Quy K. Pham es un
sacerdote de origen vietnamita que acaba de ser ordenado tras esperar 46 años
para hacer realidad su sueño de vivir entregado al servicio de Dios
El P. Quy K. Pham en su ordenación sacerdotal. Fotos: Sarah Webb / CatholicPhilly.com |
Sobrevivió
a la guerra de Vietnam, fue apresado por los comunistas en 1979; pero logró
salir del país en 1984 con rumbo a Estados Unidos.
Tras
varios intentos por seguir su vocación -luego se casaría al pensar que Dios ya
no lo llamaba-, el sábado 19 de mayo Quy K. Pham fue ordenado sacerdote en la
Catedral de Filadelfia (Estados Unidos) por el Arzobispo local, Mons. Charles
Chaput.
En
entrevista concedida a ACI Prensa, el sacerdote dijo estar “muy emocionado por
esto, porque ha sido un camino largo y me ha tomado 46 años que llegue a su
cumplimiento. Creo que la forma en la que Dios obra es misteriosa y como seres
humanos a veces no lo entendemos, pero Dios tiene un plan para cada uno y así
obra con su providencia, para llegar al destino que ha planeado para nosotros”.
El
P. Pham ingresó al seminario en Vietnam cuando tenía 13 años. Su madre lo llevó
y estudió allí entre 1971 y 1975.
Las
dificultades propias de la guerra le hicieron dudar de su vocación e incluso
llegó a pensar que “Dios ya no me quería y de repente debía olvidarme de esto;
pero mantuve la fe esperando que un día Dios me recordara”.
En
1975 los comunistas, relata el sacerdote, “tomaron el sur de Vietnam y cerraron
todos los seminarios”. Tiempo después volvió a estudiar, pero de manera
clandestina, hasta que las autoridades también le cerraron esa opción.
Quy
K. Pham se vio obligado a volver a la casa de sus padres. Para tratar de evitar
los peligros, intentó huir del país. “Traté de escapar de Vietnam en diciembre
de 1979 y me arrestaron los comunistas. Me enviaron a la cárcel por 10 meses.
En 1984 traté nuevamente de salir y logré hacerlo”, narró.
Ya
en Estados Unidos, Quy K. Pham intentó ingresar en alguna orden religiosa, pero
no fue aceptado. “Fue realmente difícil ese tiempo. Tuve que trabajar en el día
y estudiar en la noche y así tratar de sobrevivir en la nueva vida en Estados
Unidos”.
“También
intenté ingresar en la Arquidiócesis de Boston pero me dijeron que no se podía
y me molesté mucho por eso. Pensaba que ‘vine aquí para seguir mi vocación y de
esta forma me trata la Iglesia’. Lloré mucho en ese tiempo y pensé que tal vez
Dios ya no me quería”.
En
1990 ingresó a la Universidad de Filadelfia donde estudió informática. Al
concluir la carrera pasó a trabajar en el Pennsylvania Hospital, donde llegó a
ser el jefe de servicios informáticos.
El matrimonio
“Luego
decidí casarme con una mujer ítalo-americana (Donna Marie Lodise) que era una
querida amiga y que me ayudó en mis épocas difíciles. Entonces la vida parecía
muy buena y volví a la escuela para graduarme en la universidad y obtuve dos
masters más: uno en tecnología y otro en finanzas. Me convertí en un hombre con
una carrera muy exitosa. Tenía dinero y tuve una vida buena”, recordó.
En
la entrevista con ACI Prensa, el P. Quy K. Pham explicó que su matrimonio fue
“maravilloso. Ambos éramos devotos católicos y encontramos la felicidad en
Dios. Fuimos muy felices los dos porque vivíamos nuestra fe. Cuando pones a
Dios primero, llegas a la felicidad. Me quise casar porque mi esposa creía lo
mismo que yo, en la Iglesia y en Dios”.
