El Papa Francisco cumplió este domingo ni más ni menos que 81 años, el quinto desde que fuera elegido
Pontífice de la Iglesia Católica. Pero, ¿cómo festejó su cumpleaños?
Francisco
no podía faltar a su cita dominical de los domingos: el rezo del Ángelus desde
la ventana del Palacio Apostólico junto a miles de fieles en la Plaza de San
Pedro. Sin embargo, antes realizó una emotiva visita al Dispensario Santa Marta
para saludar a los niños a los que ayudan, y celebrar con ellos su cumpleaños.
Por
tanto, los niños fueron los organizadores de una fiesta muy especial. A las
10,30 a.m. hora local, el Santo Padre se trasladó hasta el Aula Pablo VI y allí
pasó una hora con los pequeños y sus familias. Cantaron, aplaudieron y comieron
una gran tarta… que en esta ocasión no fue dulce, sino una pizza margarita de
unos 4 metros preparada para la ocasión por un pizzaiolo napolitano. Junto
a la “tarta” llegó también una casita que representaba el dispensario.
El
“autor” de la pizza fue Vincenzo Staiano, quien puso además sobre ella una
única vela que después Francisco sopló ante la alegría de los niños.
También
hubo 81 globos de colores, así como juegos y bailes que el Papa pudo admirar.
También tras la marcha del Pontífice para rezar el Ángelus, hicieron las delicias
de los niños. Incluso estuvo presente cuando algunos artistas del Circo Rony
Rolle realizaron sus espectáculos.
Los
niños del Dispensario Pediátrico Santa Marta proceden de todo el mundo y hacen
uso de este centro que pertenece al Vaticano. La verdadera organizadora del
cumpleaños ha sido la hermana Antonietta Colacchi, de las Hijas de la Caridad y
responsable de la fundación. Junto a ella, algunos voluntarios ayudaron a
preparar todo. En total son unos 50, muchos de ellos médicos, que cada día se
turnan para ayudar a los niños y sus familias en este centro que se encuentra
en el interior de los muros vaticanos.
El
Dispensario ayuda a las familias en dificultad, que poseen niños –sin
distinción de raza o religión– y que no cuentan con la tarjeta sanitaria
italiana que les concede acceso público a la sanidad del país.
Le
religiosa, Antonietta Colacchi, ofreció un caluroso saludo al Papa:
“Nosotros vemos a los otros con el amor que nos ha enseñado Jesús y abrazamos a
nuestros hermanos, más allá de las diferencias culturales o religiosas. En un
mundo obsesionado por las apariencias, nosotros ofrecemos nuestra sencillez,
que cada día se hace más productiva entre las muchas urgencias, entre las
muchas peticiones de cuántos vienen a llamar a nuestra puerta”.
Sor
Antonietta también resumió al Santo Padre la labor que realizan: “Solo en este
año hemos asistido a 380 niños con unas 3.200 visitas, junto a sus familias,
con servicios de pediatría, ginecología, ecografía, oculista, alergología,
dermatología, psicología, cardiología, ortopedia, logopedia, cirugía, y otras
especialidades".
"Hace
más de 2.000 años, el Hijo de Dios nacía entre la indiferencia de los demás. Y
todavía hoy, el que se encuentra en la necesidad se ve a menudo tratado con
indiferencia e incluso como una molestia. Nosotros buscamos mirar a los ojos de
quien viene a pedir ayuda, tocamos sin miedo las heridas de nuestros hermanos,
dirigimos la debida ternura hacia la dignidad de cada ser humano”.
Después,
el Papa saludó a todos ellos: “La alegría de los niños es un tesoro. Debemos
hacer lo que sea para que ellos se sientan siempre alegres, porque la alegría
es como una tierra buena que hace crecer bien la vida, con buenos frutos. Y por
eso se hace esta fiesta: se busca siempre la cercanía de la Navidad para
encontrarnos, para hacer esta fiesta para ellos”.
Dirigiéndose
a los voluntarios del Dispensario y las familias de los niños, dijo Francisco:
“Escuchad bien. Primero: custodiad la alegría de los niños. No entristezcáis
nunca a los niños. Cuando los niños ven que hay problemas en casa, que los
padres discuten, sufren”. “Deben crecer siempre con alegría”, añadió.
El
Papa también dijo que para que crezcan felices los niños “deben hablar con los
abuelos”. “Los dos extremos de la vida, porque los abuelos tienen memoria,
tienen raíces, y serán los abuelos quienes den las raíces a los niños”.
Por
favor, que no sean niños desenraizados, sin memoria de un pueblo, sin memoria
de la fe, sin memoria de tantas cosas preciosas que han hecho la historia, sin
memoria de los valores”, pidió”.
Francisco
dijo a los niños que algunos abuelos ya no están porque se han ido, pero “hay
otros muchos ancianos que hacen de abuelos” y pueden hablar con ellos.
El
tercer consejo que ofreció fue “enseñarlos a hablar con Dios”. “Que aprendan a
rezar, a decir lo que sienten en el corazón”.
“Os
deseo un buen día, con mucha fiesta. Y comed los 4 metros de pizza: comedla
bien, que os hará bien, os hará crecer. ¡Y adelante! ¡Muchas gracias!”, se
despidió.
El
Papa tuvo que irse a rezar el Ángelus junto a miles de personas congregadas en
la Plaza de San Pedro. Pero en el Aula Pablo VI la fiesta continuó, tal y como
deseó el propio Francisco.
Fuente:
ACI Prensa