Dar mi tiempo, mi amor, mi descanso, darlo todo...
no es tan sencillo, ¿cómo se logra?
Africa Studio / Shutterstock |
Estoy llamado a salvar la vida de otros
entregando la mía. No quiero tirar un salvavidas. Me tiro yo al agua.
No quiero pasar por encima de
los problemas que me rodean. Protegido. Seguro en mi torre. Lejos del mundo.
Tengo que tocar la vida. Estar cerca del que sufre. Tengo
claro que Jesús actúa a través de personas. Necesita mis manos, mi vida, mi
amor, mi entrega.
Hoy es necesario el testimonio
fiel de muchos pastores. Mucha gente dice que cree en Jesús pero no en los
hombres. Incluso hay muchos que no creen en el Papa cuando no dice exactamente
lo que quieren oír. Y dejan de creer en los hombres buscando más arriba, sólo a
Dios.
Jesús vino para tomar mi carne.
Y hacerse uno conmigo. Carne de mi carne. Para que en su carne viera yo el amor
de Dios. Y, ¡cuántos hubo que no fueron capaces de ver en la carne del hijo del
carpintero el rostro de Dios!
Quiero aprender a dar la vida
por los míos. Dar mi vida por amor. No
guardarme queriendo retener la vida entre mis manos. Dar mi
tiempo, mi amor, mi descanso. Darlo todo. No es tan sencillo.
Corro el riesgo de convertirme
en funcionario. Quiero asegurar mis horas. Mi tiempo sagrado. Mi descanso y mi
ocio. Mis planes y mis sueños.
Y así no estoy dispuesto a dar
la vida por nadie. Un poco de mí sí. De mi tiempo, de mis palabras, de mi vida.
Pero no totalmente.
Jesús puede hacerlo posible en
mí: “Ahora
somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que,
cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.
Quiero ser semejante a Jesús.
Quiero ser hijo en el Hijo. Y padre en Jesús. Quiero ser semejante al que cuida mi vida.
Semejante mi amor al que Jesús me tiene. Ese es mi único deseo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia