En audiencia con el
Moderador de la Iglesia en Escocia
El
Papa Francisco ha recordado el testimonio de los cristianos perseguidos y ha
dicho que “su testimonio nos impone ir adelante, con amor y coraje, hasta el
final”.
El
Papa Francisco ha recibido en audiencia esta mañana, a las 10 horas, al Derek
Browning, Moderador de la Iglesia de Escocia, en el contexto del 5º centenario
de la Reforma.
El
Santo Padre ha agradecido la visita y la intervención a Derek Browning y ha
destacado el testimonio de los cristianos: Su testimonio nos impone ir
adelante, con amor y coraje, hasta el final.
El
Papa ha invitado a que “Nuestro diálogo encaminado a la unidad plena, nuestro
testimonio y nuestro servicio común, nuestro esfuerzo de rezar unos por otros y
superar las heridas del pasado son una respuesta que les debemos, dentro de
este gran `nosotros´ de la fe”.
El
Papa ha recordado a aquellos cristianos que en nuestros días enfrentan graves
pruebas “porque sufren y son perseguidos por el nombre de Jesús”. Ellos –ha
dicho– confiesan su fe, “llegan al martirio”, son tantos los que llevan una
pesada cruz.
Sigue
el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en la audiencia:
Discurso
del Santo Padre
Estimado
Moderador,
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Os
recibo con alegría y doy las gracias al Moderador por su intervención tan
significativa y también por nuestro encuentro [el privado, que tuvo lugar con
anterioridad] .Vuestra presencia me brinda la oportunidad de transmitir mis
calurosos saludos a todos los miembros de la Iglesia de Escocia.
Nuestro
encuentro tiene lugar en el ámbito del quinto centenario de la Reforma, a cuya
conmemoración me uní el año pasado en Lund. Agradezcamos al Señor el gran don
de haber llegado a vivir este año como verdaderos hermanos, y ya no como
adversarios, después de largos siglos de distanciamiento y conflicto. Ha sido
posible, por la gracia de Dios, a través del camino ecuménico que ha permitido
que el entendimiento mutuo, la confianza y la cooperación concreta entre
nosotros se intensificase. La purificación mutua de la memoria es uno de los
frutos más importantes de este camino que nos acomuna. Si es verdad que el
pasado es inalterable, también lo es que hoy, por fin, nos comprendemos unos a
otros, según Dios nos ve: somos ante todo sus hijos, renacidos en Cristo a
través del único Bautismo y, por lo tanto, hermanos. Durante tanto tiempo nos
hemos observado desde lejos, con una mirada “demasiado humana”, abrigando
sospechas, pensando en las diferencias y los errores, y con los corazones
resueltos a la recriminación por errores del pasado.
En
el espíritu del Evangelio, ahora proseguimos el camino de la caridad humilde
que conduce a la superación de la división y la curación de las heridas. Hemos
comenzado un diálogo de comunión, empleando un lenguaje apropiado para aquellos
que pertenecen a Dios y que es el lenguaje esencial para la evangelización,
porque ¿cómo podemos proclamar al Dios de amor si no nos amamos unos a otros (1
Jn 4, 8)? Fue precisamente en Escocia, en Edimburgo, hace más de cien años, que
los misioneros cristianos tuvieron la audacia de volver a manifestar con
renovado vigor la firme voluntad de Jesús de que seamos uno, “para que el mundo
crea” (Jn 17, 21). Entendieron que la proclamación y la misión no son
totalmente creíbles a menos que estén acompañadas por la unidad. Esto sigue
siendo tan cierto ahora como lo fue entonces.
Sé
que el emblema de la Iglesia de Escocia representa la zarza ardiente ante la
cual Moisés se encontró con el Dios viviente. Me llama la atención el hecho de
que en este gran texto bíblico, el Señor se llama a sí mismo por un nombre que
perdurará a lo largo de los siglos: “el Dios de vuestros padres” (Éx 3, 15). De
esta manera, Él nos llama también a entrar, como hijos y hermanos, en una
historia de relaciones que nos precede y a vivir la vida de fe no de forma
aislada y abstracta, sino en el ámbito de una comunidad concreta, de un
“nosotros” porque nadie se hace cristiano por sí mismo y nadie puede vivir como
cristiano sin los otros. Pertenecemos a la familia de los creyentes, a la de
tantos hermanos y hermanas nuestros que han comenzado a caminar en una vida
nueva a través del Bautismo (cf. Rm 6, 4) y que nos acompañan por ese mismo
camino.
Pienso
en particular en aquellos cristianos que en nuestros días enfrentan graves
pruebas porque sufren y son perseguidos por el nombre de Jesús. Confiesan su
fe, llegan al martirio, son tantos los que llevan una pesada cruz. Su
testimonio nos impone ir adelante, con amor y coraje, hasta el final. Nuestro
diálogo encaminado a la unidad plena, nuestro testimonio y nuestro servicio
común, nuestro esfuerzo de rezar unos por otros y superar las heridas del
pasado son una respuesta que les debemos, dentro de este gran “nosotros” de la
fe.
Rezo
y espero para que el camino hacia la unidad visible continúe día tras día y
produzca frutos abundantes en el futuro, como ha sido en el pasado reciente. La
Iglesia Católica, especialmente a través del Consejo Pontificio para la
Promoción de la Unidad de los Cristianos, está comprometida desde hace décadas
en una colaboración fecunda con la Iglesia de Escocia y la Comunión Mundial de
las Iglesias Reformadas, y desea continuar por este camino. Con gratitud por
vuestra presencia aquí y en el camino ecuménico, le pido al Espíritu Santo que
fortalezca nuestra comunión en Jesucristo, para la gloria de Dios Padre. Y a Él
podemos dirigirnos juntos en la oración, los unos por los otros: “Padre
nuestro…”.
©
Librería Editorial Vaticano
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit