7.2.18

ES LO MISMO REZAR QUE MEDITAR?

El hombre de hoy, más abierto a la espiritualidad que a la religión, hablan sobre todo de meditación. ¿Es lo mismo que rezar?

En la “escuela de la oración” he hablado sobre todo del rezo, llamado también oración contemplativa, he revisado las dificultades habituales que encontramos durante la oración diaria: necesidad de tiempo, falta de silencio, dificultad para el recogimiento, distracciones, insensibilidad, aburrimiento, la impresión de no estar haciéndolo bien, el sentimiento de que no pasa nada, de que Dios está lejos, la tentación del desánimo, la falta de fe. 

He sugerido algunos trucos para ayudarnos a perseverar en este corazón a corazón con el Señor.

En una ocasión, un lector me hizo una observación sobre que la expresión “hacer una oración” no era del todo precisa; una oración se entrega. En efecto, con esta forma de plegaria silenciosa no hacemos sino ofrecer al Señor una atención amorosa a su misterio. ¡”Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3:10)!

El momento en que nos damos a Dios en la oración es un momento que pertenece a Dios completamente. Él hace lo que quiere con él. La oración varía según los días, pero la que vivimos hoy es la que nos conviene hoy, porque es Dios quien nos la da para cada momento presente.

¿Meditación u oración?

Nuestros contemporáneos, más abiertos a la espiritualidad que a la religión, hablan sobre todo de meditación. Es una palabra de moda que sirve para todo. ¿Qué entendemos por “meditación”? ¿Tiene vínculos con el rezo y con la oración? ¿Cuáles son las diferentes formas de meditación y de rezo? ¿De qué escuelas de espiritualidad y de tradiciones religiosas han nacido? ¿Cómo saber si pasamos de la meditación a la contemplación? ¿Qué es la contemplación? ¿Cómo oraba Jesús?

Jesús nunca dio un método concreto para meditar, recuerda el estadounidense cisterciense Thomas Keating, ni ninguna disciplina física para controlar la imaginación, la memoria y las emociones: “Entonces es necesario elegir un ejercicio espiritual adaptado a nuestro temperamento y a nuestra disposición natural. De igual forma, tenemos que estar preparados para lo que tenga que suceder cuando el Espíritu Santo nos pida abandonarnos a él y seguirle. 

El Espíritu Santo está por encima de cualquier método o práctica, su inspiración es el camino más seguro para conseguir la verdadera libertad. Lo que Jesús propuso como Camino a seguir era su propio ejemplo: perdonar todo a todos, cubrir las necesidades materiales y espirituales de los otros. Que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. (Thomas Keating, Prier dans le secret, Anne Sigier, 2009, p. 182).

También necesitamos un vocabulario para saber bien de lo que hablamos. El objetivo que se persigue no es el mismo para todos y los medios varían según la concepción que cada uno tiene de Dios, del ser humano, del mundo. Por ejemplo, la meditación cristiana aspira al encuentro y a la unión con Dios; la meditación de plena consciencia busca calmar la ansiedad y encontrar el bienestar. Aquí podéis encontrar un pequeño glosario católico.

Rezo

Rezar es hablar con Dios con toda confianza en la fe. Ya sea vocal o silenciosa, el rezo toma la forma de una petición o de una alabanza, de una súplica o de una acción de gracia, de una adoración o de una intercesión, de silencio o de perdón. El Padre Nuestro, de Jesús, y el Magnificat de María son dos ejemplos perfectos. El rezo parte de la vida, expresa un deseo y se encarna en el cuerpo. “¡Recibe mi oración como ofrenda de incienso, y mis manos levantadas como ofrenda de la tarde!” (Ps 141:2).

Meditación

Meditar es adentrarse en uno mismo y abrirse a la plenitud interior. Nos concentramos en la respiración, en una palabra, en una imagen, para calmar los pensamientos. Hay cierta forma de reflexión cristiana que se parece a esta práctica. En la tradición cristiana, la meditación se ve sobre todo como una reflexión sobre Dios a partir de las Escrituras. Son la lectio divina de los monjes y los Ejercicios espirituales de San Ignacio. “María guardaba todo esto en su corazón, y meditaba acerca de ello” (Lc 2:19).

Lectio divina

Normalmente utilizada por los monjes y por los Padres del desierto, la lectio divina es una lectura meditada y rezada de la Palabra de Dios. Esta lectura santa irriga la vida cotidiana de la fuente evangélica. Está compuesta de cuatro etapas:lectio, meditatio, oratio y contemplatio. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4).

Oración

Es una relación de amistad con Dios, que nos ama, es el intercambio de las miradas de dos amantes que se consumen en silencio. Dios viene a nosotros. Le conocemos por la fe, aun cuando no le sentimos por su presencia. Se trata de permitir que Dios sea Padre, Hijo y Espíritu Santo en nosotros. La tradición carmelita distingue entre oración de recogimiento, de simplicidad, de quietud, de unión. Es la única necesaria. “María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará” (Lc 10, 42).

Contemplación

Para Juan de la Cruz, es una infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios dentro del alma. Nos abandonamos a su misericordia, que ilumina y transforma todo nuestro ser. El amor que llama al amor. Esta experiencia de comunicación con el Padre unifica a toda la persona en el Espíritu Santo y la abre al sufrimiento del mundo a través de Cristo resucitado. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9).


 Fuente: Aleteia
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