Recuerda que Dios no gana
nada con ello. ¡Los beneficios son para ti!
Incluso
si vas a confesarte regularmente, la idea de acusarte a ti mismo de tus propias
ofensas nunca es atractiva. De hecho, ese nudo que se te forma en el estómago
solamente con pensar en acercarte a la cola para el confesionario podría ser
suficiente para postergar el sacramento, una y otra vez.
Pero
en esta temporada litúrgica tan hermosa, a medida que preparamos nuestros
corazones para la gracia de Dios, permite que la sabiduría del gran Doctor de
la Iglesia Juan Crisóstomo te motive a abrir el corazón y disfrutar de los
beneficios del sacramento de la confesión. Dios no gana nada con ello, ¡los
beneficios son para ti!
Incluso
si no te confiesas, Dios no permanece ignorante a tus acciones, ya que las
conocía antes de que se cometieran. Así que, entonces, ¿por qué no hablar de
ello? ¿Acaso la transgresión se hace más pesada con la confesión? Para nada, se
vuelve más ligera y menos problemática.
Y
por eso Él quiere que te confieses: no para que recibas castigo, sino para
obtener el perdón; no para que Él conozca tu pecado —¿cómo, si ya lo había
visto?— sino para que descubras los favores que Él concede.
Él
desea que conozcas la grandeza de Su gracia, para que le alabes perfectamente,
para que frecuentes menos el pecado, para que tengas más disposición a la
virtud.
Y
si no confiesas la grandeza de la necesidad, no entenderás la enorme magnitud
de Su gracia.
Kathleen
Hattrup
Fuente:
Aleteia






