Me da miedo dejar de ser quien soy, renunciar a lo
más sagrado que hay en mi alma
Jonathan Klok | Unsplash |
Hay preguntas que pueden marcarme para
siempre. Depende todo de la respuesta que doy. Hay momentos que me definen como
persona.
Hay situaciones en las que veo
de qué madera estoy hecho. Son ocasiones en las que se decide mi vida. En las
que compruebo cómo es mi sangre y veo de dónde vengo.
Me da miedo fallar en esos
momentos y no estar a la altura esperada. Por miedo, por torpeza, por
debilidad. Me da miedo ser cobarde, ser blando, ser
voluble, ser frágil.
Temo que salga de mí lo peor que
tengo en situaciones de mucha tensión en las que se decide todo. Me asusta no
poder dar lo mejor que sé que he guardado. Temo ser de una madera poco noble,
poco fiable. Me asusta mi fragilidad escrita en la sangre.
En una película se le plantea al
protagonista una situación difícil en un tren. Tiene que elegir, decidir. Y de
su decisión dependen otras vidas. Escucha entonces una de esas preguntas
decisivas: “Quiero saber qué tipo de persona eres”.
¿Qué
tipo de persona soy de verdad? Lo veré en esos momentos en los que mis seguros
ya no valgan.
Sabré el temple de mi alma. La
altura de mis sueños. La pureza de mi intención. La hondura de mi amor.
Tengo muy claro qué tipo de
personas son aquellas a las que admiro. Aquellas que en momentos decisivos
sacan lo mejor que hay en su interior. Se visten de una nobleza que me
sorprende.
Tienen
una mirada pura cuando sufren la injusticia. Deciden lo correcto. No claudican, no engañan. No sale odio de
sus entrañas cuando son odiadas.
Son
capaces de dar más de lo que se les pide. Perdonan cuando han sido ofendidas
aunque no sea lo más justo.
Este tipo de personas es el que me gusta.
No
se llenan de orgullo ante el trabajo bien hecho. Hablan siempre con humildad y
mansedumbre. No se irritan,
no se crispan, no se llenan de ira.
En los momentos decisivos eligen
siempre lo más adecuado. ¿Cómo lo consiguen? Miran en el fondo de su alma y
sacan el agua más pura.
Me parece increíble. En
momentos de máxima tensión optan por el bien. No se dejan llevar por la
tentación de tener más, de ser más. No mienten, no se corrompen,
no tienen nada que ocultar.
El pecado que hoy más
escandaliza es la corrupción. La de aquel que
se queda con lo que no le pertenece. La del que miente por sistema. La del que
lleva una vida engañosa buscando beneficio. El hombre corrupto que ante una
propuesta poco limpia elige el lado oscuro. Le tientan y miente.
Comenta Isabel Serrano-Rosa: “¿Por
qué mentimos? Es la mentira preferida de los hombres para
parecer más poderosos o inteligentes. Los seres humanos somos capaces de
engañarnos a nosotros mismos, narrarnos la realidad de manera que se ajuste a
nuestro esquema. Elegimos el mundo que queremos ver”.
Quiero ser distinto a lo que
soy. Tener más de lo que tengo. Ser más admirado de lo que soy. Por eso miento.
Me engaño. Me corrompo dejándome llevar por la vida donde los más altos ideales
desaparecen.
Me
da miedo caer en el momento decisivo. Ante la pregunta más acuciante, acabar eligiendo el
camino equivocado.
¿Qué tipo de persona soy? No lo
sé muy bien. Creo que soy de una manera. Pero me da miedo dejar de ser quien soy.
Renunciar a lo más sagrado que hay en mi alma. Negarme a mí mismo en mi
esencia.
Me atrae lo verdadero. Lo que me
da paz y me hace libre. Leía al otro día: “Abrir los ojos es lo único necesario. El
corazón miente y la mente engaña, pero los ojos ven. Mira con los ojos. Escucha
con los oídos. Saborea con la boca. Huele con la nariz. Siente con la piel. Y
no pienses hasta después, y así sabrás la verdad”.
No
me quiero apartar de la verdad. Necesito saber qué es lo que Dios me pide. Cuál es la decisión correcta, la mejor,
la más noble.
Quiero
optar por lo más grande aunque pierda algo. Siempre perderé algo. No importa. Optar
por lo bueno, por lo noble, por lo verdadero, me definirá como persona.
Perderé algo de prestigio, de
fama, de nombre. Perderé algo de mi vida, de mi poder, de mis riquezas. No
importa. Me tomo en serio mi vida.
Me preparo para ese momento en
el que tenga que decidir lo correcto. A lo mejor es una decisión pequeña la que
me define como persona.
A lo mejor son mis formas, mis
palabras, las que hablan de cómo soy. ¿Quién soy yo en realidad? Quiero
aprender a ser verdadero. Fiel a mí mismo, a mi verdad.
Dios me ha dado tanto. Y yo me
vuelvo egoísta. Retengo, juzgo intenciones, quiero ver la verdad oculta tras la
mentira. ¿Qué tipo de persona soy?
Quiero ser honesto, verdadero,
noble, puro, generoso, sencillo, humilde. Apasionado por la vida. Entregado sin
fisuras.
La verdad de mi vida se ve en
esas decisiones que me marcan para siempre. Confío y espero que Dios prepare mi alma
para la entrega desde lo más auténtico que hay en mí.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia