día en la presencia de Dios preguntándote si te has comportado como
un hijo de Dios en casa, en el trabajo, con tus amigos.
–
También debes ver esa área particular que has identificado con ayuda de la
dirección espiritual en la que sabes debes mejorar para convertirte en santo.
–
Puedes, además, dar un vistazo y ver si has sido fiel a esos hábitos diarios
que hemos discutido en este artículo.
–
Luego, haces una acción de gracias por todo lo bueno que has hecho y un acto de
contrición por todas las áreas donde has fallado deliberadamente.
–
Ahora es tiempo de tu merecido descanso, por el que luchas para que sea santo
por medio de tu diálogo interior con la Santísima Trinidad y tu madre María
mientras eres empujado al sueño.
Esto
es importante y ayuda a prepararse para la próxima confesión. Es muy saludable
examinar tus faltas y fracasos y pedir la ayuda de Dios para superarlos. El
Divino Doctor sanará cualquier cosa que le digamos que está mal con nuestra
alma. En ocasiones, Su medicina no será fácil de digerir, pero Él nos da el
remedio que nos ayuda a avanzar más rápido en el camino hacia la Vida Eterna.
Los
otros tres hábitos diarios que el padre McCloskey sugiere son: la Misa diaria,
el Santo Rosario y orar con el Ángelus. Sugiero comenzar con los cuatro
primeros antes de intentar estos últimos tres. Son un poco más difíciles de
cumplir dependiendo de nuestro estado en la vida.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia