Una alegría radical, sorprendente e incomprensible para la
mente del mundo
Iban
San Francisco y el hermano León camino de Santa María de los Ángeles desde
Perugia, era invierno y estaban atormentados por el fuerte viento, cuando el
hermano León le preguntó:
Padre,
te ruego por parte de Dios, que me digas dónde está la perfecta alegría.
Y san
Francisco le respondió así:
Cuando
lleguemos a Santa María de los Ángeles, completamente mojados por la lluvia y
muertos de frío, llenos de barro y afligidos por el hambre, y toquemos a la
puerta del convento, y el portero, irritado nos diga:
¿Quiénes
son ustedes?
Y
nosotros le digamos:
Somos
dos de vuestros hermanos, y él nos diga:
No es
cierto: son dos vagabundos que buscan engañar al mundo y roban las limosnas de
los pobres; fuera de aquí.
Y no
nos abra y nos deje a la intemperie bajo la nieve y la lluvia, con frío y
hambre hasta la noche: entonces, si soportamos tal injuria y crueldad, tantos
malos tratos, pacientemente, sin perturbarnos y sin hablar mal de él (…)
escribe que en ello no está la perfecta alegría.
Y si
aún, confusos por el hambre y el frío y la noche tocamos una vez más y pedimos
por el amor de Dios, con lágrimas en los ojos, que nos abra la puerta y nos
deje entrar, y él más escandalizado dijera:
Vagabundos
inoportunos, les pagaré como merecen.
Y
saliera de ahí con un palo y nos agarrara la capucha y nos tirara al piso y nos
arrastrara por la nieve y nos golpeara con el palo:
Si
nosotros soportamos todas esas cosas pacientemente y con alegría, pensando en
los sufrimientos de Cristo bendito, los cuales debemos soportar por su amor:
¡Oh
hermano León!, escribe que ahí y en eso está la perfecta alegría, y escucha la
conclusión hermano León.
Por
encima de todas las gracias y todos los dones del Espíritu Santo, los cuales
Cristo concede a los amigos, está el vencerse a sí mismo y, voluntariamente,
por amor, soportar trabajos, injurias, oprobios y desprecios.
Texto
basado en de las “Florecillas de San Francisco”
Fuente: Aleteia