¿Es bastante con una o dos veces al año?
Los padres de niños que hacen
la primera comunión a veces hacen esta pregunta: “¿Con qué frecuencia debería
confesarse mi hijo?”.
La pregunta es oportuna, sin
duda, ya que no es muy probable que vuestro hijo os suplique que le llevéis a
cumplir con el sacramento.
Quizás sean conscientes del
pecado, pero la confesión aún les resulta algo nuevo y, ciertamente, todavía no
es un hábito para ellos. Entienden que la confesión es algo bueno, pero no
siempre piensan en ella.
Tampoco es que tengan miedo a
la confesión, en absoluto. A algunos niños quizás les intimide el sacerdote,
pero a muchos otros les gusta ir a confesarse porque piensan que es “divertido”
y les gusta hablar con el cura.
Entonces, ¿qué debería hacer un
padre o madre cuando a su hijo no le fastidia que le lleven a confesión?
¡Pues llevarlo a confesión!
Miradlo de esta manera. Ir a
confesión de manera regular (todas las semanas o todos los meses) es un buen
hábito que crear. Así inculcáis en vuestros hijos un hábito que quizás
mantengan durante el resto de sus vidas. Les enseña que la confesión es
importante y una parte esencial de la fe católica.
Si no se lleva a los niños a
confesarse de manera regular (o solamente cuando van a clase de educación
religiosa), pensarán que la confesión es algo extraño e innecesario. Además, la
situación se agrava aún más si no ven que sus padres van también a confesarse.
Asumámoslo, los niños vigilan
cada paso que damos. Si valoramos alguna cosa, ellos la valorarán también. Si
tenemos el hábito de ir a confesarnos habitualmente, es más probable que ellos
retengan ese hábito más adelante en la vida.
Para añadir más énfasis
todavía, premiad el momento en que vais a confesión. Un padre me contó una vez
que solía ir con sus hijos a confesarse todos los sábados por la tarde y que
después se iban a comer helado. Sus hijos ahora son adultos y siguen respetando
el sacramento de manera habitual. El helado quizás no funcione con todos los
niños, pero se puede ofrecer otro incentivo adicional y crear así una
asociación positiva con el sacramento de la confesión.
Todos los padres tienen que
discernir la frecuencia con que se confiesan sus hijos, pero la parte más
importante de la ecuación es abordar la confesión con reflexión y practicar lo
que se predica.
Nuestros hijos necesitan hábitos
santos y no pueden desarrollarlos si no les ayudamos.
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia