O también, ¿y si te
preguntara qué tipo de padrinos escogiste para tus hijos?
La
Iglesia establece los criterios que los padrinos tienen que cumplir y las
obligaciones que han de respetar. Somos responsables directos ante Dios por el
tipo de padrinos y madrinas que somos.
Pregunté
a mis familiares y amigos sobre la influencia de sus padrinos y madrinas
en sus vidas. No es que fueran una muestra representativa de la población, pero
las dos respuestas más frecuentes que recibí fueron: “Ninguna” y “Nada
diferente a la de mis otros parientes, tíos y tías”. No he recibido demasiadas
respuestas señalando un impacto favorable de los padrinos sobre la fe, las
creencias y el crecimiento religioso de alguien.
No
se me entienda mal: si te tomas en serio tu papel de madrina o padrino o si
tienes una buena relación con tus padrinos, entonces no deberías sentirte
agravado. Sé por experiencia que puede ser una relación muy hermosa, porque
tengo unos padrinos maravillosos que han contribuido enormemente a mi
desarrollo espiritual. Y, aunque en la actualidad esta relación no es tan
fuerte como solía ser, siento un gran agradecimiento por mis padrinos. Sin
embargo, el problema de los padrinos que no están a la altura de sus
obligaciones es, sin lugar a dudas, real.
¿Cómo escogemos a los
padrinos?
Es
de lo más natural que con frecuencia busquemos a los padrinos y madrinas de
entre nuestros familiares inmediatos o nuestro círculo de amigos íntimos. Es
menos afortunado el caso, no menos frecuente, en que la elección se considera
más una obligación social o familiar (por ejemplo, respondiendo a un
favor) que una elección motivada por las características de la persona a quien
pedimos que asuma esta responsabilidad.
La
peor situación imaginable sucede cuando la elección se hace en base al
potencial contenido de las cuentas corrientes de los padrinos, con la
que los padres mismos parecen truncar la función de los padrinos limitándola a
espléndidos regalos para sus hijos. Sabemos de personas que son no creyentes
manifiestos y aun así han sido padrinos…
Si
no nos preocuparan los lazos familiares y, mucho menos, la riqueza de alguien,
¿qué criterios deberíamos seguir para elegir a los padrinos de nuestros hijos?
Personas de fe profunda
El
Catecismo de la Iglesia Católica declara abiertamente que los padrinos “deben
ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado,
niño o adulto, en su camino de la vida cristiana”.
Es
difícil evaluar la profundidad de la fe de una persona. Pero esto no significa
que debamos contentarnos con el comentario distraído de alguien que dice creer
en “algo” después de la muerte y que sospecha que estamos sujetos a alguna
“fuerza mayor”. Una persona que hace declaraciones de este tipo no será una
buena compañía para el camino de un niño en su vida cristiana.
De
hecho, la Iglesia lo desaprueba e indica en el Código de Derecho Canónico los criterios
formales para ser padrino o madrina. El candidato no solo debe tener al menos
16 años (puede haber excepciones) y estar libre de sanción canónica. Además el
Derecho Canónico especifica que únicamente es apto para ser padrino o madrina
alguien que “sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo
sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente
con la fe y con la misión que va a asumir”.
Ser padrino requiere un
contacto significativo
El
vivir acorde con la fe y respetar la función asumida puede llevar a
malentendidos. La Iglesia indica que tanto una persona que vive en una unión no
sacramental y, digamos, una persona que vive lejos del ahijado (por ejemplo,
una monja de clausura) son ilegibles, ya que sus vidas no son “congruentes con
la misión que se va a asumir”, una función que llama a la cercanía y al
contacto habitual.
Esta
fórmula puede hacer de las vidas de los párrocos una pesadilla. Por un lado,
ellos mismos admiten que se les miente en las oficinas parroquiales sobre
el estilo de vida de los futuros padrinos. Por otro lado, cuando los candidatos
dicen la verdad y entonces se les dice que su modo de vida les inhabilita, a
menudo se ofenden y ven este rechazo como un testimonio del exagerado celo del
sacerdote con la norma.
Una
manera de evitar problemas de este tipo es concienciar sobre quién puede y debe
recibir esta responsabilidad de ser padrino según la doctrina de la Iglesia y,
además, sobre el papel que deben realizar. Es importante señalar que con esto
me refiero a sensibilizar tanto a los padres naturales del niño como a los
potenciales padrinos. Primero, no todo el mundo es adecuado para esta
función. Segundo, los que reciben la petición de asumirlo deberían pensarlo dos
veces y no acceder siempre.
La responsabilidad que
ignoramos
Cuando
mis amigos me pidieron que fuera padrino de su hijo recién nacido, por entonces
no pensé en esto, pero hoy creo que la decisión es siempre un poco ambivalente.
Por
un lado, por supuesto es un honor y una muestra de confianza por parte de
los padres. Por otro lado, es una responsabilidad enorme de la que no siempre
somos conscientes.
No
me refiero a situaciones en las que los padres no creen en Dios o en las que
han fallecido, cuando es responsabilidad del padrino y la madrina cuidar de la
educación religiosa del niño. Pero de hecho, siempre deberíamos estar un poco nerviosos ante
la corresponsabilidad del desarrollo espiritual de otro ser humano.
También,
deberíamos reflexionar con más detalle sobre el hecho de que alguien nos pida
ser padrino o madrina cuando ya hemos aceptado esta responsabilidad en otros
casos en el pasado y no mantenemos estrecha relación con esos otros ahijados.
Por desgracia, esto también pasa con los sacerdotes…
Eres el garante de ese
niño ante Dios
Los
antiguos autores cristianos destacaron que somos responsables ante Dios mismo
por el tipo de padrinos que somos. San Cesáreo de Arlés se dirigió a los
padrinos de esta forma:
“Sabéis
que sois los garantes ante Dios de los niños que aceptáis en el Bautismo.
Aconsejadles, pues, y decidles que corrijan su comportamiento, que vivan con
castidad, sobriedad y justicia. Sin embargo, ante todo, enseñadles el Credo
Apostólico y la Oración del Señor. Animadles a hacer buenas obras no solo con vuestras
palabras, sino sobre todo con vuestras acciones. Quienes son castos, sobrios y
justos ofrecerán a los demás un ejemplo de buena vida y recibirán una
recompensa tanto para sí mismos como para ellos”.
Una
conciencia completa de la magnitud de esta responsabilidad quizás favorezca una
reflexión más profunda sobre el tipo de madrina o padrino que se quiere ser.
Profesor y testigo
Las
observaciones de san Cesáreo son un buen punto de partida: un padrino es un
buen profesor (de oración) y también, primero y ante todo, un testigo. La
fe solo puede enseñarla alguien que vive la fe. Para poder ofrecer los consejos
y enmiendas a los que se refiere el santo, tenemos que tener una muy buena
relación con el ahijado o ahijada.
Por
último, san Cesáreo usa una frase maravillosa: “los niños que aceptáis en el
Bautismo.”. Esto es tanto una obligación como un regalo. Si la función de
padrinos nos inspira a crecer en nuestra fe, fortalece nuestra vida
cristiana, nos hace rezar más y realza nuestro amor por la Palabra, por Dios y
por nuestro prójimo, este va a ser un excelente punto de partida para seguir
adelante, para acompañar a nuestro ahijado en un camino conjunto a través de la
vida.
Cómo
hacerlo en la práctica, cómo no desviarnos del camino de la fe, eso ya es tema
para otro artículo.
Ignacy Dudkiewicz
Texto publicado en la
edición polaca de Aleteia