“Nunca me han pedido que me quite el hábito y
la cofia. Recibo un respeto absoluto hacia mi persona”, afirma
Sor Concepción |
Sor
Concepción (Sor Concep como la llama todo el mundo), pertenece a la
Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Es la única
religiosa de esta comunidad que queda del Hospital y trabaja como funcionaria
de la administración de la Comunidad de Madrid porque tiene el título de
auxiliar de enfermería de la uvi. La llaman “la monja” del Hospital.
El
Hospital Niño Jesús celebra ahora el 140 aniversario de su fundación. La
marquesa de Santoña les pidió a las Hijas de la Caridad que abrieran un asilo
para niños abandonados. El hospicio se convirtió posteriormente en un hospital
que estuvo gestionado por las religiosas hasta que la Seguridad Social se hizo
cargo del centro.
“Durante
todos esos años, las monjas se buscaron la vida para sacer adelante el
hospital. Detrás de este asilo había un huerto, con vacas y todo para
poder subsistir y dar de comer a los niños”, explica Sor Concep a Religión
Confidencial.
Está
convencida que ella está recogiendo los frutos que dejaron las Hijas de la
Caridad con su vida y su testimonio. “En este hospital tengo las puertas
abiertas. Todo el mundo me conoce, soy la monja. Me siento muy querida y
muy aceptada. Dando ese plus distinto como religiosa. El personal es consciente
de lo que han representado en este hospital las Hijas de la Caridad”, declara.
Las
dos últimas hermanas se jubilaron hace algunos años que, junto a Sor Concep,
vivían dentro del Hospital. Ahora vive en una comunidad, pero trabaja todos los
días en la Uvi del hospital desde hace diez años, de 3 a 10 de la noche.
Testimonio de vida
Sor
Concep viste con el hábito sanitario y la cofia. Nunca le han dicho que se
quite su uniforme religioso. “Recibo un respeto absoluto hacia mi persona y lo
que represento y eso que el Hospital ha sido dirigido por gerentes de
distintas ideologías. No tendría inconveniente en quitarme el hábito, pero no
me lo han pedido, y así doy testimonio de mi religiosidad. Pero el hábito
no hace al monje, sino el testimonio de vida”, declara.
En
la Uvi también tiene un trato muy cercano con sus compañeras y médicos. “En
ocasiones, soy como la madre de todo mi equipo. Hay mucha confianza”,
confiesa. Incluso ahora va a participar en una mesa redonda que se
celebra en el centro hospitalario sobre el antes y el después de la Uvi. Será
el próximo 17 de octubre.
“El
ayer soy yo, claro. Cuando me lo propusieron, me daba cierta vergüenza, pero
por ser la única hija de la Caridad y estamos celebrando el 140
aniversario, me doy más empuje para participar en esta mesa redonda”, explica.
Respecto
a la evolución de este hospital en este tiempo, la religiosa asegura que
la humanización en el centro siempre ha sido una característica
fundamental. “A nivel de aparataje, ha habido un salto bastante cualitativo.
Pero el aparataje no es todo porque los aparatos son fríos. El personal de aquí
está volcado a los niños indefensos”.
Plus religioso
Ese
plus religioso que intenta transmitir lo lleva a cabo fundamentalmente
acercándose a los padres y a los niños con cercanía y cariño. “Hay que
ponerse en el lugar de los padres, la enfermedad de un hijo es el peor. Me
acerco a las personas que están sufriendo con mucho respeto”, cuenta.
Su
trato con los pequeños también es muy cercano. “Algunos se me quedan
mirando por la cofia. Pero a mí me encantan los niños y me llevo muy bien con
ellos. A algunos les doy un poco de miedo a veces, pero como cualquier
enfermera porque nos identifican con la persona que les ha pinchado. Con los
padres también tengo buena relación. A mí la gente me acepta bastante
bien”, manifiesta.
Sor Concep tiene
muy claro que el testimonio que quiere dar es de Hija de la Caridad,
independientemente de si es buena o menos buena a nivel profesional. “El abrir
la posibilidad a la gente a Cristo, es algo que forma parte de mi ser”.
Dios no permite la
enfermedad
La
gente la busca. Muchos padres le han pedido que querían bautizar a sus hijos.
“Como voy transmitiendo lo que soy, muchos padres se acercan y me dicen:
hermana, quiero hablar con usted. Estoy abierta a la gente”, dice.
Pero
también ha recibido la indignación y la rabia de muchos padres cuando han
perdido a un niño. “No entienden como Dios ha permitido la muerte de su hijo.
Yo les digo que Dios no lo permite. Uno Dios padre y amor, no lo permite. Es
verdad que tenemos en la cabeza que los hombres tenemos que vivir hasta los 90
años y es muy duro perder a un hijo pequeño o que esté muy enfermo. Yo les digo
que la enfermedad está para todos y que lo único que les puedo decir es
que desde la fe pueden encontrar esa fuerza, porque los que no creen en
Dios, debe ser para ellos muy desesperante”, manifiesta.
La
religiosa cuenta que muchos padres han aceptado la enfermedad y la muerte de
sus pequeños con una fe impresionante y han aceptado esa voluntad de Dios.
Fuente:
ReligionConfidencial