El hombre de hoy, más
abierto a la espiritualidad que a la religión, hablan sobre todo de meditación.
¿Es lo mismo que rezar?
En la “escuela de la oración” he hablado sobre todo del rezo, llamado también oración
contemplativa, he revisado las dificultades habituales que encontramos durante
la oración diaria: necesidad de tiempo, falta de silencio, dificultad para el
recogimiento, distracciones, insensibilidad, aburrimiento, la impresión de no
estar haciéndolo bien, el sentimiento de que no pasa nada, de que Dios está
lejos, la tentación del desánimo, la falta de fe.
He sugerido algunos trucos para ayudarnos a perseverar en este corazón a corazón con el Señor.
He sugerido algunos trucos para ayudarnos a perseverar en este corazón a corazón con el Señor.
En una ocasión, un lector me hizo una
observación sobre que la expresión “hacer una oración” no era del todo precisa;
una oración se entrega. En efecto, con esta forma de plegaria silenciosa no
hacemos sino ofrecer al Señor una atención amorosa a su misterio. ¡”Habla,
Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3:10)!
El momento en que nos damos a Dios en la
oración es un momento que pertenece a Dios completamente. Él hace lo que quiere
con él. La oración varía según los días, pero la que vivimos hoy es la que nos
conviene hoy, porque es Dios quien nos la da para cada momento presente.
¿Meditación
u oración?
Nuestros contemporáneos, más abiertos a
la espiritualidad que a la religión, hablan sobre todo de meditación. Es una
palabra de moda que sirve para todo. ¿Qué entendemos por “meditación”? ¿Tiene
vínculos con el rezo y con la oración? ¿Cuáles son las diferentes formas de
meditación y de rezo? ¿De qué escuelas de espiritualidad y de tradiciones
religiosas han nacido? ¿Cómo saber si pasamos de la meditación a la contemplación?
¿Qué es la contemplación? ¿Cómo oraba Jesús?
Jesús nunca dio un método concreto para
meditar, recuerda el estadounidense cisterciense Thomas Keating, ni ninguna
disciplina física para controlar la imaginación, la memoria y las emociones:
“Entonces es necesario elegir un ejercicio espiritual adaptado a nuestro
temperamento y a nuestra disposición natural. De igual forma, tenemos que estar
preparados para lo que tenga que suceder cuando el Espíritu Santo nos pida
abandonarnos a él y seguirle.
El Espíritu Santo está por encima de cualquier
método o práctica, su inspiración es el camino más seguro para conseguir la
verdadera libertad. Lo que Jesús propuso como Camino a seguir era su propio
ejemplo: perdonar todo a todos, cubrir las necesidades materiales y
espirituales de los otros. Que os améis los unos a los otros como yo os he
amado”. (Thomas Keating, Prier
dans le secret, Anne Sigier, 2009, p. 182).
También necesitamos un vocabulario para
saber bien de lo que hablamos. El objetivo que se persigue no es el mismo para
todos y los medios varían según la concepción que cada uno tiene de Dios, del
ser humano, del mundo. Por ejemplo, la meditación cristiana aspira al encuentro
y a la unión con Dios; la meditación de plena consciencia busca calmar la ansiedad
y encontrar el bienestar. Aquí podéis encontrar un pequeño glosario católico.
Rezo
Rezar es hablar con Dios con toda
confianza en la fe. Ya sea vocal o silenciosa, el rezo toma la forma de
una petición o de una alabanza, de una súplica o de una acción de gracia, de
una adoración o de una intercesión, de silencio o de perdón. El Padre Nuestro,
de Jesús, y el Magnificat de María son dos ejemplos perfectos. El rezo parte de
la vida, expresa un deseo y se encarna en el cuerpo. “¡Recibe mi oración como ofrenda
de incienso, y mis manos levantadas como ofrenda de la tarde!” (Ps 141:2).
Meditación
Meditar es adentrarse en uno mismo y
abrirse a la plenitud interior. Nos concentramos en la respiración, en una
palabra, en una imagen, para calmar los pensamientos. Hay cierta forma de
reflexión cristiana que se parece a esta práctica. En la tradición cristiana,
la meditación se ve sobre todo como una reflexión sobre Dios a partir de las
Escrituras. Son la lectio
divina de los monjes
y los Ejercicios espirituales de San Ignacio. “María guardaba todo esto en su
corazón, y meditaba acerca de ello” (Lc 2:19).
Lectio divina
Normalmente utilizada por los monjes y
por los Padres del desierto, la lectio
divina es una
lectura meditada y rezada de la Palabra de Dios. Esta lectura santa irriga la
vida cotidiana de la fuente evangélica. Está compuesta de cuatro etapas:lectio,
meditatio, oratio y contemplatio. “No sólo de pan
vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4).
Oración
Es una relación de amistad con Dios, que
nos ama, es el intercambio de las miradas de dos amantes que se consumen en
silencio. Dios viene a nosotros. Le conocemos por la fe, aun cuando no le
sentimos por su presencia. Se trata de permitir que Dios sea Padre, Hijo y
Espíritu Santo en nosotros. La tradición carmelita distingue entre oración de
recogimiento, de simplicidad, de quietud, de unión. Es la única necesaria.
“María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará” (Lc 10, 42).
Contemplación
Para Juan de la Cruz, es una infusión
secreta, pacífica y amorosa de Dios dentro del alma. Nos abandonamos a su
misericordia, que ilumina y transforma todo nuestro ser. El amor que llama al
amor. Esta experiencia de comunicación con el Padre unifica a toda la persona
en el Espíritu Santo y la abre al sufrimiento del mundo a través de Cristo
resucitado. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9).
Fuente: Aleteia