Reflexiones del obispo
auxiliar de Los Ángeles Robert Barron
No
se entiende fácilmente la existencia de un Dios infinitamente bueno con la
existencia de un infierno también eterno.
El obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, uno de los líderes más tecnológicos que tiene la Iglesia, conocido por sus apariciones en las redes sociales, en blogs y podcasts, reconoce que “incluso muchos cristianos que aceptan con agrado las doctrinas sobre el cielo y el infierno, encuentran la enseñanza sobre el purgatorio extravagante y arbitraria, sin fundamento bíblico”.
El obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, uno de los líderes más tecnológicos que tiene la Iglesia, conocido por sus apariciones en las redes sociales, en blogs y podcasts, reconoce que “incluso muchos cristianos que aceptan con agrado las doctrinas sobre el cielo y el infierno, encuentran la enseñanza sobre el purgatorio extravagante y arbitraria, sin fundamento bíblico”.
“Dios
no envía a nadie al infierno, más bien la gente escoge ir allí libremente. Las
puertas del infierno están siempre cerradas con llave, desde dentro”, señaló el
escritor Lewis. “Si hay seres humanos en el infierno, es porque han insistido
claramente en ello”, escribe Barron en un libro que ahora se ha traducido al
español, Catolicismo, publicado por Rialp.
Robert
Barron (Chicago 1959), doctor en Teología y máster en Filosofía y es obispo
auxiliar de Los Ángeles desde 2015.
Monseñor
Barron considera que “no podemos declarar con total certeza que nadie, ni
siquiera Judas o Hitler, haya escogido cerrar con llave definitivamente la
puerta al amor divino”. Y prosigue: “La liturgia nos anima a rezar por todos
los muertos, y como la ley de la oración es la de la fe, hay que agarrarse a la
esperanza de que todos se salven”.
Purgatorio
Para
muchos cristianos, el purgatorio aparece como un residuo de la Edad Media, una
enseñanza supersticiosa y superflua, sin claro soporte bíblico. Según el
Catecismo de la Iglesia Católica, los que mueren en la gracia y en la amistad
de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna
salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la
santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo.
La
Iglesia llama “purgatorio” a esta purificación final de los elegidos (CIC
1030-1031).
Sin
duda, la palabra purgatorio no está en la Escritura, “pero tampoco lo están
Encarnación y Trinidad”, aclara Barron. Y sin embargo se puede argumentar que
las semillas de la idea del purgatorio sí se encuentran en las Escrituras , en
el libro de los Macabeos (2 Mac 12, 44-46).
El cielo
El
cielo no tiene siempre buena fama entre los pensadores: Marx y Freud apuntan a
la existencia del cielo “como señal de ingenuidad”.
El
obispo Barron cree que “parte del genio de la tradición católica reside en no
rechazar nada”. Todo lo que se trata en un compendio sobre catolicismo (Dios,
Jesús, la Iglesia, los sacramentos, la liturgia…) “está ahí para llevar a la
gente al cielo”, recuerda este obispo estadounidense.
El
cielo es el destino y el sentido que alienta a tantos creyentes, y ha sido
imaginado de muchas maneras. Hay muchas imágenes del cielo en la Biblia y en la
tradición: el banquete, la boda, el vino del Reino, la luz, la paz, la casa del
Padre, el paraíso, la Jerusalén celestial, el descanso eterno, el refrigerio…
(CIC 1027).
“Muchos
cristianos son más platónicos que bíblicos al concebir el fin de la vida
espiritual como salirse de este mundo e ir al cielo”, apunta Barron.
El
obispo Barron, de 59 años, sugiere “pensar en el cielo como una especie de
juego”, con muchos participantes en torno a un objetivo común, y con todas sus
capacidades y energías totalmente empeñadas.
Miriam Díez Bosch
Fuente:
Aleteia