La mujer, divorciada,
había quedado embarazada de un hombre que ya tenía familia. El embarazo no
deseado empezó a angustiarla...
Antoine Mekary | ALETEIA |
No
quería seguir con el embarazo. Porque el hombre que la había dejado embarazada
no iba a reconocer al niño. Ante ella, la única solución que se le ofrecía era
el aborto.
Después
una llamada, inesperada. Del otro lado del teléfono está el Papa Francisco,
que como un buen padre la hace razonar y le explica por qué vale la pena llevar
adelante el embarazo. Anna, italiana, recibe en esos días la llamada que
cambia para siempre su vida. Acepta el consejo De Francisco y decide no
abortar. Un cuento con final feliz.
La petición del hombre
Anna
es una mujer divorciada. Cuenta Credere (21 mayo), que
tras haber perdido el trabajo, decide trasladarse de Roma a Toscana. Aquí
descubre que está embarazada, pero de un hombre que ya tiene una familia. Y no
quiere reconocer al niño. Él la presiona, ella es débil, y cede a su pedido:
abortar.
Antes
de hacerlo, sin embargo, decide escribir una carta a una persona especial. Pone
su historia en blanco y negro; en el sobre la dirección es clara: “Santo Padre
Papa Francisco, Ciudad de Vaticano, Roma”. Echa al correo la carta sin pensar
demasiado. Luego, pocos días después el teléfono comienza a sonar.
“He leído su carta”
En
el teléfono aparece un número desconocido, con el prefijo de Roma. Responde y
queda petrificada: “Hola Anna, soy el papa Francisco. He leído tu carta.
Nosotros cristianos no debemos perder la esperanza, un niño es un don de Dios,
un signo de la Providencia”.
“Sus
palabras llenaron mi corazón de alegría, cuenta Anna. Me dijo que había sido
muy valiente y fuerte por mi hijo”.
En
esos largos minutos al teléfono con el papa Francisco, Anna advirtió que su
voluntad no es matar la vida que lleva en el vientre. Expresa a Francisco su
verdadero deseo, es decir, no interrumpir el embarazo, y luego le dice que
tiene la intención de bautizar a ese hijo que llega, pero que tiene miedo de
que no sea posible porque es divorciada.
“Que sepas que yo estoy
siempre”
El
Papa le responde con la sencillez de un auténtico pastor: “Estoy convencido que
no tendrás problemas en encontrar a un padre espiritual y luego – añadió – en
caso contrario, que sepas que siempre estoy yo”.
Y
así concluyó la llamada telefónica que cambió para siempre la vida de Anna.
Gelsomino del Guercio
Fuente: Aleteia