Sólo en Él descansaré un día ya satisfecho. Dejaré
a un lado el cansancio
Cada vez me encuentro con más personas que
viven insatisfechas.
Sienten que la vida es injusta con ellos. Han perdido la ilusión. Deja de
motivarles lo que hacen. Se enredan y pierden la alegría. Dejan de luchar. Tal
vez esperan una revelación que les aclare el camino a seguir. Una voz que desde
lo profundo del alma les marque el camino. No lo sé.
Busco tener una vida
satisfactoria. En la que mis deseos se hagan realidad. En la que mi amor sea
pleno, largo, eterno. En la que poder disfrutar la vida. Una vida plena, en la
que me sienta realizado. Es el sueño del hombre. Quiere que Dios aparte de su
objetivo los aparentes obstáculos. Aquello que pueda ser una barrera entre el
presente y el objetivo a lograr.
Comenta el P. Kentenich: Toda nueva conquista tiene el efecto connatural
a todo lo terrenal y creado: nos deja una profunda insatisfacción. El hombre
vuelve a buscar, a investigar; y finalmente se estanca en lo material.
Quiero llegar más lejos. Lograr
más metas. Realizar más deseos. Lo consigo y me veo de nuevo atrapado en mi
insatisfacción. No me siento pleno, ni feliz con lo que conquisto. Aunque
sienta que avanzo. Pero no logro la plena satisfacción.
¿Es esa la meta de mis días? ¿Vivir
satisfecho? No lo creo. Después de lograr la meta soñada, atisbo otra meta en
el horizonte. Después de un logro, el siguiente. Siempre puedo tener más, ser
más, lograr más. Esa cadena de deseos me lleva a vivir inquieto. Siempre en
tensión.
¿Cuándo aprenderé a vivir con
más paz? Tengo prisa. A menudo mis prisas me hacen daño. Porque corro y paso
por delante de la vida sin prestar atención. Pero es bueno que no deje pasar el
tiempo. Porque la vida en la tierra es corta. Estoy de paso.
Mario de Andrade escribía: Lo esencial es lo que hace que la vida valga la
pena. Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas.
Gente a quien los golpes duros de la vida le enseñaron a crecer con toques
suaves en el alma. Sí, tengo prisa, tengo prisa por vivir con la intensidad que
sólo la madurez puede dar. Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces
que me quedan. Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he
comido. Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y
con mi conciencia. Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta
que sólo tienes una.
Estoy en esa segunda vida. Me
doy cuenta de que tengo sólo una y quiero vivirla plenamente. Aunque no estén
satisfechos todos mis deseos. Aunque no haya logrado todo lo que me he
propuesto. No importa. Sigo adelante con lo que tengo. Decido vivir el instante
presente.
En lugar de proyectarme en el
tiempo futuro que desconozco. Decido vivir cada día. Sin hacer tantos planes.
Sin ponerme tantas metas imposibles que no logran dejarme satisfecho. Miro en
mi corazón. ¿Por qué estoy inquieto? ¿Qué me falta?
Quiero mirar mi vida hoy. ¿Qué
me gusta? ¿Qué me falta? Soy realista y sincero. Hay muchas cosas que no puedo
cambiar. Las acepto. Hay otras muchas que no puedo lograr. Le doy el sí a la
realidad. Y miro la parte que está en mi mano. ¿Qué puedo cambiar?
Hay muchas cosas susceptibles de
mejora. Eso seguro. Pero tal vez aun cambiándolas seguiré insatisfecho. Puedo
vivir con insatisfacciones. Puedo aceptar que no todo sea perfecto. Me gustan
mis perfectas imperfecciones. Me hacen más humano. Y me hacen más necesitado de
Dios.
Sólo en Él descansaré un día ya
satisfecho. Dejaré a un lado el cansancio. Y Jesús me dirá: Bien hecho. Y yo preguntaré confuso: ¿A qué te refieres? ¿A mis logros, a mis éxitos,
a mis méritos?. Y Jesús me dirá: No.
A eso no. Me refiero a tu sí fiel y sencillo repetido en tus fracasos.
Sostenido en tus derrotas. Pronunciado en tus renuncias. Asumido bajo el peso
de la cruz. Cuando no estabas satisfecho. Cuando pensabas que no habías hecho
nada valioso. Tu sí sencillo fue una luz en medio de la noche.
Y descansaré tranquilo, junto a
su costado abierto. Porque mi vida habrá merecido la pena. Sólo Él sabe lo que
de verdad necesito. Lo que de verdad importa. Yo acepto sus deseos como un
camino de felicidad. Mi vida tal como es hoy es mi mayor regalo. La segunda
vida que me queda es un nuevo comienzo.
Al mirar hacia atrás los años
recorridos tengo paz. Y quiero vivir con más pasión lo que me queda. Sin
pretender lograr todo lo que el mundo me pide que logre. Y acepto ser sólo un
peregrino. Enamorado de la vida. Con el
don de saber echar raíces en tantos corazones, en tantas vidas.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia