Dios nos ha salvado gratuitamente, no nos hizo
pagar nada
Vigilancia, servicio, gratuidad: son las
tres palabras que el papa Francisco subrayó en la homilía de la misa de esta
mañana en la Casa Santa Marta. Lo hizo al comentar las dos lecturas de la
liturgia: la primera del Libro de los Macabeos, la segunda del Evangelio según
san Lucas, cuyo tema común es la purificación del templo.
Como Judas y
sus hermanos volvieron a consagrar el templo profanado por los paganos, así
Jesús echó a los mercados de la casa del Señor, transformada en una cueva de
ladrones. Pero, pregunta Francisco, ¿cómo se vuelve puro el templo de Dios? A
través de la vigilancia, el servicio y la gratuidad.
“El templo
más importante de Dios es nuestro corazón”, dice el Papa, “dentro de nosotros
habita el Espíritu Santo. Pero ¿qué pasa en mi corazón?”
“¿He
aprendido a vigilar dentro de mí, para que el templo de mi corazón sea sólo
para el Espíritu Santo? Purificar el templo, el templo interior y vigilar. Estate
atento, estate atenta: ¿qué sucede en tu corazón? ¿Quién viene, quién va?
¿Cuáles son tus sentimientos, tus ideas? ¿Hablas con el Espíritu Santo?
¿Escuchas al Espíritu Santo? Vigilar. Estar atentos a qué pasa en
nuestro templo, dentro de nosotros”.
Jesús,
continúa el Papa, de manera especial “está presente en los enfermos, en los que
sufren, en los que tiene hambre, en los encarcelados”. Él mismo lo dijo:
“Y yo me
pregunto: ¿se cuidar ese templo? ¿Cuido el templo con mi servicio? ¿Me acerco
para ayudar, para vestir, para consolar a quienes lo necesitan? San Juan
Crisóstomo reprendía a quienes hacían muchas ofrendas para decorar, para
embellecer el templo físico y no cuidaban a los necesitados. Los regañaba
diciendo: ¡No, esto no está bien. Antes el servicio, y luego las
ornamentaciones!” Purificar, por lo tanto, el templo que son
los demás. Y, prosiguió el Papa “cuando nosotros nos
acercamos para prestar un servicio, para ayudar, nos parecemos a Jesús que está
ahí dentro”.
La tercera
actitud indicada por el Papa es finalmente la gratuidad y lo explica:
“Cuántas
veces con tristeza entramos en un templo; pensemos en una parroquia, un
episcopado, no se…- pensemos – y no sabemos si estamos en la casa de Dios o en
un supermercado. Hay comercios, incluso una lista de los precios para los
sacramentos. Falta la gratuidad. Y Dios nos ha salvado gratuitamente, no nos
hizo pagar nada”.
Francisco
anticipa una objeción: pero es necesario tener dinero para que sigan adelante
las estructuras, mantener a los sacerdotes, etc… y responde: “Tú da
la gratuidad y Dios hará el resto. Dios hará lo que falta”. Que
nuestras iglesias, concluye, sean “iglesias de servicio, iglesias gratuitas”.
Por Adriana Masotti
Radio
Vaticano