Palabras
del Papa Francisco ante el Ángelus
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Ángelus 2 Dic. 2018 © Vatican Media |
Durante
el Adviento, no se trata de “mundanizar” o “paganizar” la expectativa de
Cristo, sino de vivir con la esperanza de que la historia avance hacia un mundo
nuevo y que “incluso los errores humanos” Se puede usar para “manifestar la
misericordia” de Dios, explica el Papa Francisco.
Antes
del Ángelus del domingo 2 de diciembre de 2018, en la plaza San Pedro, y en
presencia de unas 20,000 personas, el Papa Francisco explicó el significado de
este primer domingo de Adviento y cuatro semanas de preparación para la
Navidad.
Nos
invitó a dejar el “sopor” y la “pereza” de una vida que gira alrededor de
nosotros mismos para abrir, en “oración” y “vigilancia”, a las necesidades de
las personas, de nuestros hermanos y el deseo de un mundo nuevo”: “Es el deseo
de tantos pueblos martirizados por el hambre, la injusticia y la
guerra; es el deseo de los pobres, los débiles, los abandonados”.
El
Papa sugirió este examen de conciencia: “Es un momento oportuno para abrir
nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y para quién
pasamos nuestras vidas”.
“El
Adviento es el momento de acoger al Señor que viene a reunirse con nosotros,
mirar hacia el futuro y prepararse para el regreso de Cristo”, agregó en un
tweet publicado en su cuenta @Pontifex.
Después
del Ángelus, con la AED, el Papa Francisco invitó a orar por la paz en
la “querida Siria”, como parte de la campaña de Navidad de la AED: “50,000
velas por la paz en Siria”.
La
paz fue precisamente la intención de oración del Papa a lo largo de noviembre,
realizada por su Red Mundial de Oración (RMPP).
Aquí
está nuestra traducción, rápida, de trabajo, de las palabras pronunciadas por
el Papa en italiano.
AB
Palabras
del Papa Francisco ante el Ángelus.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
Hoy
comienza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad,
invitándonos a levantar los ojos y abrir nuestros corazones para recibir a
Jesús. Durante el Adviento, no solo vivimos la espera
navideña; también estamos invitados a despertar la expectativa del
glorioso regreso de Cristo, cuando él regrese al final de los tiempos, y nos
prepare para el encuentro final con él a través de elecciones coherentes y
valientes. Recordamos la Navidad, esperamos el glorioso regreso de Cristo
y también nuestro encuentro personal: el día que el Señor nos
llamará. Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a dejar atrás una
forma de vida resignada y rutinaria, alimentando esperanzas y sueños para un
futuro nuevo. El evangelio de este domingo (cf Lc 21, 25-28, 34-36)
va precisamente en esta dirección y nos advierte que no nos dejemos oprimir por
un modo de vida egocéntrico y ritmos convulsivos de los días. Las palabras
de Jesús resuenan de una manera particularmente incisiva: “Estén atentos, para
que su corazón no esté cargado de disipaciones, embriaguez y preocupaciones de
la vida, y ese día, no caiga de improviso sobre vosotros […] Velad y orad en
todo momento “(vv 34.36).
Mantente despierto
y reza: así es como se vive esta época desde hoy hasta la navidad. Estar
despierto y orar. El sueño interno viene siempre de girar siempre sobre
nosotros mismos, encerrado en la propia vida con los problemas, las alegrías y
los dolores, y siempre girar en torno a nosotros mismos. Y eso cansa,
aburre, se cierra a la esperanza. Esta es la raíz del letargo y la
ociosidad de que habla el Evangelio. El Adviento nos invita a un
compromiso de vigilancia, a mirar más allá de nosotros mismos, a expandir
nuestras mentes y corazones para abrirnos a las necesidades de las personas, de
nuestros hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de tantos
pueblos martirizados por el hambre, la injusticia y la guerra; Es el deseo
de los pobres, los débiles, los abandonados. Es un buen momento para abrir
nuestros corazones para hacernos preguntas concretas sobre como y por quién
empleamos nuestras vidas.
La
segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es el de
la oración… “Levántate y alza la cabeza, porque tu liberación está
cerca” (v. 28), advierte el Evangelio de Lucas. Se trata de levantarse y
orar, de volver nuestros pensamientos y corazones a Jesús que
viene. Nosotros, estamos esperando a Jesús, queremos esperarle en oración,
lo cual está estrechamente relacionado con la vigilancia. Orar, esperar a
Jesús, abrirnos a los demás, estar atentos, no encerrados en nosotros
mismos. Pero si pensamos en la Navidad en un clima de consumo, para ver
qué puedo comprar para hacer esto o aquello, de la fiesta mundana, Jesús pasará
y no lo encontraremos. Estamos esperando a Jesús y queremos esperarle en
oración, que está estrechamente relacionado con la vigilancia.
Pero
¿qué espera el horizonte de nuestra oración? En la Biblia es
especialmente, las voces de los profetas. Quien nos diga. Hoy,
es el de Jeremías, que habla a las personas endurecidas por el exilio y que
corre el riesgo de perder su identidad. Incluso nosotros, los cristianos,
que también somos pueblo de Dios, corremos el peligro de convertirnos en
“mundanos” y perder nuestra identidad, e incluso “paganizar” el estilo
cristiano. Para esto necesitamos la Palabra de Dios que, a través del
profeta, nos anuncia: “He aquí, vendrán días en que cumpliré las promesas que
hice a la casa de Israel y a la casa de Judá […]. Haré crecer un germen
justo para David, quien ejercerá juicio y justicia sobre la tierra “(33, 14-15)
es Jesús que llega y nosotros esperamos. Que la Virgen María, que nos trae
a Jesús, la mujer de la espera y la oración, nos ayude a fortalecer nuestra
esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, a hacernos experimentar solo a
través de las pruebas de la historia, y se sirve de los errores humanos para
manifestar que Dios permanece fiel y manifestar su misericordia.
Raquel Anillo
Fuente:
Zenit