Obispo, 13 de noviembre
Martirologio Romano: En Sevilla, en
Hispania, san Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y
Florentina, que con su predicación y diligencia convirtió, contando con la
ayuda de su rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana a la fe
católica (c. 600).
Breve Biografía
¿Qué secreto poseía aquella familia de Cartagena que supo poner en los altares
a sus tres hijos? Porque no hay duda de la influencia de los padres en la vida
de sus hijos tanto para bien como para mal. Eso no quiere decir que los hijos
que han nacido en buena y cristiana familia tengan una póliza de seguro que les
garantice la fidelidad a los principios que mamaron ni tampoco que quienes
conocieron a unos padres mediocres estén condenados irreparablemente a la
desgracia moral. No. Pero, hechas las salvedades y sabiendo que el uso de la
libertad es privado y personal, no cabe duda -es testigo la historia- de la
impronta que deja en los retoños el estilo de quienes los engendraron y
educaron. En este caso, Leandro tuvo otros dos hermanos que están como él en
los altares, Isidoro que le sucedió en el arzobispado de Sevilla, y santa
Florentina.
Su nacimiento fue en torno al 535. La familia emigra a Sevilla y, cuando tiene
la edad, Leandro entra el un monasterio. Es nombrado metropolitano de Sevilla.
Funda una escuela de artes y ciencia que la concibe como instrumento para
difundir la doctrina ortodoxa en medio de una España que está infeccionada de
arrianismo, particularmente en la corte visigoda. Dos hijos del rey arriano
Leovigildo están formándose en su escuela, Hermenegildo y Recaredo.
Leovigildo asienta en Toledo la capital del reino visigodo. Su hijo
Hermenegildo será su igual en la Bética y residirá en Sevilla; por su ciencia,
bondad y celo Hermenegildo se convierte a la fe nicena con el ejemplo y apoyo
de su esposa Igunda. Pero en Toledo hay reales aires de grandeza; el rey piensa
que el principio de unidad y estabilidad está en la religión arriana; se
enciende la persecución contra la fe católica con fuego y espada, incluidos los
territorios de la Bética, en la que su propio hijo Hermenegildo morirá mártir.
Leandro ha sido obligado a abandonar su Iglesia y su patria. Aprovecha el
destierro para pedir ayuda al emperador de Bizancio. En Constantinopla se
encuentra con Gregorio, que ha sido enviado por el papa Pelagio -lo sucederá
luego en la Sede romana- con quien traba una gran amistad; le anima a poner por
escrito los libros Morales -comentario al libro de Job- que influirán de un
modo decisivo en la ascética de todo el Medievo.
Vuelve a Sevilla su Arzobispo al disminuir la tensión del rey Leovigildo y lo
verá morir. Leandro, en el 589, convoca el III Concilio de Toledo donde
Recaredo, que ha sucedido a su padre en el trono, abjura de los errores
arrianos y hace profesión de fe católica lográndose la unidad del reino
visigodo y la paz. Sobreviene como esperada consecuencia una renovación en la
vida religiosa, un resurgir de las letras y una fresca ganancia en el terreno
de las artes.
La conversión paulatina a la fe católica de los arrianos visigodos del reino es
sincera y la deseada unidad ha encontrado el vínculo de cohesión en la unidad
de la fe. Lo que intuyó el rey Leovigildo, pero con signo contrario; en esta
ocasión, triunfó la verdad.
Ahora y hasta su muerte en el año 600, el sabio y santo Arzobispo deja de ser
un hombre influyente en la política del reino. Le ocupa el alma el ansia de hacer
el bien. Mucha oración, atención a las obligaciones pastorales, estudio de la
Sagrada Escritura, penitencia por los pecados de su vida, y la carta que
escribe a su hermana Florentina que llega a servir de pauta para la vida
monástica femenina hasta el punto de ser llamada «la regla de San Alejandro» le
llenaron su tiempo.
Sevilla tiene motivos para mostrar orgullo con un santo así ¿verdad? Hay quien
afirma que los santos pertenecen a todos y posiblemente no les falte razón,
pero ¿no podrán pertenecer a algunos un poco más?
Fuente: Archidiócesis de Madrid