Cuando se prefiere “el
rencor” y “cocinamos nuestros sentimientos” hay un “corazón amargo”
El
Papa Francisco volvió a criticar a las personas que pasan todo el día
lamentándose y sumidos en el rencor por ser incapaces de perdonar y les dio una
solución al respecto.
En
la Misa que celebró a primera hora de la
mañana en la Casa Santa Marta, reflexionó sobre la primera lectura del día en
la que Dios promete a Israel ser consolado. “El Señor ha venido a consolarnos”,
remarcó el Papa.
“Tantas
veces el consuelo del Señor nos parece una maravilla”, reafirmó. “Pero no es
fácil dejarse consolar; es más fácil consolar a los otros que dejarse consolar.
Porque, muchas veces, nosotros estamos pegados a lo negativo, apegados a la
herida del pecado dentro de nosotros, y, muchas veces tenemos la preferencia de
permanecer ahí, solos, como en la camilla, como ese del Evangelio, aislado,
allí, y no levantarnos. ‘¡Levántate!’ es la palabra de Jesús. Siempre:
‘¡Levántate!’”.
Pero
el problema es que “somos maestros de lo negativo” por la herida del pecado,
mientras que “en lo positivo somos mendigos” y no nos gusta mendigar el
consuelo.
Por
ejemplo, cuando se prefiere “el rencor” y “cocinamos nuestros sentimientos” hay
un “corazón amargo”. “Para estos corazones amargos es más hermoso lo amargo que
lo dulce”, manifestó.
Muchos
prefieren esta amargura y poseen una “raíz amarga”, “que nos lleva con la
memoria al pecado original. Y esto es un modo de no dejarse consolar”.
Pero
aún hay más: la amargura que “siempre nos lleva a expresiones de lamento”.
Recordó entonces el Papa a Santa Teresa que decía: “Ay de la hermana que dice:
‘me han hecho una injusticia, me han hecho algo que no es razonable’”. También
mencionó al profeta Jonás, “premio Nobel del quejarse”.
“También
en el lamentarse hay algo contradictorio”, dijo al contar que una vez conoció a
un sacerdote que se quejaba por todo. “Tenía el don de encontrar la mosca en la
leche”.
“Era
un buen sacerdote, en el confesionario decían que era muy misericordioso, era
anciano y sus compañeros de presbiterado hablaban de cómo sería su muerte y que
pasaría cuando fuese al cielo.
Decían: ‘Lo primero que dirá a San Pedro, en lugar de saludarlo, es: ‘¿Dónde
está el infierno?’, siempre lo negativo. Y San
Pedro le haría ver el infierno. Una vez visto preguntaría: ‘¿Cuántos condenados
hay en él?’. ‘Solo uno’. ‘Ah, que desastre de redención’, diría él. Siempre
pasa esto. Y ante la amargura, el rencor, los lamentos, la palabra de la Iglesia de
hoy es ‘¡ánimo!, ‘¡ánimo!’”.
A
este punto, Francisco recordó que “Dios viene a salvarte” e invitó a “dejarse
consolar por el Señor”. “Y no es fácil porque para dejarse consolar por el
Señor uno necesita desnudarse de sus propios egoísmos, de esas cosas que son
nuestro tesoro: la amargura, el lamentarse, u otras muchas cosas”, aseguró.
“Nos
hará bien a cada uno de nosotros –concluyó el Santo Padre–, hacer un
examen de conciencia. ¿Cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura? ¿Tengo
alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabar a Dios, de belleza o de
lamentarme siempre? Y pedir al Señor la gracia del coraje, porque en el coraje
viene Él a consolarnos, y a pedir al Señor: ‘Señor, ven a consolarnos’”.
Fuente:
ACI Prensa