Sus
plegarias fueron respondidas en junio de 2017 cuando la pequeña pudo, por fin,
reencontrarse con su familia
En
2014, la familia de Cristina fue forzada por el ISIS a dejar su casa en
Qaraqosh (Irak).
Los
yihadistas les ordenaron subir a un bus con el pretexto de que les harían un
reconocimiento médico. Dentro del vehículo un terrorista arrebató de los brazos
de su madre Aida a la niña, que en ese entonces tenía tres años.
En
declaraciones a la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), el
P. Ignatius Offy, un sacerdote siro-católico también originario de Qaraqosh y
que es amigo de la familia, dijo que el padre de Cristina, Khouder Ezzo, le
contó que tras la triste separación no dejaron de preguntar por su hija a los
conocidos que permanecieron en la región.
En
la última llamada que recibieron de un pariente, antes de que se cortaran las
comunicaciones, supieron que la habían visto con uno de los soldados del ISIS
cerca de una mezquita y que ella estaba bien.
Cinco
meses después del secuestro, un conocido informó a Khouder que Cristina vivía
con una familia musulmana que se la había llevado de una mezquita de Mosul y
que la trataban “como si fuera su propia hija”.
El
P. Offy aseguró que esa familia quería que la pequeña regresara con sus
parientes, pero como temían por su seguridad, decidieron quedarse con ella y
protegerla.
Mientras
tanto, la familia de Cristina se instaló en un campo de refugiados en Erbil, en
el Kurdistán iraquí, al igual que muchos cristianos que huyeron de sus ciudades
atacadas por el Estado Islámico.
El
P. Offy indicó que Khouder Ezzo “rezaba el Rosario cada día por su regreso” y
que en la caravana donde vivían “tenía imágenes de santos junto a la foto de
Cristina, pegadas a las paredes”.
También
“muchos creyentes se unieron a la familia en la oración por el regreso de esta
niña y de todas las demás personas desaparecidas”.
“Durante
dos años, a la familia de Cristina le llegaban fragmentos de informaciones
sobre la niña, pero no pudieron ponerse en contacto directo con ella”, relató.
Sin
embargo, dijo “su historia fue ampliamente difundida” gracias “a muchas
agencias de noticias extranjeras y árabes, y cadenas por satélite que se
reunieron con la familia de Cristina y que escribieron sobre su secuestro”.
A
fines de 2016 el ejército iraquí lanzó la ofensiva para recuperar Mosul y la
familia musulmana que acogió a Cristina se trasladó con la niña a un lugar más
seguro.
Entonces,
prosiguió el presbítero, se contactaron con un amigo cristiano de Qaraqosh que
conocía a la niña para conseguir el número de teléfono de algún pariente.
Obtuvieron
el número del hermano mayor de Cristina y se comunicaron con él durante la
noche del 8 de junio de 2017 para pedirle que recogieran a la pequeña en un
barrio de Mosul.
Al
día siguiente, la familia de Cristina fue al punto de encuentro y la llevaron
al campo de refugiados de Ankawa, en Erbil, donde fue recibida con cantos y
festejos.
En
ese entonces, dijo el P. Offy, Cristina “ya se había olvidado de su padre, su
madre, su hermano y sus hermanas” y tenía miedo.
También
no recordaba el arameo –que es su lengua materna y la que hablan los cristianos
en Irak– y solo podía comunicarse en árabe.
“¡Lo
que ha ocurrido con Cristina y su familia y con nosotros es un milagro divino!
En mi humilde opinión, este es el cuarto nacimiento de Cristina: el primero,
cuando la alumbró su madre; el segundo, su bautizo; el tercero, cuando una
familia musulmana la adoptó y la cuidó durante el periodo que estuvo perdida;
y, finalmente, el cuarto, cuando su familia y su comunidad cristiana la
recuperaron”, expresó el sacerdote.
“Ahora
Cristina ha recibido una nueva vida. Damos gracias a Dios por Su actuar, con
ella, con su familia y con todos nosotros”, prosiguió.
En
mayo de 2018 el P. Luis Montes, misionero del Instituto del Verbo Encarnado
(IVE), visitó a Cristina y su familia, que han regresado a Qaraqosh.
El
sacerdote dijo a ACI Prensa que “llegó mucha ayuda de afuera para que ellos
puedan volver a tener una casa”, ya que los terroristas habían destruido su
vivienda cuando invadieron la localidad.
Actualmente
Cristina “está muy bien. Totalmente recuperada, no parecen haber quedado
secuelas. Está muy contenta, muy vivaracha”, afirmó. Además, “ya volvió a
aprender arameo, que lo había olvidado”.
El
P. Montes comentó que Khouder Ezzo, el padre de Cristina, “está bien”.
“Impresionaba
mucho la tristeza que él pudo tener en ese tiempo, la mamá también, pero el
papá tiene la cara marcada por el dolor. Ahora se le ve una paz increíble y
mucho agradecimiento”, indicó.
“Es
muy lindo estar con él. No habla mucho, es muy callado, pero es un consuelo
verlo tan bien”, destacó.
POR MARÍA XIMENA
RONDÓN
Fuente:
ACI