Una revelación increíble en una ordenación
sacerdotal en Trenton
La luz diurna se derramaba a través de las ventanas de cristal emplomado de la pequeña habitación adyacente a la entrada de la catedral de Santa María de la Asunción en Trenton, Nueva Jersey, Estados Unidos.
La habitación mostraba un fuerte
contraste con las elevadas columnas de mármol de la catedral y las radiantes
vidrieras que bañaban el cavernoso espacio con la gloria del Evangelio a través
de un baile de color y luz.
El sábado 3 de junio, la pequeña
habitación era el último lugar en que cuatro hombres permanecerían juntos antes
de cruzar el umbral del santuario y ocupar sus lugares para ser ordenados
sacerdotes.
“¿Algún último consejo para
estos chicos?”, preguntó el obispo David M. O’Connell al puñado de sacerdotes
reunidos en la pequeña sala y, con igual medida de sabiduría e ingenio, se
despacharon profundas verdades y anécdotas divertidas, rompiendo la tensión del
momento y levantando el ánimo hasta una alegre euforia.
Mientras intercambiaban risas y
charla desenfadada, fue interesante considerar que cada
uno llegó a su destino recorriendo un camino largo y tortuoso de
discernimiento, cada uno con su propia historia.
La
vocación a la que han respondido la discernieron con oración, la alimentaron y
apoyaron, y el papel de la “Iglesia doméstica”, la familia, fue esencial para que ellos estuvieran donde
estaban en esa pequeña habitación.
Padres,
abuelos e incluso hermanos, todos contribuyeron con su parte para ayudar a pastorear
a los jóvenes para ser más abiertos y elegir libremente la vocación que habían
recibido.
Los
padres como modelos de masculinidad virtuosa, de valor y fortaleza, demostrando
idealmente una vida que imita la de Cristo, por imperfecta que sea…
… y las madres…
Las
madres como modelos de fuerza, sacrificio y devoción, asumiendo un papel que es
sorprendentemente mariano en su carácter: dar vida, dar amor y permanecer al
pie de las “cruces”
que sus hijos
padezcan en la vida.
A través de los anales del
tiempo e incluso en la actualidad, las historias de mujeres rezando por
hombres y guiándolos a la santidad podrían llenar las bibliotecas del mundo.
Y en lo referente al sacerdocio,
parecería que la oración de una madre sea la fuente de una gracia de un nivel
que rara vez llega por cualquier otro medio.
“Hagan todo lo que Él les diga”. (Juan 2, 5)
Igual
que Cristo recibió su humanidad de María, parece que un hijo a menudo encuentra
su camino hacia Cristo a través del corazón de una madre.
Cuando los sacerdotes recién
ordenados descendieron del altar hacia los acogedores brazos de familiares y
amigos, inmersos en palabras de felicitación y oraciones de agradecimiento,
ocuparon sus lugares para conceder sus primeras bendiciones sacerdotales.
Y no fue por casualidad que, a
los pies del sagrario, en una abarrotada catedral del centro de Trenton en una
soleada mañana de sábado, ocurrió algo en que esta verdad invisible se hizo
visible en toda su deslumbrante belleza y gracia.
El
profundo significado de la mirada, las lágrimas y el abrazo revelaron una
realidad más honda, que toda madre debería conocer: si las oraciones de una
madre pueden llevar a un hombre al sacerdocio, las oraciones de una madre
pueden cambiar el mundo.
“Toda vocación sacerdotal viene del corazón
de Dios, pero pasa por el corazón de una madre”. ─ Santo papa Pío X
Jeffrey
Bruno
Fuente:
Aleteia