Su lucha no era contra “carne y sangre”
Mientras san Pablo viajaba de ciudad en
ciudad predicando el Evangelio de Jesucristo, un adversario le atacó sin cesar.
El mismo Pablo describe esta implacable batalla en su Segunda Carta a los
Corintios.
Y
para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada
en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me
librara, pero él me respondió: “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en
la debilidad”. (2 Corintios 12, 7-9)
En otras traducciones la palabra
‘ángel’ se sustituye por ‘mensajero’. Los eruditos continúan debatiendo sobre
el significado exacto de la frase de Pablo y algunos aseguran que el
‘mensajero’ era una persona real que le hacía la vida imposible a Pablo. Otros
creen que Pablo tenía una “espina” física que le daba gran tormento a su
cuerpo. Otra posibilidad es que Pablo estuviera hablando de un enemigo
espiritual, un demonio (un “ángel de Satanás”) que acataba constantemente
Pablo.
Esta última opción es algo que
mantendría una consistencia con las cartas de Pablo, ya que menciona
frecuentemente la realidad de la guerra espiritual. El pasaje más famoso sobre
este tema es de su carta a los Efesios.
Revístanse
con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio.
Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los
Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas,
contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. (Efesios 6, 11-12).
Si Pablo, en efecto, luchó
contra un “ángel de Satanás”, entonces nos recuerda que, a veces, Dios permite
ataques de este tipo para fortalecernos y crecernos en humildad. Según escribió
san Pablo en su Primera Carta a los Corintios: “Dios es fiel, y él no permitirá
que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la
tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla”.
(1 Corintios 10, 13)
No hay otras referencias a este
“ángel de Satanás” en las cartas de Pablo, pero está claro que se trató de una
lucha constante permitida por Dios. Quizás Pablo tuviera dificultades gran
parte de su vida batallando contra este demonio, pero la buena noticia es que
el demonio no tuvo la última palabra.
Según escribió Pablo en su Segunda
Carta a Timoteo: “He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera,
conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el
Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos
los que hay aguardado con amor su Manifestación”. (2 Timoteo 4, 7-8)
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia






