María Paramés sobrecoge a estudiantes al hablar de su hijo
y la fe, y recuerda cómo fallecieron Belén y José
María Paramés con jóvenes universitarios.
RELIGIONCONFIDENCIAL
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El acto se desbordó. Unos 300 estudiantes abarrotaron el centro para escuchar
la conferencia de una madre: “Sobrevivir a la muerte de un hijo gracias a la
fe”.
Una de las cosas que más le gusta a María
es hablar de su hijo José. Cada persona es un mundo y cada una lleva el dolor a
su manera. A María le agrada enormemente contar cosas de su primogénito y que
le cuenten anécdotas de él.
Decenas
de amigos de Belén y José acudieron a esta cita. La primera sorprendida fue María:
“Creía que iba a dar una charla a pocas personas, no me esperaba esta
convocatoria” (a la que acudió Religión Confidencial).
“Los amigos de José y Belén sois la
presencia de mi hijo en la tierra. Sé que también fue un
momento muy duro para vosotros”, dijo al inicio de su charla. Y algunas de
estas amigas no podían contener las lágrimas.
Solidaridad con los padres de Gabriel
A este acto han acudido también algunas
madres con hijos en el Cielo, como le gusta expresar a María. “José y Belén
están aquí, es una presencia distinta pero están. Esto es lo que me gustaría
transmitir a todos los padres que han perdido a un hijo.
En estos momentos, me siento muy cerca de los padres del pequeño Gabriel”.
La madre de José, directiva de Bankinter,
lo deja muy claro: no se supera la muerte de un hijo, pero se puede sobrevivir,
y en su caso, gracias a la fe en Dios.
“Quisiera que esta conferencia os
sirviera de verdad para valorar la suerte que tenéis en vuestra
vida. Yo me creía una persona bastante feliz”. Y relató
todas las cosas buenas que le habían pasado a lo largo de su existencia,
empezando por sus padres (presentes en la conferencia), pasando por su marido
“elegí a un compañero y padre estupendo”, su trabajo, sus amigos, y por su
puesto sus cuatro hijos. José fue el primero.
María transmite paz, agradecimiento y
sonríe. “Si me hubieran dicho que mi hijo iba a morir, yo habría pensado que no
sería capaz de levantarme de la cama”. Y de repente, el 9 de mayo de 2017, su
vida cambió totalmente.
Las caricias de Dios
María comenzó a enumerar lo que para ella
han sido las caricias de Dios a lo largo de estos diez meses. En el salón de
actos del colegio mayor, un silencio sepulcral interrumpido por algún leve
sollozo.
“Desde el principio noté a Dios de una
manera increíble. Si no fuera porque Dios me está ayudando
junto con mi hijo José, no sería capaz de estar aquí. Yo tenía una fe normal,
pero después me he dado cuenta que mi fe no era verdaderamente profunda”,
revela.
La
primera caricia de Dios fue
poder tener el recuerdo del último abrazo que dio a José, esa misma mañana. Era
su último examen, le deseó suerte, le abrazó y le dijo: “Te quiero y confío
mucho en tí. Era la última vez que iba a ver a mi hijo, y pude despedirme de él
de esta manera tan cercana”.
“Me rompí”
Después contó pormenorizadamente cómo
fueron esos primeros momentos, desde que un padre le llama a la oficina
anunciándole algo extraño, hasta que el personal del Samur le comunica, con
mucha delicadeza, que su hijo había fallecido. “Me caí al suelo, me rompí”.
Las siguientes caricias de Dios llegaron
con el apoyo de tantísima gente, desde el colegio, El Recuerdo, que se volcó,
los padres jesuítas, amigos, familiares, compañeros de sus hijos.
Murieron abrazados
Y llegó el médico forense al tanatorio,
que quería hablar con los padres de José y de Belén. “Por cierto, los padres de
Belén son mi segunda familia”. El facultativo les dijo que no solía acudir a
los tanatorios para explicar cómo han muerto las personas. Pero esta vez, había
visto algo tan increíble que quería trasmitirlo a sus
padres.
“Murieron de inmediato y no
sufrieron. La forma que encontraron los cuerpos demuestra que fallecieron
abrazados, José protegiendo a Belén. Ella sin
magulladuras, él con bastantes”, relata, tranquila, sin palidecer ni romperse a
llorar.
Tras los funerales, y ya en la calma en
su casa, con sus otros tres hijos, pensaron que debían dejarse ayudar.
Por eso, llamaron a un sacerdote al Padre Siegrist, “que tiene un don
para ayudar a padres con hijos en el cielo”.
“Nos dijo que
estuviéramos tranquilos, que no habíamos perdido un hijo, que nuestro hijo
se había ido al cielo. Nos recordó que la misión de los padres es conseguir que
sus hijos vayan al cielo y nosotros con José ya lo habíamos logrado”. La
ayuda de este sacerdote y el grupo de padres con hijos en el cielo, ha sido
vital para sobrevivir a la muerte de su hijo. Esta fue otra caricia de
Dios.
La fe no anestesia
María quiso terminar su charla con
algunas ideas claras. “La fe no te anestesia, no te quita el
dolor, pero te ayuda a sobrevivir con paz y energía”. “Ha
sido impresionante descubrir la cantidad de gente buena que Dios te pone a tu
lado”. “Yo pienso ahora mucho en el cielo, y hay que pensar en la otra vida
porque vivimos de espaldas a la muerte".
Y por último, cerró su alocución
sentenciando: “No he superado la muerte de mi hijo. Hay
días que no quiero ni levantarme, pero siempre noto una energía que me ayuda a
vencer mi tristeza. Le pido a Dios que no me deje perder la fe, que no nos
hagas perder la fe. Ahora rezo mucho más que antes. El dolor
o te destruye o te hace mejor persona. Si vives el dolor
con fe en Cristo, te hace mejor persona".
Terminó poniendo el vídeo que
cantaron los primos de José con la música de Taburete y la poesía de su amigo
Javier Sánchez del Campo. Todo para recordar con enorme cariño la vida de Belén
y José.
Fuente: ReligionConfidencial