Quizás las características
más inconvenientes de los niños son las que deberíamos estar imitando
De
niña, entendí que Cristo había dicho: “Les aseguro que si ustedes no cambian o
no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos (Mt 18,3)”, pero
pensé que debía de ser un error. ¡Los niños eran malos! Yo siempre cedía a mis
variadas tentaciones: copiar en mates, desobedecer a mis padres, quitarle los
dulces a mi hermano… y me parecía que los adultos no tenían problemas haciendo
lo correcto.
Bueno,
ahora sé que los adultos tienen todo tipo de problemas para hacer lo correcto,
pero también tengo un bebé grandecito que es todo un alocado y que está
haciendo que empiece a comprender a qué debió de referirse Cristo. Los niños
son dulces, aunque también son un poco molestos a veces, pero es que quizás son
sus características más molestas e inconvenientes las que deberíamos estar
imitando.
1- No deja de pedir lo que
quiere: “Si
escucho que alguien me grita ‘¡MAMÁÁÁ!’ una vez más, me marcho a hibernar al
armario”, me digo casi todos los días. Mi hijo no tiene problemas con la
perseverancia. Si me he negado a sentarme en el suelo a jugar con él con los
bloques, sabe perfectamente bien que todo lo que tiene que hacer es seguir
gritando hasta que, tarde o temprano, me dé cuenta de que es algo realmente
importante para él. Cristo directamente se comparó a sí mismo con
un juez injusto que repartirá justicia si le molestan lo suficiente… y yo hago
lo mismo con mi hijo. Para mí es un gran recordatorio para que sea
obstinadamente terca y persistente cuando rezo.
2- No es educado: Estamos trabajando
en decir “por favor” y “gracias” y “perdón por morderte”, pero hay algo
maravilloso en la manera en que mi angelito se pone morado y grita “¡Mamá,
quiero ver ELMO!”. Lo cierto es que los buenos modales son una parte muy importante de
nuestra sociedad, son una forma auténtica de caridad y una manera de
mostrar respeto por el prójimo. Pero con Dios, que lo sabe todo, no está de más
ser directos y sinceros con él en vez de intentar esconder tontamente nuestros
pensamientos reales bajo palabras floridas. Así que si eso implica ponerse
morado y gritar, no creo que Dios se ofenda. Después de todo, Él es nuestro Papá.
3- Todo lo que es tuyo es
mío: Mi
hijo se siente autorizado a disponer de todo lo que es mío. El concepto de
espacio personal o propiedad le resulta totalmente ajeno. Sabe que soy su madre
y, por tanto, espera ser incluido en cualquier cosa emocionante que esté
comiendo o sea cual sea la cosa interesante que esté haciendo, incluso si es
echar lejía en el retrete. Ojalá yo tuviera estas confianzas con Jesús y
comprendiera tan plenamente el don de su Espíritu. Ezequiel nos dice que Dios
prometió: “Infundiré mi espíritu en ustedes” (36, 27). Según señala Luis Martínez con sus
bellas palabras en El Santificador, Dios
nos ha dado verdaderamente su propio Espíritu y “el don que perteneció al dador
se convierte en posesión de quien lo recibe”. Dios me ama. Quiere incluirme en
lo que tiene (pide y se te dará) o,
más bien, en lo que es.
4- Me cuenta todos sus
triunfos:
Es difícil sentarse a leer en el patio mientras mi hijo juega porque cada 30
segundos escucho: “¡Mamá, he encontrado una hormiga! Mamá, ¿qué es eso? Mamá,
¡mira el pájaro!”. Siente una necesidad auténtica de compartirlo todo conmigo,
no solo cuando necesita algo de mí. Sinceramente me necesita para compartir su
entusiasmo, sus pequeños descubrimientos. Me he dado cuenta de que rezo mucho
más cuando estoy triste. Cuando estoy contenta, no acudo a Dios con tanta
disposición, así que me gustaría mejorar en esto. Dios quiere ser parte de mis
alegrías además de mis penas.
5- Acude a mí en busca de
consuelo, incluso cuando fui yo quien le causó malestar: El otro día, mi pequeño
reunió la habilidad y velocidad suficientes para derramar un bote entero de
aceite de coche por todo el patio antes de que yo llegara a interrumpirle. Le
reñí y creo que mi tono le asustó, porque empezó a llorar y necesitaba un
abrazo. Me recordó que cuando he pecado y sé que he ofendido a Dios, Él todavía
quiere que vaya a él en busca de consuelo. No quiere que piense que porque he
obrado mal Él no va a querer mostrarme su amor y hacer que todo vaya bien. Hay
algo muy conmovedor en la sincera expectativa de amor de un bebé, incluso
cuando ha sido malo, y quisiera imitarlo.
6- No teme necesitarlo
todo de mí:
Durante toda su vida, sus padres son quienes le han mantenido vivo y han
satisfecho todas y cada una de sus necesidades. Así que lo espera todo de
nosotros, como es debido. A veces, los adultos nos enredamos tanto en nuestra
supuesta independencia que olvidamos que Dios siempre ha sido el responsable de
todo lo que tenemos. No somos tan independientes como pensamos y quizás nos
vendría bien recordar lo dependientes que somos en realidad.
Anna
O'Neil
Fuente:
Aleteia