Mensaje de la II Jornada
Mundial de los Pobres
I Jornada Mundial De Los Pobres, 18 De Noviembre De 2017 © Vatican Media |
“Este
pobre gritó y el Señor lo escuchó”, palabras del Salmo 37. “¿Cómo es que
este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros
oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?” plantea el Papa en documento.
La
presentación del Mensaje ha tenido lugar esta mañana, 14 de junio de 2018, en
la Santa Sede, a cargo de Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio
Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y Mons. Graham Bell,
Subsecretario del mismo dicasterio.
El
Santo Padre firmó simbólicamente el Mensaje para la II Jornada Mundial de los
Pobres –que se celebrará el domingo, 18 de noviembre de 2018– el día 13 de
junio de 2018, fiesta de San Antonio de Padua, patrono de los pobres.
Pobreza del hombre moderno
Mons. Rino
Fisichella ha aclarado que el Papa Francisco se dirige con este Mensaje “a
todos los fieles, de forma individual, a través de las parroquias y grupos de
voluntarios, para que dirijan todavía más la mirada hacia los pobres, para
escuchar su grito, a menudo silencioso, pero expresado con una mirada
elocuente, y para reconocer sus necesidades”.
Así,
el Pontífice invita a “no olvidar” que la pobreza social sobre la que esta
Jornada quiere llamar la atención es solo “una de las muchas formas de pobreza
que sufre el hombre moderno”. “El pobre al que se tiende simbólicamente de la
mano” –como recuerda el logotipo de la Jornada Mundial de los Pobres–
“representa a toda la humanidad”, que en la experiencia cotidiana sabe que
“necesita el abrazo de Dios”, ha indicado el Presidente del Consejo para
la Promoción de la Nueva Evangelización.
“Gritar”
El
contenido del mensaje se desarrolla alrededor de tres verbos: “gritar”,
“responder” y “liberar”. Para cada uno de estos tres, el Papa Francisco elabora
una breve síntesis existencial que nos llama a reflexionar.
Francisco
se pregunta en primer lugar -ha señalado Mons. Rino Fisichella– “¿cómo es que
este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros
oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?”.
A
lo que responde positivamente afirmando que: “El silencio de la escucha es lo
que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos
mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas,
aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a
nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los
pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de
sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a
mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de
altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse
directamente…”.
“Responder”
El
segundo verbo es “responder” asegura el Papa en el Mensaje: “El Señor, dice el
salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde”.
La
respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar
las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a
retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a
que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo
humano.
La Jornada
Mundial de los Pobres pretende ser una “pequeña respuesta que la Iglesia
entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo” y de toda
región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío.
“Atención amante”
Probablemente
es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser
un “signo de compartir” para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la
presencia activa de un hermano o una hermana.
Los
pobres no necesitan un acto de delegación –advierte el Papa– sino del
“compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”. La solicitud de los
creyentes “no puede limitarse a una forma de asistencia” – que es necesaria y
providencial en un primer momento –, sino que exige esa «atención amante»
(Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y
busca su bien.
“Liberar”
El
Papa Francisco describe que la acción liberadora del Señor: “Es un acto
salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las
cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de
Dios”.
Ofrecer
al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador”
(cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para
que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos, puntualiza el
Santo Padre.
La
salvación de Dios “toma la forma de una mano tendida” hacia el pobre, que
ofrece acogida, protege y hace posible “experimentar la amistad de la cual se
tiene necesidad” –expresa Francisco–. Es a partir de esta cercanía, concreta y
tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y
cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y
promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la
sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del
pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit