Palabras
del Papa antes del Ángelus
Ángelus 30 Sept. 2018 © Vatican Media |
“Jesús
aparece muy libre, completamente abierto a la libertad del Espíritu de Dios,
que no está limitado en su acción por ninguna frontera, por ninguna barrera”,
explica el Papa Francisco en su comentario sobre el Evangelio de este domingo,
30 de septiembre de 2018.
El
Papa había presidido previamente la Misa, en la Gruta de Lourdes de los
Jardines del Vaticano, para la Gendarmería del Vaticano, a las 9:00
h. También recibió, a las 11:00, a Mons. Dagoberto Campos Salas, oriundo
de Costa Rica, nuncio apostólico en Liberia, y nombrado en agosto pasado como
nuncio en Gambia, y alrededor de quince miembros de su familia.
Con
motivo del Ángelus dominical, en la Plaza de San Pedro, el Papa hizo hincapié
en la lección que debe aprenderse: “Jesús quiere educar a sus discípulos, a
nosotros también hoy, a esta libertad interior”.
“Que
la Virgen María, modelo de acogida dócil de las sorpresas de Dios, nos ayude a
reconocer los signos de la presencia del Señor”, concluyó el Papa.
Aquí
está nuestra traducción, del italiano, de las palabras pronunciadas por el Papa
Francisco este mediodía.
AB
Palabras del Papa
Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (Marcos 9, 38-43.45.47-48) nos presenta uno de esos
detalles muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Habían visto
que un hombre, que no formaba parte del grupo de seguidores de Jesús, expulsó
demonios en el nombre de Jesús, y por lo tanto querían prohibirlo. Juan, con el
celo entusiasta típico de los jóvenes, refiere el asunto al Maestro que busca
su apoyo; pero Jesús, por el contrario, responde, “no se lo impidan, porque no
hay nadie que haga un milagro en mi nombre y que después pueda hablar mal de
mí, quién no está contra mí, está por mi” (vv. 39-40).
Juan
y los otros discípulos manifiestan una actitud de cerrazón ante un
acontecimiento que no encaja en sus esquemas, en este caso la acción, aunque
buena, de una persona “externa” al círculo de seguidores. En cambio, Jesús
aparece muy libre, totalmente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que
en su acción no está limitado por ningún límite ni por ninguna barrera. Y con
su actitud, Jesús quiere educar a sus discípulos, incluso a nosotros hoy,
a esta libertad interior.
Es
bueno para nosotros reflexionar sobre este episodio y hacer un examen de
conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy común, y
podemos encontrarla en las comunidades cristianas de todos los tiempos,
probablemente también en nosotros mismos. De buena fe, más con celo, uno
quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, especialmente
carismática, protegiendo al fundador o al líder de falsos imitadores. Pero al
mismo tiempo existe el temor a la “competencia”, y esto es bueno, el temor de
la competencia de que alguien puede quitar nuevos seguidores, y entonces no se
puede apreciar el bien que hacen los demás: no es bueno porque “no es de los
nuestros” se dice. Es una forma de autorreferencialidad.
Aquí
está la raíz del proselitismo. La Iglesia, decía el Papa Benedicto, no crece
por proselitismo, crece por atracción, es decir, crece por el testimonio, de
los demás con la fuerza del Espíritu Santo.
La
gran libertad de Dios para entregarnos a nosotros es un desafío y una
exhortación a cambiar nuestras actitudes y nuestras relaciones. Esta es la
invitación que Jesús nos dirige hoy. Nos llama a no pensar según las categorías
“amigo / enemigo”, “nosotros / ellos”, “quien está dentro / quien está fuera”
“mio/tuyo”, sino ir más allá, a abrir el corazón para poder reconocer su
presencia y la acción de Dios incluso en áreas inusuales e impredecibles y en
personas que no forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar más atentos
a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se realiza, y no
al nombre y a la procedencia de quienes lo realicen. Y, como nos sugiere el
resto del Evangelio de hoy, en lugar de juzgar a los demás, debemos examinarnos
a nosotros mismos y “cortar” sin comprometer todo lo que pueda escandalizar a
las personas más débiles en la fe.
Que
la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a
reconocer los signos de la presencia del Señor entre nosotros, descubriendo en
cualquier lugar en que se manifiesta, incluso en las situaciones más
impensables e insólitas. Que nos enseñe a amar a nuestra comunidad sin celos ni
cerrazones, siempre abiertos al vasto horizonte de la acción del Espíritu Santo
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Raquel Anillo
Fuente: Zenit