Palabras
del Papa antes del Ángelus
Ángelus 9 Dic. 2018 © ©Vatican Media |
Antes
del Ángelus de este segundo domingo de Adviento desde la ventana del despacho
que da a la plaza San Pedro y ante la presencia de unas 45.000 personas, el
Papa Francisco ha invitado a vivir este tiempo de espera del Señor con actitud
de vigilancia y de oración. También nos ha invitado a que pensemos cada uno de
nosotros como puedo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino hacia el
Señor.
Palabras del Papa
Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
domingo pasado, la liturgia nos invitó a vivir el tiempo de Adviento y la
espera del Señor con la actitud de vigilancia, y es esta la oración, vigilad y
orad. Hoy, el segundo domingo de Adviento, se nos muestra cómo dar sustancia a
esta espera: emprendiendo un camino de conversión.
¿Cómo
hacer concreta esta espera?, como guía para este viaje, el Evangelio nos
presenta la figura de Juan el Bautista, quien “viajó por toda la región del
Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lc
3, 3). Para describir la misión del Bautista, el evangelista Lucas recoge la
antigua profecía de Isaías: “Voz del que clama en el desierto: ¡Preparad el
camino del Señor, endereza sus caminos! Cada barranco será rellenado, cada
montaña y cada colina serán bajadas “(versículos 4-5).
Para
preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las
exigencias de conversión a las que el Bautista nos invita. En primer lugar,
estamos llamados a rellenar las depresiones producidas por la frialdad y la
indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es
decir, con esa cordialidad y atención fraterna que asume la responsabilidad de
las necesidades de nuestro prójimo, osea hay que ir aplanando y todo lo que
consiste la frialdad.
No
se puede tener una relación de caridad, de fraternidad con el prójimo si hay
huecos, espacios, como tampoco se puede ir sobre una carretera con tantos
baches, hay que aplanar calles, hay que cambiar una actitud. Y todo esto con un
cuidado especial para los más necesitados. Entonces debemos reducir tanta
dureza causada por el orgullo y la soberbia, cuanta gente sin darse cuenta tal
vez, es soberbia, áspera, no tiene esa relación de cordialidad, hay que superar
esto con gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, pidiendo el
perdón de nuestras faltas, no es fácil reconciliarse, siempre se piensa quien
va a dar el primer paso. El Señor nos ayuda si tenemos buena voluntad. De
hecho, la conversión está completa si lleva a reconocer con humildad nuestros
errores, nuestras infidelidades y nuestros incumplimientos.
El
creyente es el que, al estar cerca de su hermano, como Juan el Bautista abre
caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en
esos contextos existenciales difíciles, marcados por el fracaso y la derrota.
No podemos ceder ante situaciones negativas de cierre y rechazo; No debemos
permitirnos ser sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra
vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo, es Él. El Bautista
invitó a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza, vigor y severidad.
Sin embargo, sabía cómo escuchar, sabía cómo hacer gestos de ternura y perdón
hacia la multitud de hombres y mujeres que acudían a él para confesar sus
pecados y ser bautizados con el bautismo de penitencia.
Su
testimonio de vida, nos ayuda a ir adelante en nuestro testimonio de vida, la
pureza de su proclamación, su coraje para proclamar la verdad lograron
despertar las expectativas y esperanzas del Mesías que había estado inactivo
durante mucho tiempo. Incluso hoy, los discípulos de Jesús están llamados a ser
sus testigos humildes pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer
entender que, a pesar de todo, el Reino de Dios continúa siendo construido día
a día con el poder del Espíritu Santo. Pensemos cada uno de nosotros como puedo
yo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino hacia el Señor
Que
la Virgen María nos ayude a preparar el camino del Señor día tras día,
comenzando con nosotros mismos; y a sembrar nuestro alrededor, con tenaz
paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad.
Raquel Anillo
Fuente:
Zenit