Se despierta el miedo a la infidelidad, a ser
engañados. Es el miedo a fallar y a que me fallen aquellos a los que quiero
studio2013 |
Creo que es un milagro que pueda confiar en
una persona. Sé
también que no es fácil confiar en cualquiera. Conozco personas en las que me
cuesta más confiar. Tal vez porque hablan más de la cuenta. O dicen hoy una
cosa y mañana otra. Y no se mantienen firmen en sus juicios. No lo sé.
Me gustaría confiar más, mirar
con más inocencia la vida. No pensar mal en seguida.
Hace tiempo vi una película que
hablaba de todo esto. Un grupo de matrimonios amigos empiezan a desconfiar al
compartir en alto los mensajes que reciben en sus móviles.
El juego se convierte en fuente
de sospechas, de malos entendidos y de conflictos profundos. Parece que tenían
cosas que ocultar. Sus relaciones estaban construidas sobre una confianza poco
sólida. Había algo falso, no verdadero. Surgen las dudas y todo se desmorona.
La duda lleva a la acusación y
al rechazo. No hay vuelta atrás posible. No hay misericordia ni perdón.
Desaparece el deseo de volver a empezar. Hay verdades ocultas. No todo se
cuenta, no todo se comparte. Viven con miedo a no ser amados en toda
circunstancia.
Se despierta el miedo a la
infidelidad, a ser engañados. Es el miedo a fallar y a que me fallen aquellos a
los que quiero. Es el miedo a perder la confianza conquistada durante toda una
vida.
Y surge una pregunta en el
corazón: ¿realmente conozco a quien amo? ¿Sé lo que siente, lo que sucede en su
corazón, lo que ama y lo que sufre? ¿Pongo la mano en el fuego por aquellos a
los que más quiero?
Sueño con una confianza a prueba
de fuego. ¿Amo más al que conozco también en su pecado? El escándalo de muchos
me pone inseguro. La atmósfera de desconfianza en la que vivo genera
inseguridad en mi corazón. No puedo confiar. Si me fallan, no puedo volver a
confiar.
No quiero vivir poniendo en duda
los fundamentos de mi vida. Pienso en esos pilares sobre los que se construye
mi camino. Pienso en esas certezas que me permiten caminar un día más, un
trecho más. No puedo sospechar siempre, dudar siempre. No puedo vivir como se
dice vulgarmente con la mosca detrás de la oreja, sospechando y dudando.
Quiero una inocencia que me
permita mirar con alegría al que tengo a mi lado. ¿Sobre qué pilares firmes he
construido mi vida? A veces parece que está todo sostenido por la aprobación de
los que me rodean. Depende todo de su infalibilidad. No acepto que me fallen.
Deseo que no me rechacen nunca.
El otro día leía: El otro es llamado a convertirse en la prueba
tangible de que uno vale; se tiene necesidad no tanto de él cuanto, más bien,
de su aprobación, de su confirmación, y esta pretensión puede hacerse, con el
tiempo, cada vez más invasiva y exigente, solicitando un reconocimiento cada
vez más firme. Es el círculo vicioso de la posesión, porque tal relación es
devorada por la sospecha de que las pruebas aportadas nunca son suficientes, de
que tenemos continuamente necesidad de una confirmación ulterior. ¿Puede la
estima provenir del testimonio del otro? ¿Es posible encontrar en el otro el
punto de apoyo de las propias carencias no resueltas?.
Es como si siempre le pidiera un
gesto más al que me ama. Una prueba más de su fidelidad profunda. Quiero amar y
confiar sin miedo. El amor sin confianza se construye sobre el temor.
Prefiero pecar de confiado que
de lo contrario. Confiar en aquellos que Dios pone en mi vida. Ellos son los
que me sostienen al creer en mí. Con su coherencia de vida. Puede que me
fallen, que no estén a la altura alguna vez. Mi amor no depende de su
impecabilidad.
Eso me tranquiliza. Que me amen
no depende de que yo lo haga todo bien. ¿Me lo creo? No quiero vivir
sospechando y desconfiando. Puedo dejar que vea mi móvil aquel a quien más amo.
No oculto nada. No le soy infiel.
Confío totalmente porque no
necesito tener acceso a todo lo que hace. No necesito saberlo todo. Mi opinión
sobre él no cambia dependiendo de lo que pase hoy o mañana. Es una certeza más
honda. Es un amor que no está sujeto a las circunstancias de la vida. Eso me da tranquilidad. Es el fundamento de mi
vida.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia