23.11.17

UN ALCALDE TAMBIÉN PUEDE SER SANTO

Hasta el entonces rey de Marruecos, Hassan II, estaba dispuesto a declarar a favor de su beatificación

Giorgio La Pira nace el 9 de enero de 1904 en Sicilia, Italia, de origen humilde, estudió Derecho en Messina y llegó a ser profesor de Derecho Romano en la Universidad de Florencia. Fue miembro activo de la Acción Católica y perteneció a la rama laical de la Orden de Predicadores (dominicos). Se volcó enteramente a la ayuda a los pobres. Llegaba a la universidad con su impermeable lleno de papelitos que los pobres le daban para pedir ser ayudados, a veces hasta llegaba a gastar su entero sueldo en ellos.

En 1939 funda una revista en defensa de los derechos humanos con fuertes críticas al fascismo y nazismo, a los que considera radicalmente anticristianos. El régimen fascista prohíbe su publicación y en 1940 tiene que huir primero a Siena y después a Roma.

Termina la segunda guerra mundial, y La Pira, junto con Aldo Moro y otros personajes famosos, fueron nombrados miembros de la comisión que debería formular los principios fundamentales de la Constitución italiana.

Su huella quedó nítidamente marcada en el artículo segundo: “La República reconoce y garantiza los derechos inviolables del hombre, ora como individuo ora en el seno de las formaciones sociales donde aquél desarrolla su personalidad y exige el cumplimiento de los deberes inexcusables de solidaridad política, económica y social”. La barbarie del fascismo podía repetirse, por eso quiere, de esta manera, desterrar cualquier posibilidad de totalitarismo estatal: la persona tiene una dignidad que es anterior al Estado.

En el 1951 fue elegido alcalde de Florencia, y muchos son los gestos de caridad que tenía hacia los pobres. Promovió instituciones de ayuda a los pobres, reconstruyó las infraestructuras destruidas en la guerra, construyó viviendas sociales, mejoró las escuelas, luchó especialmente por solucionar el problema de las personas sin hogar de la ciudad, muchos de ellos inmigrantes.

Muy pronto comenzaron a llamarle el “alcalde santo” y a quien objetaba que no era correcto usar los fondos de la Alcaldía para hacer obras de caridad, Pira respondía: “No es caridad. ¡Es justicia! ”

En 1952 organizó el Primer Congreso internacional por la Paz y la civilización cristiana que luchaba por promover contactos vivos, profundos y sistemáticos entre los exponentes políticos de todos los países.

En 1959 marcha a Moscú en la época de la guerra fría, para defender ante el Soviet Supremo la necesidad de la distensión y el desarme. Más adelante, en 1965 viajaría a Vietnam para entrevistarse con Ho Chi Minh e intentar rebajar el conflicto en aquel país.

Apoya los movimientos estudiantiles de Irán y entabla una buena relación con el rey de Marruecos, Hassan II, el cual llegó a decir, tras la muerte de La Pira, que aunque él no era cristiano, estaba dispuesto a declarar a favor de su beatificación.

Tampoco abandonó nunca sus esfuerzos por llevar la paz a Oriente Medio defendiendo la convivencia de israelíes, palestinos y árabes.

Giorgio La Pira murió el 5 de noviembre de 1977. Su funeral, multitudinario, se celebró en la iglesia de los dominicos de San Marcos, en Florencia, donde descansan sus restos desde octubre de 2007.

En el 1986 se abre la causa de beatificación bajo el papado de Juan Pablo II, que en un mensaje en ocasión del centenario del Nacimiento de Giorgio Pira, dijo sobre él: “Fiel al magisterio de la Iglesia, tuvo el sentido de la laicidad auténtica y de la justa autonomía de los fieles en el ámbito de las realidades seculares. Concibió la función pública como servicio al bien común, sin los condicionamientos del poder y sin buscar el prestigio o el interés personal.”

Maria Paola Daud


Fuentes: dominicos.org, Santi e Beati
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