Sin
embargo, todo cambiaría cuando en el 2014 Donna Marie fue diagnosticada de
cáncer. “Esa fue una noticia devastadora. Fue realmente difícil para nosotros
entender por qué sucedía”, indicó.
Antes
de que todo esto pasara, “en 2011 había decidido volver a la escuela, por las
noches, en el Seminario San Carlos Borromeo para terminar de estudiar Teología.
Lo hice porque quería, por mi amor a Dios”.
“Cuando
mi esposa murió, me di cuenta de que Dios ya tenía algo para mí, así que recé
días y noches; y vi cómo Dios me había guiado en la vida. Así decidí tratar de
ingresar a alguna orden religiosa”, narró a ACI Prensa.
El camino al sacerdocio
El
P. Pham trató entonces de ingresar en alguna orden religiosa o algún seminario
diocesano para seguir su llamado, pero una vez más se encontró con algunos
problemas.
No
lo aceptaron en Wisconsin, pero el director de vocaciones le sugirió que
probara suerte en Filadelfia, donde la edad límite para ingresar al seminario
era de 40 años.
En
Filadelfia se le dijo que como su esposa había muerto solo unos meses antes,
era mejor esperar un año más, y así lo hizo pacientemente.
A
Quy K. Pham solo le hacía falta estudiar dos cursos para terminar el máster de
Teología que había iniciado años atrás. En Filadelfia “pasé por la capacitación
que requería, el año pasado me convertí en diácono y el sábado me ordené
sacerdote. Esa es la historia de mi vida”.
Su misión
Con
todo lo que ha pasado, el P. Pham comentó que se siente capaz de realizar su
misión como sacerdote en cualquier lugar. “Toda mi experiencia de vida, todo el
entrenamiento, estudios, experiencias, los quiero poner al servicio del pueblo
de Dios para que puedan vivir su fe y para que sepan que Dios los ama. Eso es
lo que quiero hacer cada día del resto de mi vida”.
“Con
todo lo que he vivido tendré más material, más experiencia para mis prédicas.
Sé que a la gente eso le va a gustar”, compartió.
Al
ser preguntado sobre lo que les diría a quienes están pensando o han pensado en
ser religioso o sacerdote, el P. Pham afirmó: “Me gustaría decirles que deben
vivir la fe, confiar en la providencia de Dios, buscar hacer su voluntad y
siempre tener en mente que Dios los ama y que ser sacerdote para servir a Dios
y a su pueblo es una forma noble de mostrar su amor por el Señor”.
“La
razón por la que comparto mi vida es porque espero que la gente se acerque a
Dios, a la Iglesia, aunque sea solo uno. No busco nada para mí, yo vivo una
vida simple”, concluyó.
La homilía del Arzobispo
en la ordenación
Durante
la Misa de ordenación, donde también recibieron el sacramento otros cinco
diáconos, Mons. Charles Chaput dijo que “al ingresar al sacerdocio de Jesús,
les recuerdo una virtud al asumir esta dignidad y vocación como sacerdote, y
les pido que la consideren, porque serán verdaderos íconos del buen pastor: la
virtud de la docilidad. ¿Qué significa ser dócil? La docilidad es una forma
especial de humildad de un corazón generoso listo y ansioso por aprender de
Dios”.
En
la Eucaristía, a la que asistieron todos los miembros de la familia del P. Pham
que están en Estados Unidos, y la familia de su fallecida esposa, Mons. Chaput
resaltó que “los sacerdotes deben ser como el guante de un cirujano. El guante
es tan transparente y maleable que no se nota. Pueden tomar forma, doblarse”.
“Nosotros,
nuestra humanidad, al entregarnos en el sacerdocio, estamos llamados a ser
dóciles en esa forma. Jesús es el único mediador. Nuestra unión con Él es
nuestra vocación”, destacó.
Por Walter Sánchez
Silva
Fuente:
ACI Prensa